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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-06-12
Javier ARMENTIA | Coordinador de la colección literaria «¡Vaya timo!»
«La homeopatía es el timo que más beneficios da, junto a los adivinos»
Sobradamente conocido por su condición de director del Planetario de Iruñea, es, sobre todo, un escéptico declarado que cada vez que puede muestra su lado activista en el desenmascaramiento de mitos y falsas creencias. Es lo que hace esta vez al dirigir una nueva colección de libros que revela los «timos» de la sábana santa, los ovnis, la homeopatía...

Vaya timo con el creacionismo, la sábana santa, los ovnis, la homeopatía, los poderes mentales, la astrología, el más allá, el feng-shu, y es sólo el principio de la iniciativa conjunta entre la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y la editorial navarra Laetoli. Cada «timo», un libro de apenas 150 páginas. Los tres primeros ya están en las estanterías.

Respuesta

­¿Por qué la colección «¡Vaya timo!», hacía falta en este momento o, simplemente, surgió la idea?

La idea de una colección de libros de pensamiento crítico sobre el mundo de lo «paranormal», por ponerle una etiqueta, es antigua. De hecho, desde hace veinte años, cuando se fundó la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, hemos venido intentando hacerla realidad. Sin embargo, se trata de una organización voluntarista y pequeña, y el esfuerzo de la publicación cuatrimestral ‘‘El Escéptico’’ venía obligándonos a posponer algo tan ambicioso. Hace un año, nuestros caminos se cruzaron con los de la Editorial Laetoli, de reciente creación y con una colección de textos de divulgación científica que nos gustó mucho. Surgió la idea de, finalmente, aprovechar la ilusión conjunta para atrevernos a competir en los estantes de las librerías con el enorme arsenal de libros crédulos y sobrenaturales. Una lucha de David contra Goliat, claro, pero al menos ahora esos títulos están ahí para provocar pensamientos, argumentos, para intentar promover la crítica en algo que, hasta ahora, se nos vendía siempre de forma sesgada.

­Del lector escéptico se puede esperar una buena respuesta. ¿Qué esperan del que últimamente se devora los Códigos da Vinci y similares?

Realmente, los libros no son sólo para escépticos. De hecho, los llamamos también «libros para crédulos», y muchos de ellos están directamente dirigidos a un lector que cree que los ovnis son naves extraterrestres, o que el Génesis cuenta literalmente cómo se formó el mundo y los seres vivos. Así que, principalmente, están pensados para un lector que puede haber sentido curiosidad por alguno de esos «timos», como los llamamos, pero que nunca había tenido la oportunidad de conocer lo que hay realmente detrás de ellos, porque sólo le habían contado la propaganda. Están escritos, además, como textos sencillos y cortos.

­Por cierto, ¿a quién recomienda esta colección?

A los jóvenes, porque quizá ellos aún pueden enfrentarse con un espíritu crítico a estas disciplinas que los adultos, simplemente, creen a pies juntillas.

­Vayamos por partes. Vaya timo el creacionismo, o lo que muchos llaman diseño inteligente,... y vaya repercusión que está alcanzando.

Solemos pensar que todo eso del creacionismo, de enseñar el Génesis en las clases de biología, es una chaladura de los estados más retrógrados de EEUU. Y es cierto que allí la comunidad científica se ha tenido que posicionar y manifestar en contra de semejantes barbaridades, de devolver a las clases de ciencia la ciencia y no los mitos. Pero en Europa no estamos del todo libres de sufrir esta invasión, porque lo cierto es que todo lo yankee nos acaba invadiendo, y esto del creacionismo ya está llegando. Llega, además, disfrazado de ciencia, no como un integrismo cristiano, sino como un movimiento apoyado en algunos ámbitos universitarios que cuestionan la evolución y el darwinismo aceptado por los científicos. En Francia, Italia o España, algunas universidades católicas comienzan a promover esas teorías del «diseño inteligente», que no son más que el Génesis disfrazado de ciencia. Este libro de Ernesto Cármena alerta del peligro, pero sobre todo se convierte en una deliciosa introducción para el profano en las teorías evolucionistas. Gracias al libro, podemos entender por qué es cierto que venimos del mono, y por qué no nos podemos creer algo como el Diluvio Universal o la complejidad irreductible.

­No me puedo creer que los ovnis no existan. ¡Si de chavales todos mirábamos al cielo en busca de uno!

