«Gaueko zurrumurruak», invitación al diálogo de Juan Luis Baroja Collet
Juan Luis Baroja Collet muestra su trabajo más reciente en la galería Arteko (Iparragirre, 4) de Donostia hasta el próximo día 18 de febrero. Son obras de diverso tamaño que reflejan la diversidad de técnicas y materiales utilizados por el artista eibartarra. Dos esculturas de gran formato en hierro presiden la sala, acompañadas por otras cuatro piezas medianas en las que se mezclan al hierro, galvanizado, bronce y madera y nueve esculturas en bronce de pequeño formato. Además, se puede ver obra realizada en papel entre la que destacan los collages titulados «Arbelak», así como doce grabados.
DONOSTIA
¿De qué hablan las esculturas y los grabados en la soledad de la noche, en el taller? ¿A qué suenan cuando todavía sólo son unos proyectos? Es la pregunta que lanza al aire el artista Mikel Campo en el texto que acompaña al catálogo de la exposición “Gaueko zurrumurruak” y la respuesta la deberá encontrar el espectador entre las paredes de la galería Arteko. «Desde luego, las esculturas hablan y hay un proceso de diálogo entre las obras y el autor cuenta. El diálogo conmigo ha terminado, ahora es cuando empieza la comunicación con el espectador. Yo no puedo entrar ahí y son ellas las que se tienen que defender».
Juan Luis Baroja Collet no quiere desvelar el misterio, aunque ofrece alguna pista al respecto. «Mi obra está muy relacionada conmigo, se trata de exteriorizar mis vivencias y éstas corresponden al Bajo Deba. Ni se trata de la afirmación del yo ni nada de eso, es transferir mis experiencias reales, una transferencia que se mantienen a otro nivel en mi obra sobre papel explica. Mis referencias son locales, aunque siempre hay una vocación de intentar universalizar todo».
Las dimensiones de la sala permiten a Baroja Collet mostrar trabajos de un tamaño considerable. «El reto era espacial, yo presento muchas técnicas distintas y lo difícil es armonizar el conjunto y conseguir una coherencia general. Y estoy encantado con el resultado», afirma. Las obras, tiradas en el suelo y acumulando polvo en ocasiones, cobran vida en cuanto entran en contacto con el público. «Es ahora cuando puedo verlas realmente, en condiciones. Muchas de las obras son recientes y necesito mirarlas con calma, porque a veces incluso a mí me sorprenden», advierte el artista.
El eibartarra se encuentra en una etapa reflexiva, dejando atrás momentos más impulsivos. Lejos quedó también el día en que abandonó la pintura para dedicarse a la escultura. «Estoy contento con el camino realizado, que he elegido conscientemente», asegura. Es un camino en el que ha optado por trabajar de una manera muy arcaica, dedicándose a técnicas que no tienen tradición aquí, como el grabado.
Eso sí, al margen de la técnica, no concibe el quehacer artístico sin mancharse las manos. «Yo vivo el trabajo del taller y me mancho las manos todos los días. No podría renunciar a ello y sentarme delante de un ordenador», dice.
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