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Ainara Lertxundi Kazetaria

De Chile a las arenas del desierto

En uno de los mensajes recibidos con motivo del 40 aniversario del golpe de Estado de Augusto Pinochet, una de las víctimas que dejó la dictadura afirmaba que «el conocimiento de los hechos es sanador, aunque parta el corazón por la ausencia del abrazo».

«Este ejercicio de verdad y de reconocimiento no es autocomplaciente ni victimizante, es para conocer la verdad, tenemos la necesidad de conocer qué pasó con las víctimas», subrayaba el lunes la expresidenta y actual candidata de la Nueva Mayoría y, también víctima de la dictadura, Michelle Bachelet a las puertas del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.

Incluso el actual presidente chileno, el derechista Sebastián Piñera, próximo a los círculos de poder que auparon y avalaron al golpista Pinochet y sus secuaces, reconocía en otro acto paralelo en el Palacio de la Moneda que «no podemos resucitar a los muertos ni recuperar a los desaparecidos para devolverlos a sus familias, pero sí debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para aliviar ese dolor y sufrimiento, avanzando en materia de verdad, justicia, reparación y reconciliación. Los que pudimos haber hecho más por los derechos humanos también tenemos una cuota de responsabilidad».

Una responsabilidad que debería traducirse en un honesto y eficaz compromiso para arrojar luz sobre el destino de miles de chilenos. Una verdad que durante casi también cuatro décadas llevan reivindicando allegados de más de 400 saharauis desaparecidos desde 1976. La última desaparición constatada como tal data de 2011. Las lágrimas de la activista Dijmi Elghalia durante la presentación en Donostia de la investigación «Meheris. La esperanza posible», que ha hecho posible el hallazgo e identificación de ocho desaparecidos, son un claro reclamo a la comunidad internacional, a la ONU, a entidades marroquíes, al Gobierno español, porque, tal y como subrayó el médico Carlos Beristain, «con los restos humanos se exhuman verdades». Las heridas en cualquier latitud del mundo seguirán siempre abiertas mientras la víctima no pueda realizar un duelo basado en la verdad y la dignidad.

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