CRíTICA: «Runner Runner»
Al póker online se juega por dinero, no por diversión
Hay películas que engañan por su reparto estelar y apariencia lujosa en la producción. Pero no es oro todo lo que reluce, porque «Runner Runner» nació como un proyecto ambicioso, que con el paso del tiempo se ha ido desinflando. En un principio parecía que el guión de Brian Koppelman y David Levien, colaboradores habituales de Steven Soderbergh, interesaba a los peces gordos de Hollywood. Llegó a anunciarse que sería protagonizado por Leonardo DiCaprio, hasta que el actor italoamericano se echó atrás, quedando únicamente consignado en tareas de producción ejecutiva. Luego, en lugar de rodar en Costa Rica, que es el país en el que se ambienta la acción, se eligió Puerto Rico para abaratar costes. Por una vez la versión original no merece la pena, ya que las expresiones en spanglish dejan mucho que desear.
«Runner Runner» quiere dar al espectador gato por liebre, con una introducción que promete un thriller tecnológico de última generación, para luego transitar por los caminos mas trillados del cine negro de consumo medio. El reclamo de las partidas de póker online no pasa del mero planteamiento inicial, ya que después, y a cuento del vacío legal existente en el mundo de las apuestas en la red, la acción deriva hacia la intriga mafiosa y criminal en paraísos financieros.
Se ha querido aprovechar la imagen del protagónico Justin Timberlake en «La red social», donde tenía un papel más secundario, para dar una impresión de relato contado con la inmediatez y el lenguaje del medio informático. No es así, debido a que su personaje está cortado por el conocido patrón de «Wall Street» o «Pactar con el diablo», títulos en los que un joven se inicia en los negocios turbios de la mano de un veterano experto que se convierte en su mentor. Sucede que en «Runner Runner» el malvado de turno no es encarnado por un Michael Douglas o un Al Pacino, sino por un Ben Affleck que no da la talla de villano.
El consabido triangulo amoroso lo completa Gemma Arterton, que hace de mujer fatal que aparece y desaparece de escena sin dejar huella, o contribuir a crear algo de morbo o de tensión erótica.