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Carlos GIL | Crítico teatral

Cuando escuches el primer cohete, haz las maletas y vete

Los viejos cómicos feriantes tenían claro que al escuchar el primer cohete de final de fiestas debían abandonar la plaza. Así sucede en Tárrega, el domingo es día de despedidas, abrazos y citas improbables. Tiempo de recuento, aunque las actuaciones apurarán la jornada hasta que se acabe el humo de las velas.

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La lluvia, el viento, son dos elementos naturales que dañan la actividad teatral en la calle. Pero cuando se concentran tantas almas con ganas de disfrutar de sus artistas, crean una suerte de manto protector y hacen que si la lluvia no es tormentosa, y el viento huracanado, se aguanta a pie de puente que sostiene el trapecio o las telas. Y los artistas saben que con esa lluvia intermitente, pero suficiente para crear mayores dificultades en sus ejercicios, no puede bajarse de las alturas y dar por terminado su espectáculo, porque esos públicos los llevan con su presencia a apurar el riesgo. Sucedió con Lorrojo y su «Static», un número de acrobacias musicales, muy bien conjuntado y en el pase presenciado, con el riesgo añadido de esa pertinaz agua, a modo de calabobos, pero que consiguió la comunión con un público de la hora de vermú compuesto, en general, por núcleos familiares.

Y es que una de las características de Tàrrega es que conviven los cientos de profesionales, los feriantes, con públicos jóvenes y familiares. Es una cita cultural, estrictamente teatral, pero que es tomada a su vez como una fiesta, especialmente en los espacios dedicados al circo y en los espectáculos abiertos para todos los públicos. Aglomeraciones, niños a hombros de sus padres, niñas siguiendo con atención casi mística la actuación de una bailarina o de unos payasos. O directamente para disfrutar de los mil y un juegos de los variados parques o de atracciones de tracción animal, es decir del esfuerzo de los humanos para que gire el carrusel. Espacios en donde se crean instrumentos, nuevos juguetes, como la compañía Guixot de 8 con el reciclaje de todo tipo de materiales. Para ejercitar la imaginación.

La danza en todas sus expresiones ha ido ganando espacio en las calles y plazas, y el caso es que dos de la piezas del Euskal Teatroa, eran danza, dos estilos diferentes, muy urbano de la mano de Ertza con su «4x4», o con un lenguaje mucho más sofisticado con el «Carnaval» de la compañía Cielo Raso. En este devenir, los de Hortzmuga se muestran muy ilusionados porque unos programadores ingleses que se han interesado por su «Yo estuve allí.. y no lo contaron como yo lo ví» y parece que viajará a Londres.

Pero el feriante debe zapatillear mucho, ir de una punta a otra, en ocasiones para ver algo fugazmente, otras para impacientarse. Vemos a dos locos chiflados jugando al golf, perdón en su lenguaje se llama «Glof» y el grupo se llama JAM, dos clowns modernos, alterando el discurrir normal de la ciudad. O a los Jashgawronsky Brothers, con su «Transh!», un teatro musical itinerante, en ocasiones delirante y fantástica banda. O nos sigue conmoviendo las actuaciones de la Fundación Chimigagua, con su circo básico, una compañía colombiana que a sus valores artísticos se le debe añadir su valor como elemento de ayuda a jóvenes con problemas familiares estructurales que acaban formando parte de una familia circense, que encuentran una profesión y un futuro. Lo importante es lo que hacen, pero no está de más saber de dónde vienen y cómo lo hacen.

Han sonado los primeres cohetes de despedida. Tenemos la maleta hecha. Hoy Tárrega volverá a ser una ciudad del interior de Catalunya, y se irán borrando todos los rastros de los cientos de locos que han convertido sus calles en un escenario. Algo queda siempre en la memoria de todos.

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