blog(eroa) | 61 DONOSTIA ZINEMALDIA
Nuestros vecinos los marcianos
Tan cerca y tan lejos... Nuev@s Director@s no pierde la ocasión para demostrarnos que nuestros vecinos europeos pueden seguir pareciendo auténticos extraterrestres, en sangrienta pugna para ver quién de ellos es el más raro. El marcador no deja lugar a dudas: Islandia gana.Dirán lo que quieran los que han hecho de lo «políticamente correcto» su religión, pero siglos de evolución cultural divergente en algo tiene que notarse
Víctor Esquirol Crítico de cine
Puede que seamos todos hijos de un mismo dios, que los rasgos físicos que distinguen a un individuo del otro sean, simplemente, esto mismo: pura fachada. Aceptamos. Lo que sin embargo sigue marcando diferencias, a veces insalvables, en el rebaño del Señor es algo a priori tan insignificante como un pasaporte. Y dirán lo que quieran los que han hecho de lo «políticamente correcto» su religión, pero siglos (pongamos milenios, también) de evolución cultural divergente en algo tienen que notarse. La globalización, para entendernos, no se concretó en un día.
Por ejemplo, cuando un director de cine (es decir, un artista; es decir, una figura respetable) salta al escenario para presentar su película y decide deleitar al público con una demostración práctica del trote y el galope de un caballo, no es que nos hayamos equivocado a la hora de comprar la entrada, es que el cineasta que está saltando alegremente delante nuestro es islandés. Peligro. De esta isla de «ahí arriba» (como decía aquel futbolista que subía de peso cuando su entrenador le pedía que adelgazara), es de donde viene Benedikt Erlingsson, y a él cabe atribuir la paternidad de la película más alocada de Zinemaldia.
«Of Horses and Men» es lo que nos vende el título: una historia sobre «caballos y hombres». Hasta aquí, fácil. Pero las cosas se complican a partir del mismísimo pistoletazo de salida. Erlingsson nos lleva a una comunidad cuyo destino va estrechamente ligado al de los animales mencionados. El problema -o no- es que se impone la lógica equina. Imagínense. Dividida en capítulos cada vez más alocados, esta inclasificable película se dedica a concebir, demencial e imprevisiblemente, un híbrido entre animal y jinete: «A humano regalado no le mires el dentado». Así. Los ojos reflectantes de las pobres bestias se convierten en testigos, víctimas y, por qué no, cómplices del hombre. La retina del espectador, mientras, se humedece. El non-sense tiene esto: cuánto más marciano (y/o cuanto más islandés), más desternillante.
En similares estallidos de carcajadas se mueve `The Gambler', aunque está por ver si éstas eran las intenciones de su director. Ignas Jonyas, así como su película, proviene de Lituania, que pasa por ser el único país europeo donde el fútbol no es el deporte más popular. ¡Qué agravio! A pesar de esta infranqueable barrera cultural, el filme da síntomas de querer jugar en la Champions League: el Rey quiere recuperar su trono. Jugando con las etapas «ante» y «post» «Drive», Jonyas sigue los pasos de un enfermero de urgencias que, para satisfacer sus arrebatos ludópatas, idea junto a sus compañeros un sistema para apostar en la salud de sus pacientes. Cuánto más crudo lo lleve el enfermo, más alta la cuota. Tremendo. Ni falta hace decir que la degeneración -a todos los niveles- está presente en cada imagen. La cinta se suma al mismo proceso de putrefacción. La estética y la intensidad dramática están mal entendidas, y la obsesión por querer mostrar lo bajo que está cayendo la civilización occidental (en esto hay que darle la razón al director) hace que el discurso se pase de frenada, perdiéndose así la credibilidad. Por su parte, la voluntad por querer ser un producto exportable, así como la excesiva consciencia que éste toma de sí mismo, hacen que este juego de apuestas mortales empiece a trastabillarse hasta que finalmente cae, lo cual es siempre gracioso. ¿Humor lituano?