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Gara > Idatzia > Kultura 2006-12-10
Calma, marejada y resaca final
La Feria de Durango comienza a dar sus últimos coletazos en lo que respecta a la edición de este año. No obstante, organizadores, representantes, escritores y músicos no se agotan y continúan trabajando para satisfacer las necesidades de los visitantes. Gente, gente y más gente sigue agolpándose en las «calles» de Landako. Apuran las últimas compras pero aún queda mucho por ver. En la jornada de ayer tampoco hubo descanso.

El mar de libros de Durango comienza a romper sus últimas olas. No obstante, la resaca será dura cuando llegue el momento de hacer un recuento global y contabilizar las ventas de este año. De hacer un balance de lo acontecido. Sin un velero con rumbo fijo, marineros de toda Euskal Herria acuden al océano durangués en busca de un nuevo cuaderno de bitácora.

Entre la gran oleada de gente avistamos a lo lejos, en el velero de Elkar, a un tímido Fernando Morillo a la espera de que alguien le pida una dedicatoria para su último libro; la traducción al euskara de “Eragon”.

Algún curioso se ha acercado y ha mirado la portada con cara de sorpresa. Un dragón sobre un fondo azul es el que invita al lector a entrar en el mundo de la fantasía.

Morillo ha destacado «la frescura» que tiene el libro, ya que su escritor es un joven grumete de 20 años de edad que «plasma de una manera muy fácil todo aquello que corre por la mente de un adolescente».

Aunque el barco no haya salido aún a alta mar (el libro todavía no ha sido presentado) el escritor se mostró satisfecho de la acogida que está teniendo la traducción en la Feria de Durango: «La presentación se hará en diciembre. El día 20 o 21. No estoy seguro. Pero creo que se está vendiendo bien, y la película también se estrenará en pocas semanas».

Después de preguntarle si considera que su escritura entra dentro del género fantástico, o si es un escritor de fantasía sacó de la manga una frase de Jorge Luis Borges, y dijo: «Toda la literatura es simbólica, incluso la más realista. En ese sentido sí que me considero un escritor fantástico, me gusta la fantasía, disfruto con ella».

Pero nuestro viaje no acaba ahí. Todavía quedan muchas millas por recorrer, y un poco más adelante, con un cigarrillo en la mano, Paddy Rekalde se asoma en el horizonte.

“Ragga Ragga dator gaua” es su último trabajo, un libro que dice que contiene «literatura Paddy». Narra la historia de un boxeador bilbaino que regresa a la capital a «arreglar asuntos pendientes» y se encuentra con «fantasmas del pasado y con situaciones de la realidad actual». Detrás de sus patillas y su moderna perilla se esconde un literario que se ha esforzado en hacer una literatura «la más humana posible», y se mostró comprometido con la situación actual.

El escritor aseguró que los libros que más se venden son aquellos que «llevan la estampa de algún premio o tratan sobre la situación política de Euskal Herria». Así, dijo que su literatura es diferente: «Creo que hago una literatura diferente a las demás. Bebo de los fanzines. Al fin y al cabo, hago literatura Paddy», apuntó.

Un mar selectivo

Aunque parezca paradógico, no todo el mundo consigue adentrarse en ese océano lleno de libros que sólo una vez al año convierte a Durango en una ciudad costera.

Me refiero a todos aquellos que, con libros o sin ellos, deben quedarse fuera del recinto de la feria.

Bajo la lluvia y sujetando una pancarta, a primeras horas de la jornada un grupo de personas se encaraba al edificio bajo el lema “Euskal militanteen hilketak argitu. Egia, justizia eta oroitzapena”.

Otros, también resguardados tras una pancarta, que a más de uno le llegaba al cuello, reivindicaron sus ideales en contra de Israel, y propusieron un boicot al país hebreo.

Pero el mar es el mar, y la cabra siempre tira al monte. Y antes de terminar nuestro viaje, hemos hecho la última parada en el puerto de Elkar. Allí, nos hemos encontrado a Kirmen Uribe resguardado entre decenas de ejemplares de su último trabajo, “Portukoplak”.

El de Ondarroa hace un viaje de regreso a su casa, un viaje de regreso a su interior, a su infancia. Recordando viejas canciones que le cantaba su abuela, y aquellos momentos en los que iba a buscar a su padre, marinero, al puerto, ha elaborado un libro mitad poesía mitad cancionero. Sin descanso alguno, su bolígrafo no paró de trabajar para realizar dedicatorias a una multitud de gente, de marineros, que han navegado en el mar de los libros, en sus aguas llenas de letras. Antes de que el líquido se evapore, no está de más saber que «todos los mares no son iguales, pero dentro de sus diferencias, no hay ninguno que no sea de agua». -


 
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