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La lucha por los derechos humanos no se suspende

Cada vez que alguien es conducido desde Euskal Herria a Madrid en contra de su voluntad, lo habitual es que de la villa castellana lleguen malas noticias de vuelta. En demasiadas ocasiones en forma de relatos de tortura, y casi siempre con la confirmación de que otro ciudadano vasco conocerá la dura experiencia de ser encarcelado. Por eso, cuando ayer se conoció que el juez Eloy Velasco ordenaba la puesta en libertad de catorce de los detenidos en la operación contra Herrira y decretaba prisión eludible con fianza para los otros cuatro, a mucha gente le resultó imposible no esbozar una sonrisa. Imposible, aun cuando sobre los arrestados pesa la imputación inicial y aunque la agresión sufrida por Herrira es permanente. Que dieciocho personas puedan eludir la prisión es motivo suficiente para felicitarse, aunque sea durante un breve espacio de tiempo.

Ahora, después del carrusel de emociones que ha vivido este pueblo en los últimos días, cabe preguntarse qué es lo que ha buscado el Estado con esta redada y qué ha motivado que quienes eran presentados como un «tentáculo de ETA» hayan sido liberados. Y no queda menos que constatar que la razón principal de esta operación ha sido cortocircuitar el trabajo desarrollado por Herrira en favor de los derechos de los presos y presas vascas y sacar este tema de las calles. Más allá de imputaciones personales, inexistentes en el informe policial, el objetivo era la solidaridad con los represaliados.

Por ese motivo ha decretado el instructor de la Audiencia Nacional la suspensión de actividades de este movimiento popular, precisamente, cuando se disponía a acometer importantes iniciativas en los próximos meses. Sin embargo, Velasco olvida que Herrira es solo la forma que ha adoptado en un momento concreto un sentimiento profundamente arraigado en la sociedad vasca, y que su función era simplemente articular unas demandas que son compartidas por la mayoría de este país. Herrira son las miles de personas que cada viernes pueblan nuestras plazas, Herrira es la marea humana que a principios de año colapsó el centro de Bilbo. Decenas de miles de gotas forman ese mar azul, y nadie puede suspender su actividad en favor de los derechos humanos. Si acaso, han conseguido que se multiplique.

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