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Hugh Jackman | Premio Donostia 2013, actor

«En la profesión de actor todo ha de apreciarse, porque es un privilegio»

Vestido de negro, elegante pero sencillo, el actor australiano no resulta tan fiero en las distancias cortas, ni siquiera tan animal. Hugh Jackman tiene magnetismo en la pantalla y destaca por su animalidad como actor, por su fuerza y por su talento. “Los Miserables” de Tom Hooper o “Scoop” de Woody Allen son tan solo dos ejemplos de una carrera trabajada en los teatros y de la que aún oiremos hablar.

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Iratxe FRESNEDA | DONOSTIA

Dirigido por el realizador canadiense Denis Villeneuve, «Prisoners» (en las salas comerciales desde el viernes) es un intenso thriller que narra la encrucijada moral en la que se encuentran dos familias a la hora de encarar la desaparición de sus dos hijas pequeñas. El protagonista y «padre-coraje» de esta historia, Hugh Jackman, una estrella en Broadway y un dignísimo Wolverine en la saga XMen, habló con GARA pocas horas antes de recibir el premio Donostia durante la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Donostia.

Enhorabuena por el premio Donostia. ¿Qué significa en su carrera?

Gracias (en castellano). Significa mucho para mí. Estoy emocionado. Mi esposa ganó la Concha de Plata en los 90 como actriz, y conocía el festival a través de ella. Me enorgullece estar en esa misma categoría. Es algo peligroso mirar atrás, pero siempre es bueno reinventarse y desafiarse. Y estoy contento de presentar aquí una película además de recibir el premio. Lo pondré en la mesa del comedor para que mis hijos, cuando desayunen, sepan que yo me merezco respeto y que deben hacer los deberes cuando yo se lo pido (ríe).

Se le vio por Donostia en bicicleta. Parece disfrutar de los placeres sencillos. ¿Ser un divo no le aleja de la realidad?

A primera hora he ido a nadar, pero no me reconoció nadie. También he disfrutado de la bicicleta. Para mí esto es vivir la vida: un bonito hotel, un bonito coche... Puedes dejar un país y tener la impresión de que no has experimentado nada, pero ahora no me olvidaré de este lugar porque he ido en bici, he ido al mar... Y el premio: quiero recordarlo. Y cuando me dicen «oye hay una cena para ti», pues yo digo «quiero escoger el sitio» porque me leo las guías de viaje. Esto es lo que puedes hacer y ser un «divo», puedes decir: `Quiero la mejor bicicleta y que todo el mundo se aparte cuando yo nade (bromea).

En «Prisoners» interpreta a un padre en una encrucijada moral y vital, tocando tierra...

La película habla sobre cómo somos prisioneros de nuestros propios temores. Por ejemplo, el personaje de la madre es incapaz de luchar contra ellos, incapaz de llevar esa carga, no puede con esa emoción. Mi personaje quiere controlar la vida, se prepara para el fin del mundo, tiene la religión, ha sido alcohólico y todo está ahí para ayudarle a superar sus demonios.

Aquí es usted un padre con reacciones de ultraderechista, paranoico y violento...

Yo soy muy distinto. No soy cazador, no soy religioso, no soy un ex alcohólico. Es un personaje extremo. Pero en la película funciona a otro nivel: es el individuo contra la institución. Mi personaje es la personificación del individuo. Esta lucha ocurre cada día en EEUU. En el primer guión había más religión, siempre escuchaba la biblia en la cinta... y le dije a Dennis: entiendo por qué está, pero me da la impresión de que el público dirá que es un fanático religioso... y eso le quita «poder». Pero es interesante ver qué pasa con su fe dadas las circunstancias y por qué la gente depende de la fe. Yo pedí que cambiara al guión, pero mi trabajo es entender al personaje. Y tengo compasión por ellos, porque la vida es dura con ellos. Demostrar que intenta ser mejor padre, mejor marido y mejor hombre de negocios es duro y en tres días todo se va al garete.

¿Por qué decidió escoger este trabajo?

Me interesó estar en esta película. En el guión vi una mezcla, un híbrido muy interesante de géneros. Me pareció un thriller muy ambicioso y poco convencional, que hace que pienses, a la vez que es emocionante y conmovedor. Denis Villeneuve es listo, entiende el lenguaje cinematográfico y quiere rodar películas que marquen la diferencia. Cuando él dijo que la haría, yo también acepté. Es un hombre muy ambicioso y quiere seguir haciendo buenas películas.

