Washington y Teherán se miran de frente como actores principales en Oriente Medio
Una fatua del líder supremo iraní, ayatolá Ali Jameneí, y unas declaraciones del presidente del estado persa, Hasan Rohaní, en ambos casos en contra de las armas atómicas, han desencadenado una serie de reacciones que, por el momento, han desembocado en un intento de acercamiento por parte de Estados Unidos. Ayer, Barack Obama apostó por la vía diplomática para lograr un acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, y consideró que las citadas declaraciones «deben ofrecer la base para un acuerdo significativo» sobre esta materia. Con independencia del resultado, todavía incierto, de este incipiente deshielo en las relaciones diplomáticas entre Washington y Teherán, es precisamente eso lo que llama la atención, el protagonismo de la diplomacia en su sentido amplio en la relación tortuosa que mantienen ambos países, que durante décadas se ha caracterizado por la amenaza.
Y, en segundo término, este cruce de declaraciones constituye la asunción del carácter de Irán como actor principal en Oriente Medio, región que lleva dos años en conflicto y donde hasta ahora ambas partes han defendido sus intereses a través de agentes interpuestos.