Mas no es determinante, sí lo es el clamor popular
Las declaraciones del presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, en vísperas de la Diada, han causado, además de una comprensible sorpresa, reacciones contundentes por parte de los agentes políticos y sociales. ERC, las CUP y la ANC ni siquiera contemplan la posibilidad apuntada por Mas de que en caso de que el Gobierno de Madrid no autorice una consulta sobre el futuro de Catalunya el proceso soberanista deberá optar por las elecciones plebiscitarias que se celebrarían al final de la legislatura, en 2016, e insistieron en que Catalunya debe decidir en 2014.
La propuesta de Mas es coherente con su actitud en cuanto al proceso soberanista, una actitud forzada y a remolque del clamor popular, en la que se puede percibir la intención de ganar tiempo, lo que para otros significaría retrasar lo inevitable. Sin embargo es totalmente contradictoria tanto con la hoja de ruta acordada por CIU y ERC como con las manifestaciones del propio Mas en las que no dudaba en centrar la importancia en la consulta y rechazaba «sucedáneos» como las elecciones plebiscitarias. En cualquier caso, en la evolución del proceso catalán ni las instituciones ni los partidos políticos están siendo determinantes, y han demostrado no estar a la altura del empuje social. Dos meses después del 1 de julio, no han aprobado en el Parlamento la convocatoria de referéndum a la se comprometieron después de sumarse a la ola independentista cuando se dieron cuenta de la ventaja que la sociedad catalana les sacaba en el camino hacia la soberanía.
Eso ocurrió hoy hace casi un año, y dentro de cinco días el reto de unir los dos extremos del Principado será el colofón de doce meses en los que esa sociedad ha demostrado que su apuesta por la independencia va mucho más allá de los actos de un día señalado, y que está siendo bastante más decisiva que cualquier institución autonómica a la hora de dar pasos en ese camino. Y volverá a ser el empuje popular el que obligue a sus políticos a llevar su voluntad también a las instituciones y al plano político en general. Sin servidumbres ni cesiones a chantaje alguno, ni externo ni interno.