PROCESOS POLÍTICOS EN EUSKAL HERRIA
Los jóvenes detallan al tribunal las torturas en los interrogatorios
Los golpes, amenazas y vejaciones son constantes en los testimonios de los juzgados, que indican que los agentes buscaban su autoinculpación
Alberto PRADILLA | MADRID
«Me llevaron a un retrete y me quisieron meter la cabeza dentro. Otros policías le decían que se tranquilizase, que estaba colaborando». Son palabras de Haritz Petralanda, uno de 14 acusados que declararon ayer durante la segunda sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Nacional contra 36 jóvenes independentistas (a la espera que la sala tome una decisión sobre los cuatro que no se han presentado). Previamente, nada más comenzar a responder a su abogado, el joven zamudiotarra no podía contener las lágrimas al rememorar las amenazas y vejaciones de las que fue objeto cuando la Policía española lo detuvo en Bilbo el 24 de noviembre de 2011. No fue el único. Como ya ocurriera un día antes con declaraciones como la de Garazi Rodríguez, la angustia y el dolor se trasladó a toda la sala. La presidenta, Manuela Fernández de Prado, propuso suspender brevemente la sesión. Él, sin embargo, se repuso y optó por seguir declarando. Su estremecedor relato simboliza una jornada en la que, uno a uno, los jóvenes fueron desgranando los malos tratos practicados por los agentes para obtener autoinculpaciones. «Me desnudaron, me golpearon, fueron los peores cuatro días de mi vida. Cuatro días de tortura», resumió Euken Villasante. Con los 14 de ayer son ya 26 los jóvenes que han prestado testimonio ante el tribunal especial. De ellos, 15 han denunciado torturas. Está previsto que los tres magistrados escuchen hoy a los últimos diez jóvenes. Tras la suspensión de las sesiones de los días 5, 6 y 7 de noviembre, el macrojuicio se reanudará el 24 de octubre (que se ha habilitado, junto al 30, de mañana y tarde).
«Todas las declaraciones fueron bajo presiones», dejó claro Petralanda, que durante el arresto se inculpó en comisaría para, posteriormente, negarlo todo ante el juez. La descripción de los malos tratos y las amenazas (especialmente con su familia) estuvo presente desde el primer momento de su intervención, justo después de reivindicar el carácter político de su actividad. Así, relató cómo, cuando era trasladado en un vehículo con la cabeza cubierta, los policías hicieron un alto y le sacaron del vehículo, mientras hacían referencias a «sacar la pala». «Te vas a enterar de lo que es una bañera», le advertía otro agente. Poco después, proseguían su camino hasta llegar a Madrid, donde se repitieron los golpes, las amenazas y los interrogatorios ilegales, que llegaron a provocarle ataques de ansiedad. «Me dijeron que el juez había insistido en que no era suficiente». Por eso, tuvo que hacer una segunda declaración en la que repetir «exactamente» las tesis policiales. «Al final ya no eres persona», recordó, para después señalar que no relató el maltrato ante el juez Fernando Grande-Marlaska porque temía que le devolvieran a comisaría.
«Tocado, casi hundido»
Los desgarradores testimonios se sucedieron toda la mañana. Como en el de Ibai Esteibarlanda, quien aseguró que en sede policial «estaba tocado, casi hundido». «Me fueron rompiendo física y sicológicamente. No tuve fuerzas para negarme. Luego dijeron que no era suficiente», testificó. «Las palizas, los malos tratos físicos y psicológicos fueron continuos. Y buscaban que me autoinculpase o culpase a otros. Sufrí salvajes torturas y al forense le notifiqué lo que anímicamente pude», denunció Mikel Totorika. «Era incapaz de hablar. Me limitaba a mover la cabeza», describió Xabier de la Maza su paso ante el juez, después de que los policías le amenazasen con dispararle nada más arrestarle. Todas estas frases fueron pronunciadas ayer frente a un tribunal que, esta vez sí, escuchaba con atención. El impacto de los testimonios ha llegado al punto que, el lunes, una de las policías presentes en la sala trataba de contener los gestos de dolor al escuchar a Garazi Rodríguez.
No se puede pasar por alto que las declaraciones constituyen uno de los grandes argumentos de la acusación, que al margen de estas solo se basa en una enumeración de actividades públicas. Ni las diferencias entre quienes pasaron por la incomunicación y los que no lo hicieron, que no cuentan con ninguna inculpación. Tampoco, que algunas de las denuncias todavía están en sede judicial tras un largo camino de archivos. Otras, sin embargo, ya han sido descartadas por el Tribunal Constitucional. Ahora, habrá que ver qué declaran los policías. Hasta el momento, si los jóvenes han denunciado que este proceso no se corresponde con el ciclo actual, sus declaraciones de ayer retrotrayeron a la sala a los momentos más oscuros.
Asambleas juveniles, comisiones de fiestas, festivales, grupos de ocio, colectivos de ciclismo, sindicatos estudiantiles y hasta un proyecto de alumnos para desarrollar una arquitectura alternativa fueron algunas de las iniciativas sobre las que se habló ayer en la sala. Al igual que en la jornada previa, los 14 jóvenes que ayer tomaron la palabra rechazaron la acusación de «integración en organización terrorista» que trata de imputarles Fiscalía y acusación popular. Sin embargo, lo verdaderamente relevante fueron todas las actividades que sí que reivindicaron. Porque a lo largo de las declaraciones se evidenciaron los diversos, amplios y ambiciosos proyectos en los que estos jóvenes, junto a muchos otros en Euskal Herria, venían participando. No obstante, escuchar a un abogado defensor solicitar a un joven que se enfrenta a una petición de seis años de cárcel que explique «qué es la gazte asanblada de Villabona» evidencia el cariz del proceso político que se desarrolla desde el lunes.
«En el momento de la detención tenía 32 años, así que la Gazte Asanblada me quedaba lejos», abrió la jornada Aitor Liguerzana, que relató su labor en la asamblea a favor de los presos en Zaramaga. Siguió Bittor González, quien tuvo que testificar sobre su trabajo en LAB y su participación en huelgas convocadas por la mayoría sindical vasca. Algo lógico si se tiene en cuenta que era responsable del sector servicios en Gasteiz. «Se llevaron algún colgante, tickets, un álbum de fotos, algún CD de música, una blusa de fiestas...», continuó Euken Villasante. Tras él, Mikel Eskiroz dedicaba parte de su intervención a explicar la labor de Ikasle Abertzaleak, sindicato estudiantil del que formaba parte y por el cual había sido elegido para formar parte del claustro de la UPNA el mismo día en el que fue arrestado. Una tónica, la de hacer mención a actividades legales y públicas, que se repitió con todos y cada uno de los acusados.
También es cierto que alguna de las tesis de la acusación llegan a puntos inhumanos. Como en el caso de Mikel Aiestaran, en cuyo expediente figura como prueba contra él una fotografía de su participación en el homenaje a su propio hermano, Remi, teniente de alcalde por ANV en Villabona y fallecido en 2009 tras ser acosado por la Ertzaintza durante las fiestas de la localidad guipuzcoana.
Como ya ocurrió en otros macrojuicios similares, la traducción dio problemas, hasta el punto de que Xumai Matxain, que había comenzado su testimonio en euskara, tuvo que pasar al castellano cuando la intérprete afirmó que tenía un «Zutabe» en su vehículo cuando lo que él había asegurado era que fueron los propios policías quienes amenazaron con imputárselo. A.P.