Hay, dicen, dos maneras de ver el mundo: con pesimismo o con optimismo. No es verdad. Existen muchas formas más de ver el mundo. Por ejemplo, con honestidad o sin. O con inteligencia o sin. U otra muy clásica: con dinero o sin.

En vísperas del batacazo olímpico madrileño, «Le Figaro» adelantaba el resultado favorable a las pretensiones niponas. En Lo que cuesta una candidatura, el periodista explicaba negro sobre blanco que el único debate en el seno del COI se centraría, como en ocasiones anteriores, en los ceros. Tokio puso muchos sobre la mesa, 62 milllones de euros aproximadamente; bastantes más que los 42 de Estambul o los 30 que, según el diario galo, invirtió la candidatura española por hacer el ridículo ante medio mundo. Pero lo que es evidente es que, con dinero o sin dinero, lo de Madrid tenía menos futuro que un adolescente medio español.

Porque hay muchas formas de ver el mundo, pero todas se resumen en dos: con los ojos o con el culo. Y cualquiera que le eche una mirada a la marca España acaba volviendo la cabeza ante un país corrupto hasta las entrañas del deporte y cuya capital ha encumbrado a la alcaldía a una señora cuyo único mérito es ser la mujer de. Toda una declaración de intenciones bananera.

Se han echado a la basura 30 millones que no sufrieron recortes, más aquellos que se invirtieron en hormigón, los que se pasearon en sobres y los que descansan en cuentas oscuras en las islas Caimán a costa del sudor de millones de contribuyentes.

Pero no pasa nada. La alcaldesa de Madrid, que observa el mundo con el culo, sigue viendo la botella medio llena. El resto sollo ve una Botella vacía. Tan vacía como España.