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«Mientras nos haga felices escuchar nuestra propia música, nos vale»

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Aiora Renteria e Iñaki Imaz «Piti»

Voz y guitarra de Zea Mays

«Zea Mays da» es el séptimo disco de Zea Mays, cuarteto bilbaino que con «Morphina» y «Era», principalmente, se han colocado entre las formaciones más influyentes de la escena vasca. «Da» propone una integración cautelosa y medida entre el rock, el sintepop y el electropop, sin que ninguna definición consiga acotar la singular apuesta del evolutivo y dinámico cuarteto.

Pablo CABEZA | BILBO

Bob Sinclair, Avicii, David Guetta... (junto con otros más alternativos) podrían pelearse por remezclar, producir o versionar algunos de los temas del nuevo disco de Zea Mays, banda que comenzaba hace quince años con un rock sucio, pedregoso y que lo condujo en similares coordenadas, con la lógica evolución por el potencial del grupo, hasta el tiempo previo a crear «Era» (2010).

Los componentes de Zea Mays acuden a muchos conciertos, son inquietos. En ocasiones resulta extraño ver cómo disfrutan con proyectos sobre el escenario que no tienen nada que ver con su estilo. Tiempo atrás, cabe suponer que lo que veían no lo asimilaban de forma rápida o directa, pero con el nivel actual de percepción y disponibilidad creativa se encuentran en condiciones de recomponer sus directrices en un tiempo prudencial, por eso es posible «Da» en 2013, un álbum donde los sintetizadores, las programaciones... la reorganización rítmica, la calmada voz de Aiora, y las guitarras acústicas acuden a recubrir una nueva sonoridad, excepción de algunos detalles con los que el cuarteto de Errekalde reafirma sus orígenes, quizá por necesidad, por querencia o por no desgajarse traumáticamente de un pasado.

«Zea Mays da» es un disco espléndido, cautivador. Solicita escuchas, colocar la oreja. Es denso y quizá inexplicable estilísticamente en una primera escucha, aunque la posterior entrevista aclare algunas cuestiones. No obstante, no cuesta imaginar que en un próximo disco el cuarteto suelte munición y sorprenda con un álbum limpio, desprovisto. Capacidad tienen, imaginación también y ganas de liarla al margen del mercado también. Además, salvo que «Zea Mays da» no acompañe con las ventas, poco probable, Zea Mays es una banda autónoma económicamente, por lo que se encuentran en disposición de abordar los discos de la manera que estimen oportuna. En este caso, pagando un buen estudio, a un productor de prestigio y publicando por su cuenta.

El diseño del digipack es de David González, bajista de Berri Txarrak y Cobra, un habitual del grupo. Predominan los grises, muy sobrio y elegante. Las fotos de promoción se las reparten entre el propio David y José Lastra, el excelente técnico de sonido del disco y otro amante de la fotografía. No es difícil verle con su cámara colgada.

El disco es tan resultón, complejo a la par, que les preguntamos si han tocado ellos todos los instrumentos. Aiora responde con ironía que sí, que «no tienen pasta para pagar a unos profesionales». Si acaso queda la anécdota del disco ya que cuando la banda entra a grabar, la compañera de Ruben da a luz a Peru, que, además de lo que quiera ser en el futuro, será músico.

Ante tal situación la banda tuvo que recurrir a un colega y gran músico Ekaitz, de Split 77, que grabó tres temas aprendidos en dos días. Tras unos biberones y primeros cambios de pañales, Ruben regresó a tiempo de grabar con su bajo el resto del disco. En «Oihua» hasta tocan los dos.

Desde su reino rockero, Zea Mays han enchufado a la corriente sintetizadores y programaciones. El resultado, al margen del cuidado y la intensidad de los textos que imagina desde su interior Aiora, es un disco donde la sección de ritmo machaca hasta en las baladas o semibaladas, los amplis miden el volumen, los pedales y la distorsión se mantienen enchufados: suenan rockeros, pero quizá algunos se pregunten qué rock es este. Quizá el que funde electropop y sintepop con el clásico sonido turbio y espeso del grupo.

