Mikel INSAUSTI

Han pasado ya casi tres lustros desde que se emitió en televisión «Piratas de Silicon Valley», y en todo ese tiempo aquella producción para la pequeña pantalla no ha sido superada en el cine. Allí aparecían ya los jóvenes Steve Jobs y Steve Wozniak de Apple enfrentados a sus competidores de Microsoft Bill Gates y Paul Allen, acusando a los segundos de haber robado a los primeros el sistema operativo Windows.

En «Jobs» no hay la tensión creativa que sí se apreciaba en su precedente televisivo, porque se trata de un superficial biopic hecho a la carrera. Apenas unos meses después de la muerte del verdadero Steve Jobs ya está en los cines, a modo de recordatorio. Por eso el prólogo nos presenta al magnate de la informática en su imagen última durante una de sus exitosas presentaciones, para acto seguido introducir el relato biográfico mediante un gran flash-back. Luego, en los títulos de crédito finales, se compara la caracterización de los intérpretes de ficción con las fotos en blanco y negro de los personajes auténticos.

Es una forma de convencer al espectador de que la recreación ha sido fiel al modelo histórico, lo que es cierto si nos atenemos al parecido físico. En efecto, Ashton Kutcher se parece al joven Steve Jobs, e incluso camina, gesticula y se expresa verbalmente como él. Aún así no resulta suficiente, ya que dicha personificación carece de profundidad dramática, a lo que tampoco ayuda el guión de Matt Whiteley, que se limita a repasar la vida profesional del fundador de Apple,sin entrar en la esfera psicológica, doméstica o de sus relaciones sociales.

La limitación argumental a la carrera empresarial de Steve Jobs no tenía porqué ser algo necesariamente negativo, pero sucede que ahí también surgen no pocos inconvenientes. Se pasa por encima de los hallazgos y lanzamientos de la marca, sin que se aprecie ningún detalle de los modelos y su evolución tecnológica, debido a que los productores independientes de «Jobs» no han contado con el respaldo logístico de Apple. Esto hace que haya muchos instantes en los que no sabemos de qué hablan los informáticos.