La derecha noruega deberá negociar con el xenófobo expartido de Anders Breivik
GARA | OSLO
Vencedora en las elecciones legislativas de Noruega, Erna Solberg, del Partido Conservador y líder del bloque de derecha, se enfrenta ahora a una tarea de enormes proporciones, la de formar un Gobierno viable con el apoyo de sus aliados de la derecha xenófoba y con tintes ultraderechistas, el Partido del Progreso del que formó parte Anders Breivik, autor de las matanzas de Oslo y Utøya, y del centroderecha liberal y cristianodemócrata, algunos de cuyos puntos de vista pueden ser radicalmente opuestos.
Al día siguiente del triunfo de la derecha, que ganó por más de trece puntos a la coalición «rojiverde» del hasta ahora primer ministro, Jens Stoltenberg, Solberg subrayó que, aunque tenga otras posibilidades, su primera opción es formar un Gobierno amplio que incluya a los cuatro partidos de su bloque.
Para obtener mayoría absoluta sería suficiente con sumar a los votos del Partido Conservador y del Partido del Progreso los de uno de los dos partidos menores, liberales o cristianodemócratas, que volverán a ser decisivos.
Las cuatro formaciones emplearon un tono conciliador, pero la línea dura en inmigración que pretenderá implantar el partido que Breivik dejó por moderado choca frontalmente con los dos eventuales socios menores. Un desacuerdo que se extiende también a cuestiones como las prospecciones de petróleo, principal recurso de Noruega, en áreas protegidas.
Poner de acuerdo a los cuatro será una ardua tarea, según muchos analistas, que consideran «irreconciliables» sus posturas.
La amplitud del triunfo de la derecha, que se hizo con 96 de los 169 escaños, permite otras combinaciones si el acuerdo a cuatro es imposible, como la de un Gobierno en minoría entre conservadores y xenófobos.
A falta de definir los pactos poselectorales, Solberg, que consiguió el mejor resultado en tres décadas y ahora tendrá vía libre para impulsar la bajada de los impuestos y privatizaciones en sanidad y educación.
También sale triunfador el Partido del Progreso, a pesar de bajar del segundo al tercer puesto y perder seis puntos y doce diputados, ya que por primera vez en su historia podrán formar parte del Gobierno, algo que ningún partido de este tipo ha logrado en los países escandinavos, aunque el Partido Popular danés fue el socio externo que garantizó la mayoría de derechas en Dinamarca durante una década. Su influencia es destacada por los expertos, que aseguran que «no apoyará al Gobierno sin que asuma buena parte de su política». Su líder, Siv Jensen, ha prometido «una negociación difícil» y dejar su huella en el futuro programa del Ejecutivo.
La derrota de la coalición que lideraba Stoltenberg era esperada tras ocho años en el poder, aunque el Partido Laborista se mantiene como partido hegemónico pese a caer 4,5 puntos y perder nueve escaños. El desgaste y una participación menor castigaron al Gobierno y el todavía primer ministro no pudo evitar la derrota de su bloque, porque aunque el Partido Centrista se mantuvo, la Izquierda Socialista se derrumbó y perdió siete parlamentarios.