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Fede de los Ríos

Fukushima «mon amour», «carallo»

«Relaxing bath in» balneario de Fukushima que diría la Botella. Un gesto para con el pueblo japonés que hubiese aplaudido un pueblo tan solidario como el vasco al grito de «sayonara baby»

Decían las lenguas de doble filo de físicos nucleares y radicales ecologistas que Fukushima había quedado gravemente afectada debido a las fugas radioactivas que provocó el tsunami del 11 de marzo de 2011. Que los vientos habían precipitado sobre la ciudad gran parte de las sustancias radioactivas emitidas por la triple fusión de los núcleos en todos los reactores de la central nuclear. En esa creencia estaban la práctica totalidad de hombres y mujeres del planeta hasta la llegada de Mariano Rajoy, el presidente gallego de los españoles, al imperio del Sol naciente.

«Los temores sobre Fukushima son infundados», declaró en la misma ciudad de Fukushima instantes después de que se anunciaran nuevas fugas de agua radioactiva. Acabó su afirmación y Oriente entero (el próximo, el medio y el extremo) respiró aliviado, porque Mariano no habla de oídas, Mariano es un hombre informado. Tiene un primo catedrático de Física Teórica, aquél que le hizo partícipe de que lo relativo al cambio climático era un camelo de cuatro agoreros e ignorantes como Al Gore y compañía. Lejos de guardarse el descubrimiento para sí, no dudó en informar a la población. «Pero es mérito de su primo», aducirá algún tiquismiquis resentido. Pues no. O acaso no apuntó maneras de líder en la resolución del asunto del Prestige: los habitantes de los pueblos costeros gallegos presos de una histeria colectiva hasta que Él, tan sólo con el poder de su oratoria, llevó la calma hasta el último confín de la más recóndita aldea: ¡qué chapapote ni chapapote! «son unos pequeños hilillos que se han visto en proa. Cuatro regueros que se han solidificado con aspecto de plastilina en estiramiento vertical». Qué gusto el recordarlo. «En estiramiento vertical», ¡no sabe nada el Mariano! Un saber propedeútico, que nos falta para entender la complejidad de las cosas simples a primera vista, y por eso Él, como líder, nos las explica de manera tan pedagógica, facilitándonos su comprensión. Los nipones, locos de contento tras recobrar la tranquilidad perdida por infundios sin base. Piense querido lector en el inconsciente colectivo de un pueblo que recibió el regalo americano de dos bombas atómicas como contribución a la paz. Y todo gracias al verbo de Mariano, el estadista, que presumió de la bajada de salarios de los trabajadores de las Españas invitando al empresariado japonés a beneficiarse por ello.

Como broche, hubiera estado bien como hiciera su admirado Don Manuel en Palomares, un baño en el Pacífico; no en las peligrosas aguas profundas, no. Cerquita de la central nuclear para no coger frío. Dicen que es como un gigantesco yakuzi burbujeante de aguas verdaderamente calientes y metidos en octubre como que apetece. Un baño con parte de su gabinete ministerial, no sé... se me ocurre que Wert, Fátima, de Guindos, Montoro, Ruiz-Gallardón, Soraya, Ana Mato y cómo no, Fernández Díaz. Relaxing bath in balneario de Fukushima que diría la Botella. Un gesto para con el pueblo japonés que hubiese aplaudido un pueblo tan solidario como el vasco al grito de sayonara baby.

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