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Kurdistán Occidental: Una oposición entre la oposición

A pesar de la aplastante hegemonía de los movimientos afines al PKK, la sociedad kurda de Siria muestra una pluralidad que plantea interrogantes de cara un proyecto común para la región.

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Karlos Zurutuza | DERBESIYE

Me movilicé desde el principio de la revolución pero, a los pocos días, la Policía kurda me obligó a quitar la bandera del balcón». Nezgin Kerman se refiere a la enseña elegida por la oposición árabe -verde, blanca y negra con tres estrellas rojas-. La sigue luciendo en un pendiente en su lóbulo derecho; el izquierdo lo ocupa la bandera de los kurdos de Irak.

«El PYD -Partido de la Unión Democrática-, el dominante entre los kurdos de Siria, es todopoderoso: gestiona la Policía, las Fuerzas Armadas, la Administración... Creo que Rojava (Kurdistán de Siria) se parece cada día más al régimen de Bashar al Assad que tanto han criticado», se queja esta veinteañera desde el movimiento «Hijos e hijas de la revolución». Es otro más de entre la miríada de colectivos juveniles surgidos al calor del levantamiento en 2011.

Aparentemente, la neutralidad por la que apostaron los kurdos al inicio de las revueltas en Siria tiene muchos más matices de los esperados. Si bien la principal coalición es la del PYD, una agrupación que asegura compartir la agenda del PKK, una gran parte de los kurdos cierra filas en formaciones afines a los partidos kurdos de Irak. La mayoría de ellos reivindica la memoria de Mustafa Barzani, líder histórico entre los kurdos del sur así como la participación directa en Rojava de su hijo Massud, líder del Partido Democrático de Kurdistán-PDK y presidente de Kurdistán Sur.

Sozan Harmush, otra «hija de la revolución», suscribe el discurso de su compañera y incluso alega haber sufrido registros y amenazas de la Policía kurda. «Les dije abiertamente que estaban cometiendo muchos errores y que no me gustaba cómo hacían las cosas», recuerda Harmush, para quien la revolución «parece haberse detenido en Kurdistán». Ocalan, dice, es un referente para los kurdos de Turquía, «pero Barzani lo es para todos los kurdos del mundo».

A sus 32 años, Monder Iskan es uno de los presos políticos más conocidos en toda Siria. Pasó más de cuatro años en prisión -fue liberado hace ocho meses- por fundar el TCK (Movimiento Juvenil Kurdo), sin duda uno de los más activos y mejor organizados entre los kurdos de Siria. Si bien valora como «eficaz» la labor del PYD a la hora de gobernar en tiempos de guerra, se siente desengañado con los representantes políticos en general.

«Los movimientos juveniles se están quedando a la sombra de partidos que no representan a la sociedad», denuncia Iskan, a la vez que lamenta que la división interna entre los kurdos de Siria es «una de las mayores amenazas para su supervivencia».

Por el momento, el complejo espectro político de los kurdos de Siria pasa por una treintena de formaciones de entre las que destacan el PYD, seguido de los once partidos agrupados en el llamado Consejo Nacional Kurdo, fundado bajo los auspicios del propio Barzani en Erbil. El CNK cuenta con representaciones en prácticamente todas las localidades significativas de Kurdistán Occidental. Abdul Karim Omar es su máximo representante en Derbesiye, una localidad a 40 kilómetros al oeste de Qamishlo, la capital de Rojava.

«Barzani nos ha ayudado mucho pero sin imposición de ningún tipo, y adoptando siempre un actitud conciliadora», asegura este miembro de la rama siria del PDK. «Es el PYD el que sigue sin hablar con el resto de los partidos», afirma.

Lo cierto es que el PYD ha denunciado en más de una ocasión el bloqueo al que somete Barzani a Rojava, manteniendo cerrada desde la pasada primavera una frontera que hacía las veces de auténtico «cordón umbilical» para una región rodeada de turcos y árabes hostiles.

Karim Omar aporta otra versión: «El PYD cobra aranceles por los pasos fronterizos que controla y no desvela cuál es el destino de todo ese dinero», explica.