Ante un disco de superficie tan extensa y horizonte en 360 grados no es sencillo destacar canciones, en especial por la calidad de las composiciones. Esto es como un parque natural premiado por la naturaleza. Quizá «Oihu», «Da», «Egiten dudan soinuak», con mucha conexión con el pasado, y «Vortex» puedan ser la primera línea de ataque, pero muy cerca se quedan «Gaur», «Bi bihotzez, bi ero», el silbido de «Ilunetan» rápidamente arropado con guitarras limpias y acústicas que lo dejan al lado de la almohada, la delicada y emocional «Irria» o la calmada (hasta que llegan un par de berrinches) «Prest».

Quizá lo mejor de «Zea Mays da» es que no es un disco que se consuma en dos chupadas. El caramelo es sólido, de intenso sabor y tarda en desprenderse de todos sus sabores.

Desde el día 7 de noviembre al 5 de diciembre, «Da» solo se venderá en la web del grupo, tanto físico como en digital. Del 5 al 8 de diciembre, se venderá en el puesto de Azoka de Durango. A partir del 9 de diciembre estará distribuido por Elkar y en las diferentes plataformas digitales. También se venderá en los conciertos de la banda.

Semanas antes de entrar a grabar nos comentaron que David M. Allen (el productor) iba a disponer de todo el poder, que querían probar qué sucedía delegando con todas las consecuencias. ¿Se mantuvo el deseo?

Aiora: Él estaba al mando, pero siempre abierto a sugerencias e ideas, por lo que nos dejaba probar cosas, si le parecían interesantes adelante, si no le hacían gracia se reía y nos decía que mañana.

Piti: Hacía como los sabios, él ponía la senda y se encargaba de quitar los posibles obstáculos para que nosotros solitos encontráramos el camino correcto, jejeje.

David es un productor y músico que ha destacado sobre todo por producciones de new wave y sonidos ochenteros con teclados y sintetizadores. ¿Alguna de las dos actuaciones de Depeche Mode en el BBK Live les sedujo?

A.: Hace muchos años, a las 18.00 de la tarde, sí, en un BBK live, [en la primera edición del festival, en 2006] conocimos a Ladytron [británicos sin guitarra y chica al frente] y nos encantó. Tras verles después en Kafe Antzokia [2008] empezamos a comprarnos cacharritos, pero hace falta mucho tiempo para controlarlos. Hemos tenido varios intentos fallidos de canciones como «Da» que no acababan de cuajar, y tras unas vacaciones en Ámsterdam y ver a un grupo siniestro australiano salió. Además al tener unos amigos como Lastra y Aritz que controlan toda la cacharrería sabíamos que podíamos sacarla adelante. Lo más curioso es que en nuestras maquetas usábamos una batería programada y una línea de bajo hecha con sintetizadores y Dave cambió eso y nos hizo meter un bajo y una batería natural.

¿Echó de menos algo en el estudio, algún problema para llevar a efecto sus planes? ¿Comió bien? ¿Dónde vive? Gang of Four, donde llegó a tocar, se fundó en Leed.

A.: El mayor problema fue el idioma sin duda, pero creo que al final sus planes salieron adelante, jeje. Comió muy bien, le enseñamos bien Bilbao y alrededores, le encantó el txakoli y, además, se llevó un buen jamón de regalo. El es inglés y vive en Londres.

P.: Creemos que estuvo muy a gusto ya que invitó a su hija Lui a venir aquí y estuvo una semana con nosotros. Grabó hasta unos silbidos en el disco. Luego él nos cuidó igual de bien en Londres, en el tiempo de las mezclas. Ha sido una maravilla.

En la grabación hubo un gran solo de batería.

P.: Después de una de las sesiones de grabación y haber cenado, Asier estaba tocando la batería a su bola, Dave notó que estaba muy a gusto así que le preguntó si era capaz de tocar alguna de las canciones de principio a final solo, sin oír nada de la canción. Asier, todo gallo, le contestó que cualquiera de los catorce temas [uno se eliminó del total]. Al final la batería que está grabada en «Bi hildako» es fruto de esa noche tocando solo la batería sin acompañarle nadie y solo escuchando la claqueta.

No sabría precisar si se os ha cambiado mucho el sonido o si las canciones ya eran diferentes a vuestro pasado desde el mismo origen de las composiciones y arreglos. ¿En qué punto se encuentra el equilibrio de la pregunta?

A.: Las canciones eran así, los cambios han sido muy pequeños, acortar algo dos compases, empezar con un ritmo a mitad de tiempo... Esos han sido los cambios en composición. Lo que ha cambiado más es el sonido, más redondo, con más efectos. Él ya venía con las canciones aprendidas, ya que se las habíamos mandado.

