Demasiados elementos en contra, internos y externos, se dieron cita al mediodía en El Sadar como para que Osasuna consiguiese encadenar su segunda victoria consecutiva en propio feudo, un triunfo que se antojaba vital para continuar con la línea ascendente del equipo. La mejoría en el juego no vino acompañada de mayor efectividad -hasta cinco ocasiones claras erraron los rojillos en la primera mitad-, la escuadra nava- rra protagonizó un bajón ostensible en el segundo periodo y José Antonio Teixeira Vitienes puso la guinda con una rigurosi- dad que acabó por resultar decisiva de cara al resultado final.

Ya resultó increíble cómo un encuentro con tal número de oportunidades para batir la meta contraria se marchase con empate a cero al descanso. Los de Javi Gracia, que salieron muy enchufados y dispuestos a resolver la contienda por la vía rápida, fallaron a más no poder, encarnando Oriol Riera de manera especial dicha faceta negativa. El delantero catalán no estuvo acertado, sobre todo en un mano a mano con Keylor Navas en el minuto 10 y un balón suelto en el 36, y eso que el portero costarricense dio muestras de sobra de su inseguridad pese a que mantuvo inmaculada su meta. Lo que no se le puede negar al ariete rojillo es que pelea, participa y genera peligro, el acierto tendrá que llegar.

Cierto es que el cuadro encarnado experimentó una esperanzadora mejoría durante esos primeros cuarenta y cinco minutos, pero su falta de puntería la acabaría pagando con el devenir del choque. Porque de ese ilusionante comienzo que incluso arrancó palmas sinceras de la grada, algo que no se había visto desde hacía tiempo en el feudo iruindarra, se pasó a un escenario desesperante y peligroso, con un Osasuna exhausto en lo físico y lo psicológico.

Mucho se había hablado entre semana de que el Levante era un equipo experto en madurar los partidos hasta llevarlos al terreno que más le convenía. Y eso sucedió. Los anfitriones perdieron dominio y posesión a pasos agigantados y los granotas se fueron sintiendo cada vez más cómodos sobre el césped del estadio rojillo.

Festival tarjetero

Si ya la escuadra navarra no tenía suficientes problemas con tratar de tapar los agujeros por los que los visitantes comenzaban a asomar los colmillos, apareció la figura del árbitro para terminar de amargar la mañana a jugadores y público. Para esas alturas, el festival tarjetero de José Antonio Teixeira Vitienes ya era toda una demostración palpable de lo mal que sabe gestionar su autoridad, amén de haber cometido errores de bulto, como un dudoso fuera de juego señalado al Levante.

El trencilla cántabro, que ya pitó un penalti por manos inexistentes de Oier en lo que supuso el empate del Getafe en su campo la pasada campaña, decidió volver a perjudicar a los rojillos, de nuevo malaconsejado por su asistente, pese a que él estaba mucho más cerca en el lance en el que Lotiés pugnó con Rubén dentro del área.

Con todo, no fue culpa del hombre de negro que se permitiese a Xumetra aprovechar el rechace de la pena máxima -incomprensible en un equipo que se juega la vida-, ni que se perdonase tanto en la primera mitad. A cada cual lo suyo.