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Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

Este muerto está muy vivo

Hoy en día se puede hacer una analogía entre el cine y la música, por ser dos espacios culturales a los que la revolución de internet ha afectado de forma parecida, obligándoles a adaptarse a los tiempos cambiantes. Lo que ha cambiado son las formas de explotación, y si el público en las salas de proyección ha descendido, el consumo de películas ha aumentado en otras plataformas. La cuestión es que cada vez se hacen más y más productos audiovisuales para ser consumidos de una u otra manera.

Lo desconcertante es que el aumento y diversificación de la producción audiovisual también incide en la propia distribución y exhibición cinematográficas. Nunca había conocido una cartelera con tantos estrenos. El ritmo actual es de entre ocho y diez películas nuevas cada viernes, de las que la mayoría no aguantan en programación más de una semana.

Sé de lo que hablo, porque de joven trabajé como programador en una cadena de cines, y antes el pastel se lo repartían entre apenas una decena de distribuidoras. Ahora hay el ciento y la madre. Cualquiera monta una distribuidora desde su casa, anunciándose en facebook o twitter. Los títulos del catálogo suelen ser pequeñas realizaciones independientes financiadas a través del micromecenazgo o crowdfunding.

En la música el proceso es similar, porque al perder peso la industria discográfica el negocio ha pasado al directo, surgiendo infinidad de pequeñas promotoras, oficinas de representación o simples organizadores. Como resultado de todo ello, la agenda de conciertos aparece saturada y a punto de reventar.

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