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61 DONOSTIA ZINEMALDIA

«Estamos viviendo en sociedades obsesionadas con la juventud»

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Sebastián Lelio

Director de «Gloria»

Después de su rotundo éxito en la Berlinale, festival que se celebró hace algunos meses y donde se realizó esta entrevista, el director argentino-chileno Lelio vuelve al Festival de Donostia con «Gloria», cinta que el año pasado logró el premio de Cine en Construcción y que en esta edición se proyecta en la sección Perlas y, de momento, va en quinta posición en la valoración del público.

Janina PÉREZ ARIAS | BERLÍN

Una taza de café después de que Sebastián Lelio (Ciudad de Mendoza, Argentina, 1974) tomase asiento en la Berlinale Palast. En el exterior del teatro, el invierno hacía de las suyas, pero el director crecido en Chile llevaba por dentro el fuego del éxito, unas llamaradas que le calentaban, que le hacían sonreír de oreja a oreja. No era para menos: su película «Gloria», protagonizada por la actriz fuera de serie Paulina García, acababa de pasar la difícil prueba de su première mundial en la competición por el Oso de Oro del Festival de Berlín, justo en ese recinto sede de la cita cinematográfica.

Desde aquel día de febrero en Berlín, aún con el triunfo de su cuarto largometraje pegado en los párpados, Lelio no ha parado de llevar a su «Gloria» a las pantallas de varios países, hasta devolverlo precisamente a Donostia donde, después de recibir el premio de Cine en Construcción hace doce meses, cayó en la cuenta de que tenía en sus manos una película que le cambiaría la vida, la de él y la de muchos espectadores. Y esto sin ánimo de exagerar.

Muy pocos filmes tienen la virtud de quedarse alojados en la memoria del público, y «Gloria» lo consigue desde la primera escena, cuando esa mujer que se enfila a los 60 se mete en el coche y entona a viva voz «Eres» (interpretada por Massiel). Divorciada, con los hijos ya fuera de casa que se acuerdan de ella de cuando en cuando, asidua a los «bailes de señores», coqueta, dispuesta a vivir cualquier tipo de aventura, Gloria está experimentando una segunda vida, esa cuando se cree que las mujeres solamente están para cuidar nietos y ojear con nostalgia el álbum familiar.

Y allí se plantó Sebastián Lelio, junto a su co-guionista Gonzalo Maza, para ponerle color a esas edades que se piensan ya pertenecen al papel en sepia. Por ese rol escrito especialmente para la veterana actriz de teatro chilena Paulina García consiguió en Berlín el reconocimiento a la Mejor Actuación Femenina. Luego vinieron el gran estreno en Chile -precisamente el Día de la Madre-, el periplo de «Gloria» por el mundo, y recientemente la selección de la misma para representar a Chile en la 86 entrega de los Óscar.

Ha dicho que en nuestras sociedades hay una obsesión por la juventud. ¿Cuándo se dio cuenta de que quería explorar el mundo de los mayores?

Los procesos creativos tienen mucho que ver con las casualidades, y al final, cuando todo está listo, haces como que estuvo planificado, muy bien pensado, con una buena estrategia... Pero no es así del todo (risas). En este caso, siempre me gustó ver a mi madre cantando en el coche. Ella siempre lo hace. Pero estando en Santiago [de Chile] me di cuenta de que mi madre no era la única que se ponía a cantar sola en el coche mientras conducía. Entonces me dije, ahí hay una película con esa mujer solitaria cantando, con todas sus esperanzas, sus miedos, con todos sus sueños...

¿Se le hizo muy difícil la construcción de la historia?

Después de terminar mi segunda película, me puse a trabajar con mi co-autor, estábamos dándole vueltas a la cabeza sobre qué podíamos escribir. Entonces le planteé, ¿qué tal si le damos un giro de 90 grados a la cámara y exploramos lo que pasa en el mundo de nuestras madres? Tal vez haya allí mucho cine, le dije. Así fue como nos embarcamos en un largo proceso de entrevistas con mi madre, sus amigas, y otras mamás contemporáneas. Empezamos a ir a esas fiestas de solteros mayores en Santiago, las cuales nos parecieron un planeta completamente desconocido. De esa forma la historia comenzó a tomar cuerpo, nutriéndonos de lo que nos contaban. Cuando estábamos ya metidos en ese mundo, me di cuenta de que estamos realmente viviendo en sociedades que están obsesionadas con la juventud, y tal vez al abordar a esa generación en «Gloria» se podría despertar el interés de otras personas en explorar la vida de los mayores.

¿Cree que son sobre todo las mujeres quienes pasan a ser «invisibles» en la sociedad cuando se llega a cierta edad?