En este pequeño país parece que si a un grupo le dices que suena más pop que antes le estás degradando, ¿qué pasa con el pop o con vuestro pop, sin negar la obviedad de que hay rock en «Da»?

A.: A nosotros no nos importa sonar más pop, más dance, más heavy, más rock o más lo que sea. Mientras nos haga felices, nos ponga los pelos de punta y no podamos parar de escuchar nuestra propia música, nos vale.

P.: En este disco hemos sabido apuntar mejor a la diana, cuando es rock es lo más salvaje que hemos hecho y cuando es más canción hemos aprendido a que quede lo mas redonda posible.

¿Tienen la sensación de haber evolucionado más que sus seguidores?

P.: Seguimos caminando y siempre hacia delante sin perdernos nada del paisaje. Una veces nos influyen unas cosas y otras veces somos espejo de nuestras vidas antes y ahora, para mal y para bien.

¿Y entre ustedes ha habido algún retortijón de tripas ante los cambios?

A.: No. Creo que todos somos felices evolucionando y cambiando.

P.: El dolor de tripas nos lo genera la monotonía, la falta de chispa y el no conseguir hacer lo que te apetece en cada momento. Hoy en día, nos sentimos libres y felices de seguir compartiendo durante un poco más de quince años las diferentes inquietudes de los cuatro en la banda.

«Él [David M. Allen, el productor] ponía la senda y se encargaba de quitar los posibles obstáculos para que nosotros solitos encontráramos el camino correcto»

REVULSIVOS

«El dolor de tripas nos lo genera la monotonía, la falta de chispa y el no conseguir hacer lo que te apetece en cada momento»

«Me encanta meter vocales o soniditos con la voz como si fueran arreglos de instrumentos diferentes»

Ha bajado la tesitura vocal, más matices. Se ha animado a desempolvar el cello y le gustan las letras sin palabras.

A.: Al principio componíamos todos juntos en el local, mi voz sonaba por el ampli de bajo, o sea, no sonaba, así que yo luchaba por oírme gritando a más no poder. Luego un juego de voces, que con los amplis nuevos y batería nueva, tampoco me oía mucho, pero sí algo más. Ahora ensayo y canto con pinganillo, me oigo, no tengo que luchar y estoy mucho más tranquila y feliz. Además las canciones están compuestas con más tranquilidad, con guitarra acústica, de ahí viene el cambio, y de ir aprendiendo a cantar sin hacerme daño. Me encanta meter vocales o soniditos con la voz como si fueran arreglos de instrumentos diferentes, es otro instrumento más para meter arreglos. Empecé a tocar el cello con 13 años, pero a los 23 tuve una lesión en la muñeca izquierda, me operaron y desde entonces no puedo tocar más de diez minutos, ni el cello, ni la guitarra. Así que lo poco que he metido en el disco, en mis buenos tiempos lo hubiese grabado en 10 minutos, pero tardé mil y con mucho dolor, jeje.

Quizá me equivoque, pero creo no haberle visto nunca con una acústica sobre el escenario y aquí hay cosas muy bonitas y que hasta determinan el sonido del disco, ¿se entrenaba en secreto?

P.: A raíz de la cancioncita «Negua joan da ta» [en parte reactivadora de la carrera de ZM] hemos estado en muchos saraos tocando dos temas en acústico. Al final me tuve que comprar una acústica y, ya sabes, el roce hace el cariño.

Hemos charlado del estilo, del aire y corte de algunas canciones, pero no hay forma de que se encasillen. Me plantan.

A.: Nosotros mismos llevamos tiempo con ganas de clasificarnos con un estilo concreto. Tú también lo intentas con tus preguntas y no hay manera. Cuando nos juntamos por primera vez con todas las canciones completas, después de estar grabadas, nos dimos cuenta de que lo único que tenían en común era que las habíamos hecho nosotros, y de ahí viene el título del disco «Zea Mays da».

Trece canciones, más de una hora.

A.: Dave nos pidió catorce para grabar doce y dejar diez. Grabamos las catorce, las mezclamos. Él quería diez, pero no pudimos quitar cuatro. Una de las canciones, «Berdin da», no llegó al nivel y se cayó de manera natural. P.C.

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