Y los ovnis existen. Es decir, hay mucha gente que ve algo en el cielo y no sabe qué es. Eso es un ovni. Lo cierto es que cuando se investiga correctamente, se acaba descubriendo que eso que habían visto no era en absoluto una astronave alienígena. Porque lo que no existe es esa mítica «Ovnilandia» de la que habla Ricardo Campo, el autor de ‘‘Los ovnis ¡vaya timo!’’, un país en el que parece probado que nos visita ET, que los extraterrestres secuestran a gente, o que los militares conspiran con ellos. Es lo que nos han estado vendiendo desde hace decenios, un mundo fantasioso del que no tienen realmente una sóla prueba fiable. Un mito de extraterrestres al gusto de la era espacial.

Respuesta

­Entonces, ¿no hay nadie más allá, estamos solos?

El libro deja abierta la posibilidad de vida en otros mundos, porque esta cuestión científica no tiene nada que ver con los platillos volantes y Ovnilandia.

­Vayamos al timo de la sábana santa. ¿Cómo es posible que perdure aún?

Porque resulta llamativo y porque, sobre todo, se nos sigue vendiendo como un misterio insondable. Es curioso, como muestra Félix Ares de Blas en su libro, que a pesar de que los datos históricos, los análisis científicos sobre los pigmentos del sudario de Turín, el análisis de Carbono-14 o los estudios sobre iconografía, muestran que se trata de una falsificación medieval de mediados del siglo XIV made in France, sigamos escuchando barbaridades sobre el sudario: que si el método de datación más empleado por los historiadores no vale por extrañas razones, que si las imágenes fueron analizadas por la NASA, o muchas otras pamplinas que cada año, por cierto, aparecen en los medios de comunicación sin que haya casi nunca la oportunidad de explicar las verdades detrás de tantas mentiras.

­Los poderes mentales, otro engaño. O sea, que de lo de doblar cucharas, adivinar el futuro o saber lo que piensa el de enfrente, nos olvidamos.

Pues va a ser que sí... que diría Carlos Alvarez, uno de los más punteros sicólogos españoles, que se adentra en esos misterios de la telepatía, de la precognición, de la clarividencia o la sicocinesis para mostrarnos, como en el cuento, que el emperador estaba realmente desnudo. Aunque durante siglo y medio se ha pretendido hacer una investigación aparentemente científica de esos poderes mentales, la parasicología no ha conseguido demostrar nada. Y podemos sospechar que no lo hará nunca, por más que nos gustaría saber lo que pasará mañana o piensa el jefe...

­¿Y la astrología? ¡Pero si hasta en este periódico se le dedica un espacio el fin de semana!

En efecto, sale en los periódicos y aunque mucha gente se la toma como un pasatiempo, la verdad es que se sigue manteniendo de moda por más que desde hace casi quinientos años sabemos lo bastante del cielo como para poder olvidarnos del influjo de las estrellas. Inés Rodríguez de Castro, que es astrofísica del Instituto de Astrofísica de Canarias y una gran divulgadora de la astronomía, recorre con el lector el curioso mundo de las influencias astrales para encontrar que, al final, nada de nada: que el horóscopo es un timo que nos hace perder tiempo y dinero.

­Hasta el «más allá» es un timo... ¿no hay una luz blanca?

La famosa luz al final del túnel... ¿qué sería entonces? Curiosamente, los sicólogos explican que cuando en el cerebro se va desconectando el sistema de visión, lo que queda es, precisamente, una visión en túnel. Como les pasaba a los televisores antiguos cuando apagabas, que quedaba ese punto en el centro. La culpa la tiene la medicación y, sobre todo, la falta de riego en el cerebro, y lo digo sin segundas. La anoxia cerebral está implicada no sólo en lo de la luz blanca, sino en otros muchos de los fenómenos de esas experiencias cercanas a la muerte que no son, en absoluto, prueba de que exista el más allá. Miguel Angel Sabadell, que escribe en ‘‘Muy Interesante’’, hace un apasionante recorrido por esas historias del más allá, desvelando los trucos de los mediums espiritistas, la tomadura de pelo de la oui-ja y otras sorprendentes verdades. El más allá, parece, queda todavía más allá de lo que nos vendían.

­Por cierto, explíqueme esto del feng shu, que también lo desmontan ustedes, porque aún no he llegado a ello.

Porque no le ha dado por caer en las garras de los consultores que le afirman que ha de cambiar toda la decoración de su piso para contrarrestar las «energías negativas». El feng-shui es como un arte de la decoración en la que lo que no es obvio es simplemente una afirmación estúpida, disfrazada de antigua tradición oriental, que es como muchos timos llegan actualmente a Occidente. Para creérnoslo, tenemos que creer que existe una energía, el chi-kung, que está en todos los lados, pero que sólo si pagas 500 euros a un experto podrás manejar adecuadamente. Algo demasiado sospechoso.

