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Fede de los Ríos

Esto es un sindiós

El 22 de octubre del 36, Falange tuvo a bien celebrar el aniversario de su fundación en Iruñea, y allí estaba nuestro Marcelino para proclamar su «cariño» a sus viejos amigos «por ser obispo, por ser patriota y por ser amante del obrero» (sic)

Miro el calendario y el santoral marca hoy como día del Beato José Aparicio Sanz y compañeros. Algo así como el diestro y los subalternos. Despertada mi curiosidad por el regusto a cartel taurino, me lanzo cual cosmonauta a la navegación por el espacio de Internet a la búsqueda de información sobre José Aparicio y su cuadrilla. Navego por el archipiélago de las webs venciendo la tentación, en honor a Ulises, de tanta página habitada por alegres sirenas ligeras de escamas, con rumbo a las construidas por la Santa Iglesia Católica para el reconforte del espíritu y faro de almas a la deriva en la red de redes.

Resulta que el tal José Aparicio y compañeros fueron unos mártires que los rojos mataron en 1936 por ser de derechas, y a dos vascos de derechas, Marcelino Olaechea Loizaga (Barakaldo) y José María García Lahiguera (Fitero), se debe el verlos en los altares para así poderlos venerar.

Siendo Marcelino Olaechea obispo de Iruñea, ya entonces dio muestras de claridad de ideas en lo referente a dilucidar entre el Bien y el Mal. De manera premonitoria, el 10 de febrero de 1936, a una semana de las elecciones en las que el ganaría el Frente Popular, en el Palacio Episcopal de Iruñea, Marcelino se reunía con las alegres muchachas de la Sección Femenina y con dos unidades de la Falange que, en formación militar, recibieron su bendición. Al igual que la bandera rojinegra del yugo y las flechas. Generoso el baracaldés.

El 6 de agosto, al alimón con Mateo Mújica Urrestarazu, obispo de Gasteiz, emite por radio una carta pastoral conjunta denunciando la colaboración vasco-comunista y conminando al nacionalismo vasco a hacer frente común al «monstruo moderno, el marxismo o comunismo, hidra de siete cabezas, síntesis de toda herejía». Tope de malo el comunismo. Así que no es de extrañar que el bueno de Marcelino Olaechea fuese el primero en otorgar rango de Cruzada a la sublevación de militares y falangistas. Y que el 23 del mismo mes convocara una procesión de rogativa a la Virgen del Rosario, pues «Vivimos una hora histórica en la que se ventilan los sagrados intereses de la Religión y de la Patria [...] una contienda entre la civilización y la barbarie». Marcelino pedía limosnas para quienes combatían «por la causa de Dios y por España, porque no es una guerra [...] es una Cruzada, y la Iglesia [...] no puede menos de poner cuanto tiene en favor de sus cruzados». Cruzados como Mola: «eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros» o Queipo de Llano: «Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado lo que significa ser hombre a estas comunistas y anarquistas. ¿No han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen».

El 22 de octubre del 36, Falange tuvo a bien celebrar el aniversario de su fundación en Iruñea, y allí estaba nuestro Marcelino para proclamar su «cariño» a sus viejos amigos «por ser obispo, por ser patriota y por ser amante del obrero» (sic).

Y ahora Bergoglio dice no ser de derechas. ¿No es pa cagarse?

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