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EEUU despierta con una gran resaca tras su última crisis presupuestaria

El acuerdo en el último minuto para reabrir la Administración federal y conjurar el riesgo inminente de una suspensión de pagos de la primera economía mundial deja un paisaje tras la batalla desolador. Los republicanos se lamen las heridas de su dolorosa derrota mientras el Tea Party se prepara, impertérrito, para una nueva lucha en enero. El presidente Obama, oficialmente ganador de la contienda, alerta de los riesgos internos y externos de esta perpetua crisis.

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Dabid LAZKANOITURBURU

Barack Obama firmó ayer por la mañana in extremis la ley avalada por el Congreso que conjura el riesgo de una suspensión de pagos al elevar el techo de la deuda, con lo que concluye la mayor crisis del segundo mandato del presidente de EEUU. Obama recordó que los políticos de Washington deberían «recuperar la confianza» de los ciudadanos y mostró su esperanza en que no tenga que seguir gobernando «de crisis en crisis».

El Senado y la Cámara de Representantes adoptaron sucesivamente durante la noche anterior un texto de compromiso alcanzado tras intensas negociaciones y semanas de peripecias parlamentarias.

Este compromiso es provisional y da un margen de pocos meses para que demócratas y republicanos limen sus divergentes, antagónicas, posiciones presupuestarias. Una comisión bilateral en ciernes debe elaborar para el 13 de diciembre las grandes líneas de un presupuesto para el resto del ejercicio 2014. La acordada elevación del techo de la deuda tiene como límite el 7 de febrero.

Anticipándose a ese escenario, el inquilino de la Casa Blanca insistió en que está «dispuesto a trabajar con todo el mundo (...) sobre cualquier idea que haga crecer la economía, cree empleos, refuerce a la clase media y ponga en orden el presupuesto a largo plazo».

Los republicanos, noqueados

Visiblemente tocado, el líder republicano y presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, reconoció que «nos hemos batido por una buena causa, pero no hemos ganado».

Boehner, quien fracasó estrepitosamente al intentar dinamitar el acuerdo bilateral en el Senado intentando forzar un voto en la Cámara Baja que no contó con el apoyo del Tea Party, insistió, no obstante, en que seguirá luchando contra «la catástrofe que representa la ley de reforma sanitaria» promulgada por obama en 2010 (Obamacare) y uno de cuyos capítulos centrales ha entrado en vigor en octubre.

Y es que, contra las presiones republicanas para vincular presupuestos con esa ley, el acuerdo del miércoles solo contiene una cláusula menor relativa al Obamacare, la que hace referencia al refuerzo de los controles de los ingresos de las personas que se beneficiarán de una ayuda para su cobertura médica, Los demócratas estiman que este artículo refuerza su reforma.

La batalla deja graves heridas en el seno del viejo partido (Old Party) republicano, cuya popularidad ha bajado a niveles históricos en este otoño.

«Ya dije desde el principio que esto terminaría así», declaró consternado el senador republicano John McCain, muy crítico con la estrategia intransigente de los suyos en el Congreso.

Una estrategia de bloqueo que comenzó con la exigencia de derogación de la reforma sanitaria, siguió con un intento de vaciarla de fondos que derivó en un plan para retrasar su entrada en vigor (prevista en 2014) en un año. Y culminó con una propuesta, la de Boehner, para anular algunos de sus artículos.

El resultado tras 16 días de parálisis del Gobierno federal y la estupefacción mundial ante una eventual suspensión de pagos de la mayor economía mundial, es nulo, por no decir catastrófico para los republicanos.

Al margen del medio centenar de representantes y el puñado de senadores del Tea Party, la mayoría de los 232 republicanos de la Cámara Baja no oculta su impaciencia. Con los ojos puestos en los desastrosos sondeos, muchos de ellos quiere reposicionar al partido en objetivos más constructivos que el sabotaje de la reforma sanitaria, avalada por el Supremo.

«El camino que hemos tomado nos transforma en un partido marginal a los ojos de los estadounidenses, una forma de conservadurismo que se sitúa fuera de lo que el mercado puede soportar», asegura el senador Lindsey Graham. «Cuando los sondeos están bajo mínimos históricos, es que algo anda mal», coincide el representante Peter King, el republicano más crítico con el Tea Party.

Para este sector, la ocasión del techo de la deuda ha sido desperdiciada y estiman que podrían haber negociador un acuerdo que podría haber atacado a los grandes programas sociales, como el sistema de pensiones, hasta ahora a resguardo de los recortes. «Con otra estrategia y con la reforma presupuestaria como objetivo principal podríamos haber vencido», asegura el senador Bob Corker.

Tea Party no se da por aludido

Por contra, los portavoces del Tea Party insistían en defender su estrategia, «Valió la pena, sin duda», señaló Michelle Bachmann, la fundadora del Tea Party al Congreso y campeona de la derecha extrema, antiestado y antiimpuestos. «Nuestra lucha era justa»,añadió.

