El affaire en torno al espionaje masivo del NSA estadounidense, filtrado por el espía arrepentido Edward Snowden, se parece cada vez más al guión del más rancio y machista culebrón televisivo.

Toda serie tiene un arranque y esta comienza el 12 de setiembre de 2011. Tocado en lo más hondo de su orgullo por los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono, Estados Unidos recibe el aliento de todo el mundo, desde Rusia a China. Tras más de medio siglo de largo noviazgo, Europa apela a su condición de preferida y le abre de par en par su corasón. «Todo lo mío es tuyo». Sociedad de gananciales, pero de una sola dirección.

Pero el tiempo, inexorable, pasa. Tras diez largos años dando rienda suelta a su ira a diestro y siniestro, el iracundo amante está cansado y debilitado. Observa a su canosa, y cada vez más desdentada, novia, con recientes arrugas, un espejo en el que adivina su propia decrepitud.

Alarmado por la emergencia de nuevos rivales, sobre todo China, EEUU cambia radicalmente el orden de sus prioridades. En el nuevo mundo multipolar que emerge, ya no hay amor para siempre (ya no hay aliados, solo socios, en palabras del exembajador de EEUU en Alemania). El mundo se convierte en un sainete de relaciones por interés, en una madeja de celos y de cambios de cromos. Hoy contigo, mañana con tu enemigo.

En esta nueva edición de la ley de la jungla, el viejo amante no se fía de nadie. Ni siquiera de su otrora amada, a la que vigila y trata de encerrar para siempre con la llave que ella misma le entregó.

La antigua novia llora, ahora, despechada. Se lo dio todo, hasta lo más profundo y oscuro de su alma. Y así se lo agradece.

Estamos ante una nueva vida truncada.