Raimundo Fitero
Abdicar
El otro, el suegro de Urdangarin, forma parte de otro ritual, para ponernos un poco rijosos, perteneciente a la sección «Sálvame de luxe» de la política chocarrera y doméstica, aunque se le debería atender con un poco menos de desprecio debido a que, se quiera o no, es parte del problema vasco. Lo digo porque en «El dilema» de ETB-2 se trató este asunto y Carod Rovira, ¡qué gran hombre de la política-ficción!, y la representante de EH Bildu se despacharon con una actitud comprensible, pero muy poco operativa. Desde luego que no es «mi rey», pero es el rey de mis colonizadores. O así se podría entender.
Datos históricos: la Casa Real dio la primera rueda de prensa en treinta y ocho años. Algo pasa, indudablemente. Insistir por activa y por pasiva que no abdicará, y que el yerno de Urdangarin casado con una periodista no puede suplirlo, es decir que solamente puede representarlo, porque no existe en el ordenamiento un sub-jefe del Estado, que es, manda güevos, lo que es el enfermo. Mensaje muy obvio y evidente. Porque estamos hablando de un asunto antidemocrático, de un quiste franquista que se quiere sajar sin dolor. Y a alguien escuché en tertulias y consignas que el señor de las muletas, si deja de ser el jefe, ¿a qué se dedicará? ¿Dónde vivirá? No se ha solucionado ese tránsito. Pero también suenan rumores de miedo, de inestabilidad, de que esa monarquía tan corrupta no tiene el favor general de la ciudadanía, sino que se le consiente sin convicciones. Y tenemos sesión continua de clínicas, cirujanos, ortopedias, partes médicos, declaraciones y procesión de visitantes. Fútbol y príncipes. Y la Merkel, de elecciones.