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ANÁLISIS | SECCIÓN OFICIAL

La edición de la vuelta a la realidad

Este año se ha vivido la resaca de lo que fueron las celebraciones del 60 Aniversario. La vuelta a la dura realidad de la crisis se ha plasmado en una Sección Oficial más floja que la de la anterior edición, pero que ha mantenido un nivel correcto en las películas a concurso y extraordinario en las presentadas fuera de competición. Zinemaldia puede presumir de haber consagrado en su 61 edición a Denis Villeneuve. Con la proyección de «Prisoners» se inicia lo que se intuye como una carrera triunfal

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Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

Da gusto poder hacer un balance de la 61 edición con la tranquilidad que permite el éxito de público, porque lleva a decir lo que uno piensa a sabiendas de que el futuro del festival está garantizado. A mí, que me pagan por ello, me cuesta madrugar todas las mañanas para ver películas. En cambio, los y las donostiarras, junto con quienes se desplazan horas antes desde otros puntos del herrialde, se recorren buena parte del programa diario en una especie de maratón que no figura en las guías de los récords. Este año hubo una proyección de la Sección Oficial a las ocho y media de la mañana, y ya había gente esperando a la entrada para esa sesión una hora antes. Estoy convencido de que no sucede nada igual en todo el mundo. Y el fenómeno no solo no se detiene, sino que crece y crece. Las colas kilométricas han sido una constante, y tengo que concluir que , durante estos nueve días, he pasado más tiempo esperando de pie en la interminable cola que sentado en la butaca del K1.

Hubo una época en la que la genteme preguntaba por tal o cual película del festival, debido a que no las habían visto. Ahora sucede al revés, porque soy yo el que tiene que demandar información a otros, que se las arreglan para cubrir las secciones más importantes. Conozco quien reserva sus vacaciones para estas fechas y así poder disponer de tiempo libre para entrarle a un programa con una oferta cada vez más extensa e inabarcable. El festival se ha convertido para la ciudad en una cita tan importante como las festivas del calendario.

Los repartos se han impuesto a los directores en la Sección Oficial. Ya avanzamos en el análisis previo al comienzo de la 61 edición, que los más llamativo de la Sección Oficial a concurso eran los repartos. Sin embargo, no siempre un buen elenco artístico garantiza que la película esté a la misma altura. Sí ha ocurrido en «Quai d'Orsay», «Le Week-End» y «Enemy», pero no en otros casos. Tampoco sirve de mucho el gran reparto si los principales intérpretes de la película no acuden a Donostia para presentarla, y ha habido ausencias notorias como las del equipo de «Devil's Knot».

Sé que algunos enviados especiales hablan de una edición más comercial, más conectada con el público que llena las proyecciones. De ser cierto me parece estupendo, porque vendría a reforzar la personalidad de Donostia como un festival participativo, frente a otros más reservados para la crítica. Pero no lo tengo claro, pues entiendo que la selección de este año ha sido más floja que la del anterior por razones de peso.

Hemos vivido la resaca de las celebraciones del sesenta aniversario, con una vuelta a la realidad, que nos ha golpeado con las inevitables consecuencias de la grave crisis. No hay presupuesto para aquello que llamaban glamour, y menos todavía para competir con los festivales de máxima categoría por las realizaciones de los cineastas más cotizados. Se ha mantenido, no obstante, un nivel correcto, con una nota media de aprobado en la competición. Fuera de ella se ha visto lo mejor, y para mi esta edición ha sido la de Denis Villenueve por partida doble.

 

La Concha de Oro es un premio desprestigiado

Estoy harto de oírme a mí mismo repetir, año tras año, la misma cantinela. La Concha de Oro es un premio desprestigiado frente a los que conceden los otros festivales de máxima categoría. Se suele entregar a películas de poco recorrido, que ni se estrenan o lo hacen de forma restringida. La venezolana «Pelo malo» aparecía en la clasificación de los medios en noveno lugar, de un total de trece películas. Y lo que más me maravilla es que el jurado de los profesionales del cine haya coincidido en sus preferencias con los jurados católico y gay, a los que también les ha gustado la realización de Mariana Rondón.

Mis colegas sí han tenido criterio. Sin querer parecer corporativo, que nunca lo he sido, me siento mucho más identificado con el premio FIPRESCI que entrega la crítica internacional. De las películas presentadas a concurso la mejor era «Quai d'Orsay», de la que el Jurado Oficial se ha acordado para otorgarle el premio al Mejor Guión, escrito por el propio Bertrand Tavernier y los autores del cómic original. Y es que el resto de premios no han cantado tanto como el de la Concha de Oro, siendo ajustados los interpretativos y, sobre todo, el de Mejor Director para el mexicano Fernando Eimbcke.

Del resto de secciones, como de costumbre, no puedo ni debo opinar. Pero sí me alegro mucho de que el de Zinemira haya ido a parar a «Aitor ETA biok», por ser una película valiente en un año en el que la producción cinematográfica en Euskal Herria se ha visto reducida a mínimos. Para colmo, el montaje final de «Loreak errepidean» no pudo ser acabado a tiempo por Jon Garaño y Jose Mari Goenaga.

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