En apenas dos semanas, ochenta ciudadanas y ciudadanos vascos se sentarán en el banquillo de la Audiencia Nacional española para ser juzgados por su actividad política. En el caso de los procesados por sus responsabilidades en HB, EH y Batasuna, lo harán once años después de que se abriera la causa; los jóvenes independentistas, por su parte, revivirán lo sufrido tres años después -de los 40 detenidos, 32 denunciaron torturas-.

En este tiempo han hecho y deshecho su vida, pero sin desprenderse de la carga que suponen estos procesos. Esa sombra tan alargada ha afectado de manera inevitable sus proyectos, hasta los más íntimos, como el de ser o no ser madre.

En junio se confirmaron las fechas del inicio de ambos juicios. ¿Cómo asimilaron esa noticia?

Itsaso Torregrosa: En nuestro caso no ha pasado tanto tiempo desde que nos detuvieron y salimos de la cárcel, pero es cierto que esto nos ha pillado cuando nos habíamos habituado de nuevo al día a día, a los quehaceres cotidianos. Incluso en algún momento se puede llegar a olvidar que estás a la espera de juicio... hasta que sale la fecha. Entonces se remueve todo de nuevo. Me siento tranquila, aunque el proceso en sí va a poner mi vida patas arriba.

Eñaut Aiartzaguena: Yo tenía mi sitio, mis estudios, trabajo y proyectos entre manos, pero cuando me dieron las fechas... es una mancha negra. Perderé al menos dos cursos, además de otro tipo de iniciativas. Esto nos limita, tenemos que dedicarle todas nuestras fuerzas.

Idoia Arbelaitz: Siento alivio, pero también mucha rabia porque hay que echar la vista atrás once años para remontarse al comienzo de todo esto. ¡Once años! Once años en los que he emprendido un montón de proyectos, pero siempre con el condicionante del juicio. En junio, cuando salió la fecha, octubre parecía que estaba lejos, pero ahora... he pasado todo el verano trabajando para no pensar demasiado en todo esto. A medida que se acerca el día, resulta más difícil y las tardes, los días, las noches... giran en torno a este pensamiento: qué hacer con el trabajo, la familia...

I.T.: Yo me he dedicado a planificar mi vida sin saber qué hacer con exactitud porque no sabemos hasta cuándo se alargará la situación, ni en que terminará todo esto. Intento llevar una vida de lo más normal posible y en el día a día lo hago. Es a medio-largo plazo cuando no puedo hacer demasiados planes. El verano lo he dedicado a cerrar proyectos, como si hubiese terminado una fase en mi vida, dejando todo cerrado y atado.

Joseba Permach: Cuando fui a Madrid por primera vez tenía dos hijos; el tercero vino después, sabiendo que llegaría este juicio. Tomamos la decisión de que no podíamos estar mirando constantemente hacia atrás, que debíamos caminar hacia adelante. En mi caso, además, mi pareja también está en el mismo sumario. Una vez que llegue el día, tendremos que hablar con los niños.

El proceso también afectará a mi labor, porque no podré desempeñar mi cargo político.

Aparte de todo esto, creo que hay una preocupación colectiva, y es cómo afectará a Euskal Herria esta agresión contra quienes desarrollamos una actividad política. Es importante aglutinar al mayor número de personas en torno a estos procesos. Que esto se consiga también nos preocupa.

¿Cómo se encajan estos juicios políticos en la situación actual que vive Euskal Herria? ¿En algún momento pensaron que esto no seguiría adelante?

I.T.: Esto nunca tuvo sentido; menos aún ahora. El coste personal no me resulta tanto si ello contribuye al proceso. Debemos unir fuerzas para dejar en evidencia este sinsentido.

J.P.: Los dos sumarios son muy gráficos: utilizaron ambos para ilegalizar organizaciones políticas. En este nuevo tiempo existe Sortu, pero la realidad es que no está superada la etapa anterior; los juicios políticos y el acoso policial son muestra de ello, y la Audiencia Nacional sigue tomando decisiones.

¿Creen que es casualidad el momento elegido y que sean simultáneos?

E.A.: Creo que no, todo lo que hacen tiene un sentido... el que le dan ellos. No sabría decir cuál es su razón, pero dos juicios con tantas personas juntas en la Audiencia Nacional y, además, en este escenario...

