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CLÁSICOS

Topografía del subsuelo

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Iñaki URDANIBIA

Para algunos el infierno no se ha de buscar más allá pues se halla aquí mismo; para otros, en deuda con Jean-Paul Sartre, el infierno son los otros... Más consolador resulta el consejo de Ítalo Calvino de «buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es el infierno, y hacerlo durar, y hacerle sitio».

Si los griegos y latinos enterraban a los muertos y así el Hades estaba abajo, tal era la tierra de los muertos según los cristianos, quienes siguiendo a Cristo, hablaban de tal lugar de castigo eterno como la Gehena.

Pero no cabe duda que Dante dio la visión más completa de este mundo subterráneo que venía a ser la continuación de esta tierra, continuada en clave de dolor y castigo. Así pues, aquello que dijese Victor Hugo, tras leer el libro que ahora traigo a esta página, de que «cuando el poeta pinta el infierno, pinta su vida» parece que podría ser matizado ya que Dante no pintaba su infierno, sino que pintaba -y de qué manera- el infierno del cristianismo.

Ahora en la soberbia edición de Ángel Crespo -tantas veces premiada- se presenta, como libro separado, esta parte de su «Divina Comedia», tal vez la más célebre e importante. Estamos en condiciones de pasar «una temporada en el infierno», por tomar la expresión de Arthur Rimbaud, y viendo lo que vamos a ver, mejor que solo sea una temporada que es la que va a durar la lectura de este clásico, pues de la mano del florentino, que a su vez es acompañado por Virgilio, vamos a visitar los distintos círculos en los que se penan los pecados cometidos. Si ya antes íbamos entrando en harina, a partir del las primeras líneas del Canto III se nos anuncia que «al traspasarme perded toda esperanza» («Lasciate ogni speranza, vopi ch´entrate»).

Empezando por los no bautizados (que prueban el tedio del limbo), seguiremos por el destino de los lujuriosos, los glotones, avaros y pródigos, iracundos, herejes, violentos, sodomitas, ladrones y una larga lista de distintos pecados y pecadores que se consumen en aquella dantesca -que se me permita el recurso a este adjetivo- geografía, descrita por un verdadero topógrafo del horror que detalla las distintas torturas a que son sometidos los condenados dependiendo de cuál haya sido su falta. Un viaje por los nueve círculos concéntricos que finaliza con la visión del mismísimo Lucifer. Por tales pagos demoníacos hallaremos a celebridades de la historia, de la literatura, de la filosofía, y de la vida. Homero, Platón, Cleopatra, papas, obispos y cardenales, Ulises, Mahoma, Judas, Bruto, y muchos más que sufren borrascas infernales, lluvias frías, empujones y choques, azotes de demonios, inmundos chapoteos en barro, en cieno, en pez hirviendo, en medio de ríos de sangre, y expuestos al fuego, mucho fuego de llamas eternas. Un tránsito por una geometría moral que acompaña a la geografía infernal.

Si la obra escrita entre 1304 y 1321, y publicada por primera vez en 1472, se ha convertido en un clásico de la literatura universal , inspirando a numerosos escritores (Balzac, Stendhal o von Hoffmansthal), pintores ( Delacroix, Géricault, Doré o Botiticelli) y artistas en general, su presencia ha traspasado el mundo de las letras para pasar a formar parte del lenguaje cotidiano.Así, ¿quién no ha oído o usado el término «dantesco» para expresar lo terrible de una situación? Ahora la ocasión nos es presentada para conocer, en una magnífica edición bilingüe, realmente la ruta por el infierno de Dante Alighieri.

Para mentes calenturientas el catálogo de maldades podrá servirles para dejar volar la imaginación, del mismo modo que para completar la lista de castigados pues desde que la obra fuese escrita innúmeros son los delincuentes que en el mundo ha habido, que ahora dejarían pequeñas las siniestras estancias.

Tras semejante visión del espanto, no queda otra que ser buenecitos, pues si no ya veréis lo que os puede pasar...

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