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CRíTICA: «El mayordomo»

El melodrama racial del siglo XX en los Estados Unidos

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Mikel NSAUSTI

Lee Daniels ha hecho su película más importante, para lo que ha renunciado a su habitual estilo deliberadamente vulgar, refinándolo y encomendándose a los maestros del melodrama racial John M. Stahl y Douglas Sirk. Un cambio notorio que confiere a «El mayordomo» la apariencia de una gran producción, sin serlo. El cineasta afromericano nacido para los Óscar sigue trabajando desde la independencia, a pesar de asumir una línea de trabajo opuesta a la del contestatario Spike Lee. Pero esta película en concreto exigía la mentalidad de un autor integrado en el sistema, puesto que trata de los dilemas sociales en el seno de la población negra para poder hacer valer sus derechos en convivencia con el poder blanco.

«El mayordomo» se basa en la figura real de Eugene Allen, que sirvió en la Casa Blanca durante 34 años. El guión de Danny Strong parte del personaje para crear una especie de Forrest Gump negro, cuya posición cercana a los sucesivos presidentes más influyentes del pasado siglo le permite ser testigo y parte de la historia de su país, tanto en lo concerniente a la política oficial desplegada desde el despacho oval, como a los movimientos por los derechos civiles que se van gestando en los barrios con población afroamericana.

Forest Whitaker representa al hombre sencillo de raza negra que quiere un futuro mejor para sus hijos, pero que es consciente de que trabaja para los blancos. En su biografía ficcionada se resume el destino de su pueblo sometido, a través del paso de la esclavitud a la servidumbre. Y no es que el servicio doméstico resulte indigno en sí mismo, sino que en el contexto estadounidense forma parte de una evolución integracionista contraria a la lucha por los derechos civiles. Las discusiones familiares del protagonista con su hijo perteneciente a los Black Panthers así lo muestran, en especial aquella de tintes cinéfilos en la que el padre intenta defender la película «En el calor de la noche», frente a la acusación de que Sidney Poitier es un actor negro que hace papeles de blanco. La duda queda en el aire, porque lo mismo se podría decir de Barack Obama como presidente.

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