J.P.: Buscan un golpe de efecto. En pleno proceso judicial, además, se cumplirán dos años desde que ETA anunciara un alto el fuego permanente. ¿Casualidad? No. La realidad es que el Estado español no ha mostrado ninguna intención de abordar ni la raíz ni las consecuencias del conflicto, pero aprovechará esa fotografía para mostrarse fuerte. Es lo que venderá. Por su parte, este pueblo ya ha mostrado cuál es su voluntad.

Se han reunido con agentes sociales, sindicatos y partidos políticos. ¿Qué han extraído de esas entrevistas?

E.A.: En nuestro caso, aparte de los agentes, nos marcamos en la agenda encuentros con las personas, y es de ahí de donde extraigo las conclusiones más positivas: se ha acercado gente sin que les dijéramos nada para ofrecernos su ayuda, mostrando una actitud muy abierta.

I.T.: Considero que la clave está en la sociedad vasca, ha cambiado el chip y ahora se pregunta `qué puedo hacer', pasando de la solidaridad al compromiso. Estoy sorprendida, a nivel más local, de cómo se han posicionado contra estos juicios personas muy diferentes entre sí. La sociedad también ha asumido que cada cual puede aportar. Todo suma. El ejemplo de Iruñerria es muy significativo, y en ese sentido estoy muy esperanzada. No somos cuatro gatos y, más allá de ideologías, la gente no está dispuesta a soportar este tipo de procesos.

J.P.: A excepción del PP, nos hemos reunido con todos los grupos políticos. Por un lado, el PP quiere mostrar su fortaleza, pero la realidad es que está solo. También es cierto que el PSE ha acudido a las reuniones cuando fue esta formación la que nos quiso llevar a la cárcel, y en ese sentido no les voy a quitar ninguna responsabilidad. Dicho esto, hay una oportunidad para, junto con agentes y partidos, mostrar unión frente a la estrategia del Estado español.

Volviendo al plano personal, ¿en qué medida les ha resultado inevitable pensar en el peor de los desenlaces?

I.A.: Depende del día, pero pensar en ello es inevitable. Somos cuatro hermanos; yo, la única mujer. Cuando estuve en la cárcel recuerdo que a la ama le pedía que en el próximo paquete me metiera ropa interior. Y lo hacía. Es una mera anécdota, pero las rebajas las empleo para comprar ropa interior y hacer paquetes, por si acaso.

I.T.: Puede que se trate de un mecanismo de autodefensa, pero tengo en la cabeza que entraré en la cárcel. Acabo de terminar un máster y he pensado en la carrera que estudiaré si finalmente ingreso en prisión. Consciente o inconscientemente, te pones en esa tesitura.

E.A.: Desde el instante en que salí de la cárcel asumí que podría volver, que aquello no terminaba ahí; lo he asimilado desde esa posición. Antes no tenía pareja; ahora sí. Hemos hablado mucho al respecto, mucho... la cárcel siempre está presenté. Ya empecé a tomar valerianas para dormir mejor por las noches, porque he tenido pesadillas con la prisión y eso me altera mucho. Me agobia pensar que puede ser una realidad.

I.T.: La maternidad también está ahí. La gente me dice que no le de muchas vueltas, pero es algo que tengo en cuenta y hago mis cálculos.

I.A.: Yo ya no tengo opciones. Me condicionó por completo el arresto, la cárcel, el proceso... Y eso es muy duro, porque hablamos de ser madre y me encantan los niños. Lo hablé largo y tendido al respecto con la familia y me ofrecieron su ayuda incondicional para hacerse cargo del niño, pero no quería arrastrarles por una decisión personal.

J.P.: Los sicólogos nos han recomendado que a los hijos no les creemos falsas ilusiones, tenemos que contarles cuál es la situación y qué es lo que puede pasar y, a partir de ahí, todo lo bueno que pueda ocurrir, aprovecharlo. Desde luego, no pueden sentir que les hemos engañado. Como padre, todo esto es durísimo. Nuestra única preocupación son nuestros hijos, su bienestar. Lo nuestro lo sentimos como algo secundario.