El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha condenado al Estado francés por alargar de manera indebida y sin soporte legal el encarcelamiento provisional de los ciudadanos vascos Patxi Abad y Mikel Almandoz, argumentando que en ambos casos se ha vulnerado el derecho a ser juzgado en un tiempo razonable, un precepto que viene recogido en la Convención Europea de Derechos Humanos. Las indemnizaciones fijadas en el fallo son casi simbólicas, pero que Estrasburgo le marque a París ciertas líneas rojas tiene al menos un valor político.

No es el primer fallo de la Corte europea contra las autoridades galas por este motivo, pues en poco más de año y medio han sido siete los presos y presas vascas que han visto atendidas sus demandas contra la actitud arbitraria de París, que lejos de verse acompasada con los nuevos tiempos no ha hecho sino acrecentar su virulencia. De hecho, haciendo alarde de un seguidismo vergonzoso de la política de tierra quemada del Estado español, el Ejecutivo de François Hollande, como antes el de Nicolas Sarkozy, está manteniendo respecto a este país un talante mamporrero que choca frontalmente con el ánimo que impera en la clase política de Ipar Euskal Herria, también entre los cargos y representantes del partido en el Gobierno. No solo en el ámbito represivo, la postura respecto a la institución propia o el euskara muestran una involución inaceptable.

Hace mucho que el aura de respeto a las libertades y los derechos humanos que acompañaba a la República se disipó por completo, y son muchos los pueblos que han comprendido de primera mano que la brutalidad francesa no difiere de la de otros estados con alma de imperio. A pesar de ello, hubo un tiempo no tan lejano en el que cruzar de un lado a otro de los Pirineos equivalía a abrir una ventana en una habitación cerrada. Todo eso es historia. Acompañar a Madrid en su cruzada antivasca ha embrutecido al Estado francés hasta el punto de ser una caricatura de lo que proclama.