«Me parece que el arte ya no es arte, sino un negocio, un simple juego, una cacería, una banalidad que excita a todos y que se vende a cualquier precio por el éxito, por la notoriedad. Periodistas, artistas, coristas, directores, profesores, todo este pequeño mundo se presta a participar en la construcción de un gran edificio publicitario, no sin crear una corriente de pequeñas miserias que no contribuye para nada al valor de una ópera, al contrario, oculta su auténtico valor».

Quién podría imaginar que el artífice de esas declaraciones fuese precisamente Giuseppe Verdi, el autor de ópera más programado en la actualidad y un valor seguro para llenar cualquier teatro, especialmente en este 2013 en el que los coliseos de medio mundo están celebrando el bicentenario de su nacimiento. Pero aunque las óperas de Verdi se hayan convertido en gran medida en un entretenimiento burgués, la cita con que abríamos este texto nos da una idea del talante del compositor de Busseto, de su actitud crítica e inconformista con las convenciones sociales y con las injusticias, que está en la base de la mayoría de su trabajo y sobre el que, tanto como en la calidad musical, se sustenta su éxito y vigencia aún en nuestros días.

En menos de una semana se representarán dos óperas de Verdi en Euskal Herria. Esta misma tarde Bilbo verá la primera representación de «Rigoletto», segundo título de la temporada de la ABAO, en el Euskalduna. Y el próximo viernes, en el Baluarte de Iruñea, la AGAO subirá a las tablas «El trovador». Ambas forman, junto con «La traviata», la conocida como «Trilogía popular», con las que Verdi abordó ciertas problemáticas sociales con un lenguaje realista, teatralmente intenso y muy cercano al público. Si en «La traviata» observó como la vida de una prostituta queda truncada por la hipocresía de la sociedad, «Rigoletto» fue una denuncia directa de las clases dominantes y sus abusos de poder, mientras que «Il trovatore» habla de la marginalidad y la injusticia. Todo ello mezclado con grandes temas como el amor, la venganza o el destino, y salpicadas además de referencias y posicionamientos políticos que siguen logrando la identificación con un público muy distinto al que se escandalizó con ellas hace 150 años.

Pero para lograr un buen espectáculo verdiano hacen falta cantantes de un perfil vocal muy peculiar, que por desgracia escasea en la actualidad. Erigirse en un buen cantante verdiano conlleva tiempo y mucha experiencia, pero en Bilbo podremos disfrutar del uno de los más reputados barítonos de la especialidad, Leo Nucci, para dar vida al complejo personaje del bufón Rigoletto. Su hija en escena, la dulce Gilda, será otra de las estrellas del circuito operístico, la rumana Elena Mosuc. Les acompañarán cantantes como Ismael Jordi o Felipe Bou, con la Bilbao Orkestra y la batuta de Miguel Ángel Gómez Martínez en una producción diseñada por Emilio Sagi. En «El trovador» navarro, por su parte, los papeles principales recaen en Ismael Ponso (Il Conte di Luna), Carmen Solís (Leonora) y Renata Lamanda (Azucena), con la Orquesta Sinfónica de Nafarroa y dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra. La parte escénica correrá a cargo de Ignacio García.