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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-06-16
«Esclavos del franquismo en el Pirineo», otro drama rescatado al olvido impuesto
«Todo se hacía a base de pico y pala, y así días, meses y años. Todo lo que se comía al monte se acarreaba a los lados más bajos para formar el ancho de la carretera. Aquello parecía un hormiguero». Tras la epopeya de los presos de Ezkaba, ahora otro libro («Esclavos del franquismo en el Pirineo») recupera una nueva tragedia oculta: la de 2.100 condenados a trabajos forzados en una carretera navarra.

El 25 de julio de 1939, en el «año de la victoria» franquista, el llamado Batallón de Trabajadores 127 llegaba a los remotos valles de Erronkari y Zaraitzu. María Jáuregui, vecina de Igal, todavía se acuerda de la impresión que le produjo aquel ejército de desarrapados: «Estaba yo con las vacas, y todo lleno de soldados, ¡madre mía! ¡Nos daba una cosa! Te daban apuro, te daba un poco de vergüenza, no sé cómo decirlo... ¡pero no eran gente mala! Los soldados llevaban la boinica, y los otros gorro». Se trataba en realidad de presos republicanos a los que esperaba una labor tan ardua entonces como desconocida después:construir la carretera entre Igal, Bidangoze y Erronkari, un profundo surco entre dos valles pirenaicos.

El capitán franquista Aguilera dejó un cruel testimonio sobre aquellos batallones de presos condenados a trabajos for- zados, utilizando palabras muy alejadas de la candidez de las de María Jáuregui: «Prisioneros rojos, capturados en Santander. He oído decir que construyeron una de las carreteras de montaña en ocho días. Pocas ocasiones para dormir, ¿eh? Así es como hay que tratarlos. Si no necesitáramos carreteras, me gustaría sacar un rifle y liquidar a un par».

En esa obra entre Erronkari y Zaraitzu se dejaron la piel 2.100 personas entre 1939 y 1941. Su historia ha sido reconstruida ahora con enorme detalle por Fernando Mendiola y Edurne Beaumont, en un libro con un título bien explícito:‘‘Esclavos del franquismo en el Pirineo’’ (Txalaparta).

Ayer se presentó en Iruñea, donde Javier Rodrigo, calificado como la máxima autoridad en esta materia y autor del prólogo, aseguró que «éste es el mejor libro para entender ‘la mili de Franco’. Aunque de mili no tenía nada. Eran trabajos forzosos», matizó.

Un ejercito de cadaveres

Pasaron de ser trabajadores hechos presos a ser presos forzados a trabajar... para el franquismo. Fueron sus esclavos, al fin y al cabo. Con su sudor se construyó esta vía prepirenaica que tenía ante todo un objetivo defensivo, según indicó Mendiola: «Buscaban frenar una eventual invasión aliada o de guerrilleros antifranquistas».

El libro aporta un listado de obras hechas en Nafarroa «bajo la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros y la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios»:se citan la carretera Aiegi-Monasterio de Iratxe, la Azagra-Milagro, la Eugi-Irurita, la Oiartzun-Lesaka, las minas de Aralar, el ferrocarril Iruñea-Gasteiz...

En última instancia, lo que pasó en Nafarroa no fue sino el reflejo de una realidad de alcance estatal. Se calcula que en todo el herrialde hubo 15.000 condenados a estos trabajos durísimos; en el conjunto del Estado español fueron 100.000.

Los relatos de los supervivientes recuerdan casi milimétricamente al calvario de los encarcelados en el fuerte del monte Ezkaba, redescubierto también en estos últimos años. «Desde arriba mirábamos al campamento a ver si había humo;si no, ¡otro día que ya sabíamos que no íbamos a comer!», detalla en el libro uno de aquellos prisioneros. Yotro apunta que cuando el gobernador les vio preguntó «qué es esto que viene, un batallón de soldados o de cadáveres».

Los presos se vieron forzados a comer lagartos o a practicar el robo nocturno, con riesgo evidente para su vida si eran descubiertos. Y a combatir el frío y la nieve pirenaicos durmiendo apilados en tiendas de campaña. Y a sustituir los zapatos rotos por un trapo o un saco. Y a romper el hielo para bañarse en el río y así poder quitarse las pulgas y los piojos.

A los esclavos de Franco la muerte les acechaba en cada momento, por hambre, por enfermedad, por castigo, y también por accidente. El libro cuenta cómo un camión se estrelló en el puerto de Iso;murieron dos presos y un soldado. Pese a la investigación exhaustiva de Beaumont y Mendiola, que ha permitido por ejemplo identificar completamente a 1.200 de los 2.100 presos condenados a pico y pala en esa carretera pirenaica, es imposible saber cuántos de ellos murieron. Mendiola explicó que «hemos identificado doce asesinatos, pero tememos que ésa es sólo la punta del iceberg».

En el libro no sólo hablan las víctimas. También lo hacen los llamados «soldados de escolta» y oficiales. Y los vecinos de aquellos valles que observaban estupefactos a aquel ejército de esqueletos y que descubrieron así que «no tienen cuernos ni cola». Simplemente habían perdido la guerra.

UPN, como los neofascistas

‘‘Esclavos del franquismo en el Pirineo’’ denuncia también el manto de silencio posterior, que llega hasta el día de hoy. El historiador Emilio Majuelo saludó en la presentación que «hemos puesto otra piedra» en la denuncia de aquel «régimen de represión pluralista e ilimitada». YFernando Mendiola dejó constancia de que «las autoridades de Navarra se siguen negando a reconocer todo esto, y eso es algo que en Europa sólo hace ya la ultraderecha neofascista. La derecha europea sí lo reconoce, e incluso señaliza públicamente los lugares del horror. Y eso la derecha navarra no lo hace», insistió.

Pero la sociedad, sí. El sábado 24 se celebrará por tercera vez, en el alto de Igal, un homenaje a aquellos prisioneros. Eguzki Bideoak está preparando un documental sobre estos hechos. Y desde ayer hay un libro que recupera esta historia que, como apunta el supervivente Andrés Millán, no se puede revivir «ni contándolo». Historia de luchadores como Félix Padín, a los que pese a todo «no llegaron a matarnos la moral, ni perder la dignidad. Hemos seguido tiesos». -

IRUÑEA


 
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