Trabajar con Dominique de Villepin, Primer Ministro francés entre 2005 y 2007, debía de ser una auténtica locura a tenor de lo que cuenta un antiguo consejero (Arthur Vlaminck en la ficción) durante su etapa al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores: un hombre con brío que gusta a las mujeres, de melena plateada, cuerpo atlético, capaz de interpelar a los poderosos para conseguir la paz... y una especie de tornado humano que, rotulador amarillo en ristre, se bandea por la política mundial con las citas de Heróclito como oráculo y un equipo de consejeros gracias a quienes no provoca guerras por su cuenta y riesgo.

Alexandre Taillard de Vorms (Thierry Lhermitte) es el protagonista y el alter ego de Villepin en «Quai d'Orsay», la película con la que Bertrand Tavernier provocó aplausos y risas en su proyección en la «carrera» a la Concha de Oro. Tras «La princesa de Montpensier» (2010) el veterano cineasta francés cambia totalmente de registro para hacer reír e ironizar sobre la política, caricaturizando, aunque sin hacer sangre, en la persona del conservador Villepin. «Podemos burlarnos de su forma de expresarse, de sus actos y de cómo ha creado un caos increíble en su ministerio, pero nunca de sus posicionamientos. Nunca se dice que son estúpidos. Fue intérprete de los momentos más formidables de la vida diplomática francesa; es un hombre que se posiciona, que asume posiciones muy fuertes contra el neocon de Bush».

Además, cambia de opinión continuamente. Pero eso, opina Tavernier, no es estrictamente malo: «Hitler siempre pensaba lo mismo». En «Quai d'Orsay», aparte de las 25 versiones del mismo discurso que tiene que escribir el protagonista por la insistencia de su ministro, lo que se transmite es la poca «consistencia» de los políticos, con un Primer Ministro preocupado por el oso Camile cuando el mundo se cae a pedazos y un Consejo de Ministros al que solo le importa lo que se habla en los mass media. «La película también trata de cómo una parte de los políticos no hacen bien su trabajo, tampoco lo hacen los diputados y los periodistas, pero hay personas que sí que hacen su trabajo bien, pero tienen que simplificarlo todo para que el resto lo entienda».