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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-05-20
Nerea Antia Vinós - Parlamentaria del PNV en Gasteiz
Proyecto Gran Simio: una triste polémica

Hace ya días que se suscitó una polémica ­que no debate serio­ en torno a la presentación en el Congreso de los Diputados de una iniciativa para promover la adhesión del Gobierno español al Proyecto Gran Simio. Los comentarios, exageraciones y gracietas diversas ­que no razonamientos­ que hemos tenido ocasión de leer y oír durante estos días en relación con esta cuestión son realmente descorazonadores. Nunca hubiera pensado que una propuesta cuyo único objetivo es mejorar la vida y evitar el sufrimiento de un colectivo de seres pudiera resultar tan peregrina, divertida o molesta para tanta gente.

Las actitudes y reacciones que he podido observar estos días se pueden resumir, básicamente, en desconocimiento, prejuicio y/o miedo. Hablando de estas cuestiones, me suele venir a la cabeza lo que tuvieron que aguantar las primeras sufragistas que osaron reivindicar el derecho de las mujeres al voto, o los primeros antiesclavistas que se atrevieron a decir que los blancos y los negros somos iguales y que los primeros no tenían derecho a esclavizar a los segundos. Aunque un pequeño artículo como éste no da excesivo margen, quisiera aportar alguna reflexión a esta cuestión que considero oportuna y digna de mejor tratamiento.

El Proyecto Gran Simio data de 1993 ­aunque hay quien, al parecer, se ha enterado ahora de su existencia­ y cuenta con unos objetivos muy claros y muy concretos. Los datos pueden encontrarse en su página web o bien en el libro del mismo título de Peter Singer y Paola Cavalieri. Animo a entrar en el sitio o bien a leer el libro para así conocerlos de primera mano, centrar la propuesta en sus justos términos y poder opinar con conocimiento de causa.

El Proyecto Gran Simio pretende que la comunidad de los iguales se haga extensiva a todos los grandes simios: los seres humanos, los chimpancés, los gorilas y los orangutanes. No se trata de decir que todos ellos pertenecen a la misma especie, ni equipararlos en derechos y deberes. Los humanos podemos seguir tranquilos: la Declaración de Derechos Humanos seguirá siendo para nosotros en exclusiva. No se trata de que los chimpancés puedan votar en las municipales, que los gorilas puedan formar sindicatos o que los orangutanes tengan derecho a la propiedad privada. Se trata de aceptar que ciertos principios o derechos morales fundamentales que se puedan hacer valer ante la ley rijan nuestras relaciones mutuas. Y estos principios o derechos son algo tan elemental como el derecho a la vida (es decir, no puede darse muerte a los miembros de la comunidad de los iguales, excepto en circunstancias que se definan muy estrictamente, por ejemplo en defensa propia.), la protección de la libertad individual (o sea, si se les aprisiona sin que medie un proceso legal, tienen el derecho a ser liberados de manera inmediata) y la prohibición de la tortura (se considera tortura, y por tanto es moralmente condenable, infligir dolor grave, de manera deliberada, a un miembro de la comunidad de los iguales, ya sea sin ningún motivo o en supuesto beneficio de otros).

A cualquier persona que considere estrambótico o revolucionario este planteamiento, le aconsejo que eche un vistazo a la Ley de Protección de los Animales, vigente en la Comunidad Autónoma Vasca desde octubre de 1993. Cuando, por ejemplo, en su artículo 4 establece la prohibición en todo caso de «maltratar a los animales o someterlos a cualquier práctica que les pueda producir sufrimientos o daños y angustia injustificados», en la práctica les está reconociendo el derecho a la integridad física, a no ser maltratados. Exactamente lo mismo que promueve el Proyecto Gran Simio para los grandes simios no humanos.

Cuando aludía antes a los prejuicios que parecen haber guiado algunas opiniones contrarias a la adhesión al proyecto, me refiero a esa barrera cultural y mental que tienen tantas personas, según la cual los otros animales, los que no son humanos, están ahí para nuestro uso y disfrute, para que hagamos con ellos cualquier cosa con total impunidad. Se trata de una venda para los ojos, una especie de filtro, similar a la que tiene cualquier mente esclavista, racista, clasista, sexista, homófoba, que justifica la discriminación de un colectivo ­esclavos, personas de otra raza o clase, mujeres, personas homosexuales­ en base a diferencias varias o a su supuesta inferioridad. La humanidad ha ido evolucionando, las mentalidades han ido cambiando a lo largo del tiempo, y ahora rechazamos con rotundidad ­a nivel teórico y legal, desde luego­ abusos discriminatorios que durante siglos y siglos fueron legales y perfectamente asumidos por la mayoría de las sociedades. La llamada «cuestión de los animales» y, dentro de ella, el debate sobre el Proyecto Gran Simio, no son ajenos a estos debates éticos y morales.

En algunos comentarios que he tenido ocasión de oír y leer estos días he podido notar, también, cierto temor a que el hecho de conceder unos derechos básicos a miembros de otras especies pueda suponer una especie de menoscabo de nuestros propios derechos. Como si conseguir una efectiva igualdad entre hombres y mujeres implicara una lamentable pérdida de derechos, privilegios y prebendas para los primeros. O, por poner otro ejemplo más actual, como si legalizar ­¡que ya era hora!­ el matrimonio entre personas del mismo sexo supusiera minusvalorar el matrimonio entre personas de distinto sexo. Desde una perspectiva ética, parece lógico pensar que cuantos más seres disfruten de sus derechos mejor será para todos en conjunto. Porque, siempre que hay algún individuo o algún colectivo que sufre maltrato y discriminación, la comunidad entera, el planeta entero, es el perjudicado.

Los animales no humanos, siempre inocentes, y tantas veces agredidos en múltiples facetas y de múltiples maneras por quien se considera más racional y superior, desgraciadamente, no tienen voz para defenderse ni capacidad para organizarse. Son tremenda- mente indefensos. Dependen para su bienestar del raciocinio de otros, de la solidaridad ajena y del sentido de la justicia humana. Es muy preocupante comprobar que, cuando alguna persona alza su voz para conseguir un mundo más justo y mejor para todos sus habitantes, independientemente de la especie a la que pertenezcan, la respuesta sea la del machaque, el pitorreo o el miedo.

Espero y deseo que en el futuro seamos capaces de debatir sobre estas cuestiones desde una actitud abierta, solidaria y positiva, con argumentos e ideas, no desde el privilegio y el prejuicio, con palabras vanas y chistes fáciles. Mientras tanto, vaya desde aquí mi apoyo y adhesión al Proyecto Gran Simio y a toda iniciativa que suponga el reconocimiento moral y legal de que los animales no humanos también tienen derechos básicos. A la vida, a la integridad física y a vivir dignamente en su entorno natural. ¿Qué tiene de malo desear esto para todos? -


 
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