«Nos han vencido, está claro», señalaba Mick Mulvaney, que representa una circunscripción de Carolina del Sur. Pero «sigo convencido de que nuestra lucha es justa», matizó. «Siempre podré decir a mis hijos que dí lo mejor de mí por una buena causa», añadió.

El representante de esta facción en el Senado y elegido por Texas, Ted Cruz, coincidió en que «ver a la Cámara de Representantes tan desafiante ha sido en sí un éxito destacable». Uno de sus discípulos, el representante Matt Salmon, advierte de que «esta guerra no ha terminado. Solo ha sido una batalla».

Lo cierto es que el Tea Party no ha sido nunca tan impopular. Una encuesta del Instituto Pew muestra que el 49 % de los estadounidenses tienen una opinión negativa del movimiento, frente a un 43 % en agosto de 2011, en la anterior crisis ligada al presupuesto y a la deuda.

Con todo, Patrick Griffin profesor de Ciencias Políticas, reconoce que el Tea Party «ha podido perder prestigio, pero han recibido muchas donaciones y su popularidad no ha bajado en sus circunscripciones».

¿Hay algún ganador?

No hay duda de que Obama y los demócratas no han cedido a chantaje alguno, pero los analistas destacan que, un año después de su reelección, no ha podido «bajar la fiebre» en Washington y presenta un balance legislativo raquítico, sin duda debido al bloqieo de los republicano. Estos se han enrocado contra todo aumento de impuestos, sea a través de una mayor presión fiscal a los más ricos o por la supresión de nichos fiscales. Y en los últimos meses han bloqueado incluso un plan para controlar el comercio de armas de fuego.

En una comparecencia prevista para última hora de ayer, Obama tenía previsto anunciar que su próximo objetivo es sacar adelante otra de sus promesas electorales, la reforma migratoria para permitir la regularización de millones de sin papeles.

Thomas Mann, del Instituto Brookings, coincide en que Obama «ha debilitado a los republicanos, pero no ha ha mejorado su capacidad para hacer progresar su programa».

No son pocos los que destacan que, a pesar de que su popularidad ha subido del 43 al 48%, el corolario de esta crisis es un incremento de la desconfianza de los estadounidenses con los políticos de Washington, una de las razones del fenómeno Obama. «Son los paganos de una crisis superflua», señala Lara brown, politóloga de la universidad George Washington.

Washington y el mundo

En una comparecencia a primera hora de la tarde, el inquilino de la Casa Blanca confirmó este análisis al recordar que «no es una sorpresa que los estadounidenses estén totalmente cansados de la política de Washington». Obama recordó que para cambiar las políticas de gasto y reformas como la sanitaria, que él promovió y que los republicanos rechazan, «se debe ganar unas elecciones» y no se pueden «romper las normas que crearon los padres fundadores» del país.

Con la vista puesta en el exterior, Obama constató que nada ha hecho más daño a la «credibilidad» de EEUU como economía mundial de referencia en el mundo «que el espectáculo al que hemos asistido», que definió como una «crisis fabricada». Y alertó de que esta crisis «envalentona a nuestros enemigos, alienta a nuestros competidores y deprime a nuestros amigos».

24.000 millones y la credibilidad tocada
reapertura

Los 800.000 funcionarios en paro técnico desde hace 16 días por el cierre parcial del Estado Federal volvieron ayer al trabajo. Se les abonará el sueldo de forma retroactiva.

Satandard and Poor´s ha evaluado la pérdida tras 16 días sin gobierno en 24.000 millones de dólares o 0,6 puntos de crecimiento en el cuarto trimestre, en un momento en el que la economía estadounidense sigue sin recuperarse de la crisis financiera de 2007-2009 y avanza de forma «modesta a moderada» en los últimos dos meses, según la Reserva Federal.

Los expertos recuerdan que la parálisis gubernamental de 1995-1996 (bajo la Presidencia de Clinton) fue seguida de un segundo trimestre de gran crecimiento.

Pero, sin duda alguna, y más allá de lo tangible, esta nueva crisis presupuestaria ha tenido un impacto innegable aunque difícilmente cuantificable a corto plazo en el liderazgo económico de EEUU.

El pasado viernes, Washington vivió la desagradable experiencia de ser aconsejado por los ministros de Finanzas del G-20, reunidos en la capital de EEUU.

Desde el FMI, pasando por Rusia y llegando a China, todo han sido reconvenciones a EEUU. El secretario del Tesoro, Jacob Lew, reconoció que «el liderazgo económico de EEUU no puede vivir de rentas». GARA

CHINA

El Gobierno chino celebró el acuerdo in extremis y recordó que el hecho de que EEUU sea la mayor potencia económica mundial convertía el problema en algo más que un asunto interno.

FMI

La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, saludó el acuerdo pero reclamó a los líderes estadounidenses «reducir la incertidumbre que rodea la política fiscal elevando el techo de deuda de forma más duradera».

BM

El Banco Mundial destacó que el acuerdo «es una buena noticia para los países en deresarrollo y para los pobres del mundo».

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