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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-06-12
Pablo Nabarro Lekanda - Militante abertzale
Preservar la oportunidad

Dice un proverbio árabe: «hay tres cosas que no tienen retorno: la flecha lanzada, la palabra hablada y la oportunidad perdida». Proverbio que podríamos elevar a la categoría de axioma político habida cuenta de la crisis abierta en el incipiente proceso resolutivo del conflicto vasco derivada de un indisimulado intento de judicialización al que pretenden someterlo desde la Audiencia Nacional.

Y es que los acontecimientos de esta índole que se han sucedido desde la iniciativa de Anoeta y desde la declaración del alto el fuego de ETA generan dudas razonables e incertidumbres sobre las perspectivas de dicho proceso y de su irreversibilidad que pueden degenerar en desazón de consecuencias imprevisibles.

Escribía De Juana Chaos que el proceso abierto es todo lo irreversible que puede serlo la historia o la acción política, algo que puede parecer obvio si no olvidamos aquello de que «la Historia se repite» o de que «el pueblo que olvida su pasado repite sus errores». Pero lo preocupante no es tanto que el proceso sea o no irreversible, sino que lo es la oportunidad histórica sobre la que se sustenta.

Lo que está en juego, por tanto, no es el proceso sino la oportunidad, y que ésta se pierda o no depende en estos momentos críticos fundamentalmente del señor Zapatero, su Gobierno y su partido, debiendo superar para ello dos contradicciones fundamentales:

­La primera, la que se deriva de la tentación manifiesta de acelerar la vía de comunicación con ETA, ralentizando sine die la vía política, obviando que ha sido precisamente ETA la que ha dejado meridianamente claro en su última entrevista pública, y por tanto por todos conocida, que cualquier diálogo resolutivo sobre aspectos técnicos no va a ser posible en cuanto no haya pasos en la consolidación del diálogo político, ya que éste es el realmente prioritario para la izquierda abertzale.

­La otra contradicción, motora de la crisis abierta, radica en el papel de la judicatura. No ha habido proceso resolutivo de conflictos de la naturaleza que nos atañe en el que ni el poder judicial ni el ejecutivo ni el legislativo ejerzan un papel preponderante intentando mediatizar al mismo. Todo lo contrario. Se ponen al servicio del mismo. Por tanto, no cabe una permanente apelación al respeto de una supuesta independencia judicial, abiertamente cuestionada por la contundencia de los hechos (18/98), que pone en solfa constantemente dicho proceso, y apelar al mismo tiempo a una Ley de Partidos que expresamente se hizo para ilegalizar a la izquierda abertzale, sobre la que se sustenta la actuación judicial.

Estas y no otras son las contradicciones del actual proceso, por lo que no son de recibo salidas extemporáneas como las de algunos políticos tratando de trasladarlas a la izquierda abertzale y parangonando la pintada en un batzoki con la encarcelación de un dirigente político.

Mientras tanto, se nos repite hasta la saciedad y de una manera sospechosa que el proceso iniciado va a ser «largo, difícil y duro». Una especie de estigma que se pretende recaiga sobre el inconsciente colectivo no ya de la base social de la izquierda abertzale sino de la sociedad vasca en general y que no tiene otro efecto que el de narcotizar y neutralizar el necesario empuje social del mismo. Un estigma que en un principio fue asumido con una cierta resignación por la propia izquierda abertzale pero, como escribiera Balzac, «la resignación es el suicidio cotidiano», y en nuestro caso con- creto puede suponer nuestro suicidio político. Desterremos, pues, de nuestro vocabulario esas premisas y apostemos desde nuestra paciente impaciencia por un proceso dinámico, sólido, participativo y creativo, conscientes de que aún en el peor de los casos siempre aparecerán nuevas oportunidades que consoliden el proceso abierto. Oportunidades que como dice otro proverbio irlandés son como los amaneceres, que si llegas tarde te los pierdes. -


 
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