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IBILIZ IBILI | Jesús M. ALQUÉZAR

Paramoudras de Jaizkibel

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Las Paramoudras son concreciones silíceas de gran tamaño organizadas en torno a trazas fósiles (icnofósiles) de la madriguera de un organismo. En un pseudokarst del litoral del Jaizkibel se desarrollan con formas inusuales en areniscas carbonaticas de edad eoceno (Cenozoico) adoptando las mas caprichosas formas: esféricas, serpentiformes, en forma de senos, falos, ánforas, esponjas, conjugadas en esculturas de extraño diseño que recuerdan a gusanitos articulados, tortugas, focas etc. El conjunto resulta notable a nivel mundial, y se encuentran en el último eslabón de la costa guipuzcoana, en la rasa mareal de Erentzin Zabala.

Curiosamente, en este espacio se encuentra la mayor concentración del planeta de estas geoformas, con los ejemplos mejor conservados. La Sociedad de Ciencias Aranzadi ha realizado potentes estudios científicos sobre esta maravilla geológica, de Carlos Galán/Marian Nieto & Michel Molia que se pueden ver en la red (Paramoudras)

Todo ello constituye por lo tanto otra de las joyas de la costa del Jaizkibel, quizá un tanto escondida, porque hay que recorrer la playa pétrea para descubrirlas, dado que el sendero del litoral las evita. Para llegar allí de la forma más rápida, aunque queda lejos desde la carretera, los puntos mas apropiados son el antiguo parador de la DFG Km 10,5 o Guadalupe-Justiz. Desde Mendia sugerimos la travesía, pasando por Erentzin Zabala para finalizar en la ermita-santuario, tras recorrer el sector amable del litoral por el Talaia bidea.

El recorrido que se sugiere nace en la carretera desde el puerto automovilístico. En el km 10,5 desde Pasaia existe un aparcamiento donde estuvo el parador de turismo de la Diputación de Gipuzkoa. Caminando hacia el col, a 300 mts a la derecha y hacia el mar, nace una pista ancha que hay que dejar en una curva (primer cruce), y tomar a la derecha un camino más estrecho que llega al Talaia bidea y desemboca en otra arenosa pista ancha.

Debe seguirse a la derecha hasta llegar al punto conocido como Aerdi, cuya referencia es una rueda de molino que dice «Camino forestal de Gastarrotz». Ahora el excursionista tomará el camino que raudo pierde altura al N, hacia el cercano mar, para pasar por el ruinoso antiguo cuartel de carabineros de Erentzin. El camino sigue descendiendo, en una orografía de valles colgados, y haciendo una derivación al W -izquierda-, para tras una vueltona llegar rápidamente a Eretzingo portua, una de las mas bellas bahías del litoral, que ya fue puerto en tiempo de los romanos, bajo el vertical acantilado de configuración ruiniforme. Ahora el senderista, tras disfrutar de un escenario hechizante de mar y montaña, espectáculo y fantasía, derivará sus pasos al E -derecha-, hacia Hondarribia. Un estrecho sendero balizado con dos bandas blancas acercará a los deportistas hasta la rasa mareal de Erentzin Zabala. Hay que pisarla, abandonando la senda que discurre por encima, e iniciar el descubrimiento de las desconocidas «Paramoudras», siendo recomendable que haya marea baja para explorar este asombroso y amplio escenario. Tras emplear el tiempo necesario para visionar y fotografiar las Paramoudras, el senderista continuará por la rasa rocosa (tiene un paso delicado) hasta asomarse a la cueva más curiosa de la costa, dado que su boca esta horadada al mar.

Se sube a la senda litoral y »talaia bidea», para progresar por el tramo más amable y apacible de la costa, donde los prados humedales llegan al mar por calas y bahías. Destaca la punta Biosnar, el afilado cabo más audaz. El sendero avanza en un suave y cómodo tobogán, un disfrute para los sentidos, hasta situar a los montañeros en el inicio de las grandes praderas (la Irlanda vasca), al inicio del paraje Marla, donde a la derecha un ancho camino asciende hacia el legendario caserío merendero Justiz (Gustiz ederra), al que se llega, por pista cementada en su final, tras salvar una barrera. Después se sigue por la carretera hacia el puerto y en pocos metros a la izquierda nace un hermoso itinerario sumergido en el bosque de coníferas que asciende tranquilamente hasta Guadalupe, final de la ruta, donde habremos dejado un automóvil, para recuperar el que tenemos en el Parador.

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