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José Luis Díaz Monreal Militante de Ahaztuak

Jacinto y Felipe

La memoria histórica es una acción que preserva la identidad y la continuidad de un pueblo, es no olvidar lo aprendido, muchas veces con sangre; es el camino para no repetir errores del pasado

El 6 de setiembre de 1944, hace ahora 69 años, Jacinto Ochoa y Felipe Celay, navarros de Ujué y Abaurrea Alta respectivamente, presos en el Fuerte de San Cristóbal, en aquellas fechas llamado Sanatorio Penitenciario, se escaparon del mismo después de llevar a la práctica un plan de fuga tan detallado e imaginativo como el del mejor guión cinematográfico.

Jacinto ya había participado en la fuga masiva de San Cristóbal el 22 de mayo de 1938. Los dos evadidos, después de pasar por el Puerto de Erro y por Abaurrea Alta, lograron alcanzar la frontera dos días después.

Ambos habían pasado por varias cárceles y padecido innumerables penalidades desde julio de 1936; sin embargo, sus firmes convicciones republicanas, socialistas y antifascistas les llevaron de regreso a Nafarroa pocas semanas después, formando parte de la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE), popularmente conocidos como «los maquis». Su objetivo era propiciar un levantamiento popular y lograr el derrocamiento del régimen dictatorial y asesino de Franco.

Las cosas no salieron bien. Felipe logró, no sin dificultades regresar, a Francia, para posteriormente trasladarse a Chile, donde se estableció e inició una nueva vida.

Jacinto, después de vagar por los montes navarros por espacio de quince días, sin nada para comer, aterido de frío, acosado por el Ejército, la Guardia Civil y la Policía Armada, fue finalmente detenido el 4 de noviembre en una barranca, al lado del monte Abelu, cerca de las Ventas de Igantzi, junto con otros cuatro compañeros, y conducido a la prisión donostiarra de Ondarreta.

Era la cuarta detención de Jacinto, tras la del 19 de julio de 1936 en Iruñea, la del 24 de mayo de 1938 en Sorauren, tras la primera fuga del Fuerte y la de enero de 1942, también en Iruñea.

Hasta ese momento, había pasado por las cárceles de San Cristóbal, en dos periodos diferentes, por la Prisión Provincial de Pamplona y por las cárceles madrileñas de Yeserías y Porlier. Luego estuvo en Ondarreta, Carabanchel, Puerto de Santa María y Burgos. Así hasta el 4 de noviembre de 1964. En total 26 años y 10 meses. Fue el preso que cumplió la más larga condena durante la dictadura fascista de Franco.

Creo de corazón que es importante recuperar las ideas y los sueños que tenían Jacinto y Felipe. Sueños de libertad y justicia social, que se encarnaban en el régimen democrático de la Segunda República.

Sueños e ilusiones destruidos por los mismos que hoy se encargan de destruir los avances sociales conseguidos tras años de duras luchas.

La memoria histórica es una acción que preserva la identidad y la continuidad de un pueblo, es no olvidar lo aprendido, muchas veces con sangre; es el camino para no repetir errores del pasado.

En memoria de Jacinto Ochoa, de Felipe Celay y de todos aquellos compañeros que lucharon en defensa de la Segunda República.

Aprovecho la oportunidad para mencionar el libro escrito por mí y editado por la Asociación Ahaztuak en que se narran estos y otros hechos, y que lleva por título «Jacinto Ochoa, la prisión más larga».

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