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Análisis | Macroprocesos políticos en Euskal Herria

El Estado ante los juicios políticos: grietas, silencios y oportunidades

Las denuncias de torturas o del carácter político de los macrojuicios han trascendido de los habituales círculos de apoyo en el Estado hacia el independentismo vasco. Las grietas en el discurso monolítico abren la puerta al discurso de que la paz es algo bueno para todos.

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Alberto PRADILLA

Los dos macrojuicios políticos que se desarrollan desde hace una semana en la Audiencia Nacional española han supuesto la constatación de hasta qué punto el contexto ha cambiado en Euskal Herria y en el Estado, con nuevas grietas respecto al discurso oficial que hacen todavía más sonoros los silencios y, lo que es más interesante, con la apertura de oportunidades para quebrar el habitual «cierren filas» contra el independentismo vasco.

En primer lugar, resulta sintomática la escasa atención, tanto mediática como política, que han suscitado los procedimientos. Un hecho inédito en comparación con las operaciones policiales que han desembocado ante el tribunal. En medio de este apagón informativo, también han podido observarse las relevantes fisuras en un discurso que, hasta hace no tanto, resultaba monolítico, con la consiguiente condena al ostracismo para quien abandonaba la doctrina oficial. En este caso no ha ocurrido así. El carácter exclusivamente político de las sesiones contra 76 militantes abertzales, las denuncias ante lo extemporáneo de la criminalización de las ideas o el horror provocado por los terribles testimonios de torturas en el juicio al movimiento juvenil han traspasado barreras psicológicas y abierto ventanas de oportunidad para que los reproches al inmovilismo del Gobierno del PP no lleguen solo desde Euskal Herria o instancias internacionales.

Durante esta semana, en el Estado se han visibilizado voces que defienden una solución dialogada al conflicto vasco como algo positivo que también beneficia a la sociedad española. Ahí se abren interesantes opciones para todos los sectores que defienden, a uno y otro lado del Ebro, el fin de las políticas de excepción y exigen pasos valientes para conseguir la paz.

El escaso eco mediático y político simboliza el cambio de prioridades registrado en el Estado español. Los silencios informativos no pueden interpretarse (solo) en clave de cónclave, sino como respuesta lógica al cambio de intereses. «Esto ya no vende», constituye una reflexión generalizada en la prensa del Estado.

Al margen de las cabeceras de extrema derecha, que han calentado el ambiente de cara a la esperada sentencia de Estrasburgo sobre la «doctrina Parot» que se conocerá hoy, la cuestión vasca ha desaparecido de los espacios privilegiados en muchos medios. Una tendencia que ya se apuntó hace tres semanas, cuando la operación policial contra Herrira, en la que 18 ciudadanos fueron arrestados, registró una desigual cobertura: portadas en Euskal Herria e interiores al otro lado del Ebro.

Las vergüenzas del Estado

También es cierto que, en un ambiente de crisis total (económica, política y territorial), el proceso soberanista desarrollado en Catalunya se ha convertido en el elemento aglutinador para la derecha española, con un PSOE descolocado y a remolque. Así, el juicio contra los «enemigos del norte» ha servido más para destapar las vergüenzas del Estado que para azuzar la unidad en un momento en el que cada vez más ciudadanos ponen en cuestión el modelo heredado de 1978. Ante la duda, mejor quedarse callados.

Además de los mediáticos, los silencios también han sido evidentes en la clase política española. Ninguno de los principales portavoces de PP, PSOE o IU mencionaron los macrojuicios en sus declaraciones de esta semana. Tampoco nadie les ha preguntado. Es como si San Fernando de Henares, el alejado emplazamiento de la Audiencia Nacional, estuviese cubierto por un manto de invisibilidad. Y eso que, entre los dos grandes sumarios, constituyen el mayor macroproceso judicial contra el independentismo vasco.

El vaso medio lleno

En contraste con este olvido, desde la base social de la izquierda española sí que se han producido significativos posicionamientos. Y estos no han llegado solo desde sectores tradicionalmente alineados con la izquierda abertzale. La evidencia acerca de la naturaleza política de las acusaciones y, especialmente, los terribles relatos de torturas que se escucharon en el tribunal de excepción (que llegan en un momento en el que la causa argentina contra represores franquistas ha vuelto a poner de actualidad esta cuestión) trascendieron los circuitos habituales. Aquí, las bases de lo que representa la izquierda española han demostrado estar muy por delante de algunos de sus líderes o cabeceras de referencia (con excepciones). Un elemento que conviene observar como vaso bastante más medio lleno que medio vacío.

Obviamente, existen incomunicaciones e incomprensiones tras una década de cordón sanitario contra la izquierda abertzale. También cálculos políticos. Pero en los últimos dos años han ocurrido muchas cosas. En Euskal Herria, sí, pero también en el Estado español. El contexto es el mejor en mucho tiempo. El 15M y sus derivaciones supusieron un cambio profundo en la forma de hacer política en el Estado español y la ofensiva austericida, unido a la corrupción y al incremento de la represión contra la disidencia ha abierto espacios al entendimiento: no en términos de proyecto político sino a partir de la convicción de que el fin de las leyes de excepción y, por extensión, los movimientos hacia la paz y la resolución del conflicto vasco son buenos para todos. Más democracia, en definitiva, que sirve para abrir un nuevo ciclo en Euskal Herria y, también, para que el ambiente sea más respirable en el Estado.

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