­Y, aquí sí que han puesto el dedo en la llaga. ¿Que la homeopatía también es un timo?

Y actualmente el que más beneficios proporciona, junto con los teléfonos de los adivinos del 806. A pesar de su popularidad, a pesar de la interesada aceptación cómplice de los colegios médicos, porque corporativismo y negocio es lo que hay, Carlos Tellería, que trabaja en Salud de la Diputación General de Aragón, nos muestra que realmente la homeopatía no se sostiene por ningún lado, porque es una teoría de la enfermedad que no explica lo que sabemos del cuerpo humano y de las enfermedades, porque su farmacopea es inexistente e imposible para cualquiera que haya estudiado química elemental, y porque al fin y al cabo, no funciona más allá de lo que es el efecto placebo, es decir, que nos gusta engañarnos, como han mostrado numerosos ensayos por todo el mundo. ¿Qué es lo que queda en el fondo? El negocio que se aprovecha del miedo que les tenemos a las enfermedades.

­¿Tienen ya en mente algún otro timo añadido que seguir denunciando en esta colección?

Unos cuantos más, por ejemplo, la Atlántida, los misterios de las líneas de Nazca, de las pirámides o tantos otros antiguos monumentos que se venden como de origen extraterrestre, el influjo de la Luna, las caras de Bélmez, el chamanismo nueva era, la acupuntura... la lista da para una colección de largo recorrido. Y como cada día aparecen nuevos timos, me temo que nunca la daremos por cerrada.

­Bueno, pero entonces ¿en qué nos dejan creer ustedes?, ¿acaso en la suerte?

La suerte... pues mire, este podría ser un buen tema. Al fin y al cabo, mucha gente vive, y la que mejor, Hacienda, de la creencia que tenemos en la suerte en unos números, o en nuestra capacidad de saber quién ganará los partidos de la liga de fútbol. Nos creemos que hay gente con «estrella» y que hay «gafes». ¿Y no será, como creen los sicólogos, que la suerte, realmente, nos la tenemos que trabajar un poco? De verdad, un buen tema. Si se anima, podríamos hablar de un nuevo título para la colección.

­¿Para cuándo un librito con el timo de «Cuarto Milenio», el exitoso programa televisivo sobre, como decía usted antes, lo «paranormal»?

Hemos querido centrarnos en esta colección en temas concretos, que la gente pueda reconocer, y sobre todo, en los que la historia, la ciencia o el pensamiento crítico en general, puede arrojar más luz. El problema

de la telebasura, me temo, es demasiado complejo. Gente que vive de contar cosas que no son ciertas, o medias verdades, exigiría más que un libro, una verdadera respuesta popular.

­Por cierto, los vascos, supuestamente comprometidos políticamente, ávidos lectores de prensa, etc, somos unos de los que más seguimos el programa de Iker Jiménez. ¿Qué opina?

Es curioso, nos creemos muy críticos con lo que nos cuentan de tantas cosas y luego, llegado el momento, somos como corderitos en manos de quien nos quiera vender un misterio insondable. Quizá el problema es que no somos realmente tan críticos. Si analizamos la situación, lo que sucede es que es más sencillo creerse algo, resulta más barato, que decir ¡pues no!, y buscar argumentos para desmontar esa creencia. Eso exige una postura activa, trabajar, pensar críticamente, pensar, quizá, casi sin más. Lo que sucede, así, es que realmente somos muy vagos.

­¿Para cuándo tendrán ustedes un programa de televisión que desmonte tanto mito?

Siempre hemos creído que podría hacerse, o más bien, que debería hacerse. Pero en general la situación es similar en todo el mundo, es decir, abundan los programas paranormales o sobrenaturales y muy pocos son los escépticos o críticos. Pero, claro, tampoco hay muchos programas de televisión que nos hagan pensar, o los han relegado a la madrugada. Es triste constatar que la ciencia, que tiene cosas maravillosas que contarnos y que es capaz de cambiar el mundo, casi no exista en los medios audiovisuales, y que campen a sus anchas los vendedores de misterios. Ojalá algún día cambie la cosa, yo me apuntaré a ver ese programa.

­Lo cierto es que usted en su blog suele ser muy crítico con las informaciones que los periódicos publicamos relativas a la ciencia. ¿Tan mal lo hacemos?

Lo hacemos mal todos, que yo también escribo de ciencia en medios de comunicación y también, por lo tanto, meto la pata. Pero es bueno reconocer el error, sobre todo si demostramos un propósito de enmienda. Mis críticas intentan que la ciencia se trate con más cuidado e interés en los medios de comunicación. Necesitamos una mayor cultura, una mejor cultura con ciencia. -


 
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