Estoy completamente de acuerdo. Siempre se tiende a construir un tabú infantil alrededor de las personas que pertenecen a esa franja etaria, porque se piensa que no viven romances, que ya no están en capacidad de amar. Se supone que de eso no se habla, lo cual es estúpido, ya que todos somos seres humanos hasta la muerte.

Los hombres no salen bien parados en «Gloria». ¿Por qué decidió darle más fuerza a los personajes femeninos?

Creo que fue porque es lo que siempre veo en Chile. ¡No sé qué pasa con los hombres chilenos...! (risas). En Chile tal vez fue por la dictadura, porque estuvimos castrados por la autoridad, por eso tenemos hombres desastrosos (se sonríe). Creo que de verdad las mujeres pueden salvar el mundo, y que es precisamente esa parte femenina en los hombres lo que se necesita en todos los países.

¿Cuan sociológico es su acercamiento a ese tema?

Pienso que todo lo que hagas tiene una connotación tanto sociológica como política, así no lo quieras. Creo que mi conexión con el mundo que explora el filme es verdadero, emocional. Sin embargo, durante el proceso de creación nunca me planteé un acercamiento sociológico por el hecho de tocar ese tema. Una vez hecha la película, los espectadores tienen puntos de vista diferentes, y tal vez el sociológico, como el político que también aparece en el filme, sea uno de ellos.

¿Por qué decidió incluir el tema político actual de Chile?

Quise concentrarme en el viaje individual de Gloria situado en un aquí y ahora, pero todos estamos inmersos en un dilema evolutivo tal como ella. Sentí que esos dos procesos estaban relacionados, me refiero a esa pequeña e individual revolución de Gloria, y a la toma de conciencia de un colectivo. La sociedad chilena carece de muchas cosas que no corresponden a su estatus de país desarrollado, hay muchas injusticias, es muy anticuada, y está orientada a las clases con más recursos.

No muchos directores se centran en carácteres femeninos. ¿Tiene alguno que le haya servido de norte en su trabajo?

¡Por supuesto! Adoro a [John] Cassavetes, su trabajo con Genna Rowlands, el cómo supo exponer la humanidad y los sentimientos. Y claro, [Pedro] Almodóvar me encanta. Cuando estábamos haciendo «Gloria», quisimos encontrar la forma de combinar Cassavetes y su humanidad, con algunos toques de locura tipo Almodóvar (se sonríe).

«Nada mejor que una mala educación»

A Sebastián Lelio le costó un año convencer a sus padres para que le permitieran estudiar cine. Mientras, se paseó por los pasillos de la facultad de Periodismo, la que abandonó para meterse de lleno en la Escuela de Cine de Chile cuando dio por exitosa su campaña de convencimiento. Convertido en director, guionista, camarógrafo y editor, después de varios cortos, Lelio saltó a las aguas del largometraje con la muy celebrada “La Sagrada Familia” (2005); luego vinieron “Navidad” (2009) y “El año del Tigre” (2011), trabajos con los que consiguió cierta notoriedad en su país y allende fronteras.

“Gloria” le llevó a Berlín, gracias a una beca, y en esa ciudad echó el ancla hasta nuevo aviso. Con un grupo de amigos recientemente se inició en la gastronomía. Sin embargo, el hecho de que Sebastián Lelio se atreva a incursionar en otros campos no le alejará del cine. Ya está amasando un par de ideas de las que, tal vez por superstición o por recelo, no quiere entrar en detalles.

Ahora mismo el cine chileno está viviendo un buen momento. ¿Qué relación tienen los cambios políticos con esta buena fase de la cinematografía en su país?

Después de 18 años de dictadura entramos en democracia, y 20 años después de eso, en 2005 se produjo la primera gran «explosión» del cine chileno. En ese año se experimentó una sensación de descubrimiento, de novedad, de entender que el cine era una manera de representar a Chile en el mundo. Ocho años más tarde hemos alcanzado este punto en el que estamos produciendo películas, en el que hay muchos nuevos directores, y se han estrechado las conexiones. En el mundo se está apoyando de una u otra manera al cine chileno, y estamos presentes en importantes festivales en diferentes países. Todo eso es nuevo, nunca lo habíamos experimentado antes.

¿Por qué decidió hacerse cineasta?

Creo que mi influencia vino por mis abuelos. Eran médicos, tenían una casa llena de libros, y me la pasaba en la biblioteca con mi abuelo. Hacer cine en Latinoamérica siempre ha sido una actividad burguesa. Y creo que así es en todo el mundo. Es que es estúpidamente caro hacer una película. Yo no vengo de una familia rica, sino de una clase media alta con padres profesionales. Crecí en la dictadura, mi padrastro estaba en la marina, así que conocí un aspecto de Chile que tal vez no esperarías de un artista. Salvando las distancias, el padre de [Friedrich] Nietzsche era un pastor luterano... (risas). Así que nada es mejor que una mala educación. J. P. A.

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