Hablando de buenas películas o de películas que le han colocado en los disparaderos de Hollywood, ¿qué tiene que pasar para que se canse de Lobezno?

(Piensa). Hubo un momento en el que pensaba que se había acabado. Consideré que había un desafío con Lobezno y pensé que no había conseguido ni la mitad, y deseé hacer justicia a ese personaje. Si hiciera otra película tendría que haber una buena razón, pero no voy a hacerlo por el simple hecho de hacerla. Estoy disfrutando más que nunca y, sobre todo, porque las historias de las dos últimas películas de la saga han sido las más potentes. Y curiosamente ahora me ofrecen películas muy distintas. Me encanta hacer de Lobezno y me encanta lo que dicen las películas de los X Men. Siempre me sentiré agradecido a Lobezno, pero ahora disfruto de la variedad.

El premio Donostia es un galardón a toda una carrera... ¿Por dónde irá la suya ahora, teatro, quizá?

¿Me está diciendo que nos jubilemos? (se ríe) No, no. Espero que teatro. Es raro, antes siempre decía que los actores nunca debieran de hablar de una carrera, sino que cada vez que trabajan tendrían que darse cuenta de la suerte que tienen. No hay nada que sea un derecho. Todo tiene que apreciarse, porque es un privilegio. Teatro... podría, claro, con regularidad. Porque tengo miedo de perder los músculos del teatro, perderme el cantar y bailar sobre todo. Una obra de teatro en la que saliera yo sería algo narcisista, pero me gustaría sí...

¿Se siente libre a la hora de escoger sus papeles? ¿Siente en exceso, en este punto de su carrera, la presión de sus publicistas?

No. Noooo (se ríe mientras busca con la mirada a la publicista tirada en el suelo de la habitación), amo a mi publicista. Obviamente me asesoran. Llevo con la misma gente desde que comencé en Londres. Tienen una visión a largo plazo de la interpretación. Me aconsejan en todo lo que sean cosas en las que me... (suena el teléfono y le llama su esposa) Perdón, es mi mujer. (Hace una pequeña pausa). Actualmente siento que tengo más posibilidad de elección que nunca en mi carrera. Y es el mayor lujo que puede tener un actor. Y sé que a lo mejor no dura. Pero sí que me apoyan mis asesores, por supuesto.

En una de las secuencias de «Prisoners» asistimos a un duelo actoral improvisado entre usted y un magnífico Jake Gyllenhaal. ¿Es habitual que pueda improvisar en sus rodajes?

Yo, por ejemplo, provengo del teatro, donde no se improvisa. Cada película es diferente. En X-Men improviso, porque son películas que necesitan humanidad. En un trabajo como este es importante venir de un lugar muy visceral y muy primario. No son razonadas muchas de las situaciones que se dan. Como actor tienes que tener libertad, sobre todo para dar vida a personajes como este.

Además de demostrar ser buen improvisador está capacitado para bailar, cantar, presentar los Óscar... Usted que se mueve en esto del show business, ¿Qué es lo peor de este negocio: la envidia?

Entre actores, no generalmente. Pero, en lo relativo a los negocios, he visto cosas que me han dejado sorprendido. Muchos quieren opinar y hay mucha ambición, muchísima competición en el aspecto empresarial. No puedo quejarme, la verdad, porque en Hollywood todo el mundo «te quiere», todos me ponen buena cara. Yo soy de Australia y he trabajado en filmes maravillosos y me han dado un trato exquisito. Si viniera un americano a Australia no sé si le acogeríamos igual o si le diríamos `vuelve a tu país'.

Un thriller perturbador

«Prisoners» dirigida por Denis Villeneuve («Incendies») a partir de un guión de Aaron Guzikowski, es un thriller que, además de mantener la tensión durante sus dos horas y media de duración, plantea un interesante debate en torno al hecho de «tomarse la justicia por su propia mano». En el filme hay algo primitivo y elemental que lo hace cercano y, en el fondo de su relato, plantea una pregunta principal y básica: ¿Qué harías para salvar la vida de tus hijas? Una cuestión, una idea primordial que el realizador canadiense ha sabido trasladar visualmente mediante una realización sin estridencias y sustentada, principalmente, en encuadres que nos acercan a los estados psicológicos de los personajes para situarlos en ese pequeño mundo en el que se encuentran prisioneros.

La impotencia de la ciudadanía estadounidense frente a un sistema judicial y policial «poco efectivo» y lo injustificado de la tortura sobrevuelan este largometraje, en el que Jake Gyllenhaal eclipsa por momentos a la superestrella Hugh Jackman.

I.F.

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