Bajo el elma «Taupadaz bat egin», miles y miles de latidos sincronizados se unieron a la ikastola Argia de Tutera en un enorme corazón. El corazón del que no puede separarse el cuerpo si el ser ha de vivir, en palabras del navarro Xalbador. Decenas de miles de euskaltzales arroparon a quienes en Erribera se niegan a separarse de ese corazón, que es la lengua, en la fiesta del euskara en Nafarroa, en ese escenario de la tenaz reivindicación por la supervivencia de una lengua en su propia tierra.

La fiesta del euskara en Nafarroa, como en el resto de herrialdes vascos -aunque con diferencias sustanciales-, no consiste en un mero acto de celebración y de adhesión al euskara. Prueba ello es el hecho de que el principal cometido de esta edición haya sido recaudar fondos para mantener un centro de enseñanza en esa lengua. La ikastola Argia, con casi treinta años de andadura, ha de sufragar un polideportivo cuya construcción era requisito necesario para poder impartir el ciclo de Enseñanza Secundaria, además de hacer frente a otros gastos como ayudas en los servicios de transporte o comedor que han de costear las familias, y no debido a los recortes como consecuencia de la crisis que todo lo justifica, sino por el hecho de optar por la enseñanza en euskara para sus hijas e hijos en una zona que la irracionalidad denominó «no vascófona».

Erribera es una de las más crudas muestras de la situación de una lengua que en su propio país no tiene garantías de supervivencia por su supeditación a una legislación ajena, un idioma que pervive entre el consentimiento y la semiclandestinidad. En Nafarroa, la lengua vasca, la lengua de los navarros, se abre camino a pesar no ya de la desidia, sino de la aversión de la Administración de ese herrialde. A pesar y en contra de esa actitud, a trancas y barrancas, el euskara avanza asombrosamente, sasi guztien azpitik eta hodei guztien gainetik. Asombrosa pero no inexplicablemente. De ahí que ayer Nafarroa Oinez rindiera un más que merecido homenaje a quienes con su trabajo y tesón hacen a diario que Erribera se aferre a su corazón.