«Barzani cerró la frontera por diferencias insalvables con el PYD, como la negativa de este último a que Erbil mande sus 6.000 soldados reclutados entre los kurdos de Siria para ayudar en la lucha contra losislamistas».

Se refiere a una unidad formada en su mayoría por desertores kurdos del Ejército sirio, un contingente cuya constitución fue inicialmente bien recibida en Rojava, pero que hoy muchos ven como una fuerza de choque del propio Barzani. Lejos de ayudar en la defensa del territorio, serviría para obtener el control sobre el mismo.

Redur Khalil, portavoz del YPG (siglas en kurdo para las Unidades de Protección Popular, el principal contingente armado de Rojava) renunciaba a hacer ningún tipo de valoración al respecto y transmitía a GARA que los kurdos de Siria ya cuentan con un Ejército que está demostrando ser capaz de defender el territorio.

«No necesitamos ninguna ayuda del exterior», matizaba tajante este antiguo guerrillero del PKK.

«Con los pies en la tierra»

En su libro «Syria´s Kurds» (Routledge, 2009), Jordi Tejel, experto en conflictos de «minorías» en Oriente Medio señala que los partidos políticos kurdos de Siria constituyen una excepción en el marco de los movimientos nacionalistas kurdos.

«Mientras que los kurdos de Siria nunca han optado por la lucha armada frente al régimen de Damasco, ésta ha sido un denominador común entre el resto de los movimientos de liberación de dicho pueblo».

Resultado de ello, continúa Tejel, es que los kurdos de Siria fueron «incapaces de imponerse como interlocutores legítimos y forzar una negociación con el Gobierno central, un escenario únicamente factible tras un periodo de conflicto armado».

El análisis de Tejel era naturalmente anterior a 2011, año en el que, prácticamente, los kurdos del oeste se ven obligados a organizarse militarmente de la noche a la mañana. Otro paso de enorme importancia fue la unión del PYD y el resto de los principales partidos kurdos de Siria -los agrupados en el CNK- en el llamado Consejo Supremo Kurdo. Establecido en Erbil julio de 2012, el CSK es hoy la máxima autoridad en Rojava. Las disputas internas entre sus integrantes siguen siendo patentes pero la existencia de un enemigo común constituye un poderoso elemento cohesivo.

En cualquier caso, ni siquiera dicha unión fue capaz de evitar que la localidad de Serekaniye se convirtiera en un pueblo fantasma. Tras perder su casa en el fuego cruzado entre las tropas de Al Assad y la oposición árabe, Khalid Mus vive en Derbesiye desde el pasado noviembre.

«El YPG no me dejó unirme a ellos para luchar contra Al Qaeda porque no pertenecía a ninguna de las organizaciones periféricas del PYD», lamenta este hombre de 37 años para quien Massud Barzani es «el líder kurdo más cualificado». No obstante, Mus traza una distinción entre los llamados «apochis» y los guerrilleros del PKK.

«Los primeros rinden un culto casi mesiánico a Apo -sobrenombre de Abdula Ocalan; es una gente que no debemos confundir con los combatientes del PKK, que son considerados como auténticos partisanos por los kurdos de las cuatro partes».

Mus se muestra convencido de que «ni Gobierno ni oposición árabe reconocerán los derechos de los kurdos», pero tampoco alberga dudas en torno a un supuesto pacto entre el PYD y Al Assad al principio de la revolución.

Representantes del primer partido entre los kurdos de Siria han negado a GARA reiteradas veces la existencia de ningún acuerdo. Sea como fuere, Mus lo valora como la «única opción posible».

«Nos guste o no, el PYD trabaja con los pies en la tierra; era o eso o ser barridos del mapa por la aviación del régimen», explica este kurdo de 37 años. Y no es esa la única muestra de su pragmatismo.

«A Al Qaeda le da igual si somos del PYD, del CNK, del PDKS... Ellos solo ven kurdos a los que hay que exterminar», subraya este desplazado por la guerra. «Tenemos que aceptar que, si hoy podemos mantener este debate político es gracias al PYD».

 
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