La tarjeta roja que vio Damià pasada la media hora fue decisiva para el devenir de los intereses rojillos en el Sánchez Pizjuán. Lo cierto es que el partido tuvo un antes y un después a raíz de la expulsión del futbolista catalán. Con inferioridad numérica durante casi una hora, todo hacía presagiar que era cuestión de tiempo que los anfitriones se pusiesen por delante en el marcador, como así ocurrió apenas transcurridos nueve minutos del segundo periodo.

Fue una losa demasiado pesada y no exenta de cierta polémica. ¿Agarró tan fuerte Damià como para tirar a Gameiro? ¿No lo hizo con mayor intensidad Arribas, quien no fue sancionado? ¿Era el catalán el último jugador como para ver la roja, cuando su compañero corría prácticamente a la par tratando de pujar con el delantero brasileño?

Preguntas todas ellas que darán pie al debate hoy delante de un café o en el descanso del trabajo, pero que, de bien poco servirán para variar un resultado inalterable y adverso. Una influencia que, por contra, sí tuvo sobre el césped del estadio hispalense, coincidiendo con una fase del choque en la que los locales habían bajado el trepidante ritmo con el que lo iniciaron.

En todo caso, el lance que a la postre determinó la suerte de la escuadra navarra vino precedido de un envío largo a la espalda de la zaga rojilla, acción que repitió machaconamente el Sevilla hasta que dio sus frutos -los dos goles locales llegaron de esta forma- y que los de Gracia no supieron contrarrestar.

Unai Emery demostró que también se había estudiado al mínimo detalle a Osasuna y que de esa manera, disponiendo de jugadores hábiles y veloces, podía llevar mucho peligro al marco de Andrés Fernández. La línea de la defen- sa visitante transitaba, una vez más, al límite, dejando en fuera de juego a los delanteros locales en algunas ocasiones, pero también permitiendo arriesgados controles.

La ambición hispalense, con un once repleto de piezas ofensivas, también traía consigo su otra cara, la de permitir importantes espacios atrás, que Osasuna intentó aprovechar mientras las circunstancias arbitrales del partido se lo permitieron. Quien más se acercó al objetivo fue De las Cuevas, que dispuso de una doble ocasión en el minuto 21 que quizás hubiese variado la suerte del encuentro.

Una única dirección

Ello no se produjo y el envite entró en una dinámica de única dirección, la que marcaron M´Bia y Rakitic en una sala de máquinas que se manejaba a placer con un Osasuna ya metido en sus cuarteles de invierno. Incluso lejos de ayudar a la tarea de preservar el 0-0, la recuperación de una línea de cuatro defensas con la entrada de Joan Oriol en el lateral zurdo -resultó raro que el cambio se hiciese a los cuatro minutos de la reanudación y no en el descanso- casi coincidió en el tiempo con la llegada del primer gol sevillista.

Abierta la lata, el cuadro andaluz se centró en controlar el esférico e ir amasando el cierre del choque con una segunda diana, que obtuvo a falta de un cuarto de hora para el final. Sin apenas recursos para fajarse arriba y abajo, los rojillos aún tuvieron oxígeno para meter el miedo en el cuerpo con el precioso tanto de Oriol Riera. El encuentro ante el Rayo se torna ahora trascendental.