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Iñaki LEKUONA | Periodista

Las katiuskas de Hollande

Es en las inmundicias que dejan las crisis económicas donde con mayor energía florecen los sentimientos que, como la xenofobia, alimentan a la extrema derecha. Francia no ha soportado la crudeza de la recesión, pero los tiempos actuales no son los gloriosos de hace unos años y eso en la calle se nota. Y también se nota el temor de que tras las intervenidas Grecia y Portugal, tras las estrujadas España e Italia, pudiera llegarle el turno a Francia. Y si las últimas elecciones reconfortaron al Frente Nacional, las encuestas que circulan advierten de que en las municipales de 2014 el partido de Marine Le Pen se convertirá en la tercera fuerza del país, con casi tanto músculo como los dos grandes.

Quizá por ello, o porque, como aseguran muchos, Manuel Valls sea realmente un conservador que va de socialdemócrata, el ministro de Interior acaba de sembrar un poco más de populismo en el lodazal social. Esta vez, asegurando que «el futuro de los gitanos romanís está en su país», y que allí piensa enviarlos a todos en cuanto el Elíseo le dé luz verde para ello.

El escándalo en el seno del Partido Socialista ha durado lo que las empresas de sondeos han tardado en asegurar que el 70% de los encuestados aprueba el mensaje xenófobo del ministro. La realidad social es tozuda y más vale no llevarle la contraria, porque hacerlo supondría un castigo electoral que nadie quiere asumir. No es tiempo de responsabilidad, sino de supervivencia política. Y Hollande, que últimamente ejerce de funambulista, no repudiará a Valls, al único que mantiene en tensión la cuerda sobre la que el presidente camina a duras penas. Por eso prefiere callar y calzarse las katiuskas.

 
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