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Ramón Zallo

La «Propuesta de Autonomía Política" de la izquierda abertzale

Dice Ramón Zallo que la Propuesta de Autonomía Política de la izquierda abertzale rescata un discurso, el de la autonomía, que, en su opinión, no es novedoso en los planteamientos de la izquierda abertzale. Considera, por otra parte, que es poco precisa: «No se incluyen las mediaciones ni el factor tiempo y se deja el tema al debate con otros".

El 8 de febrero pasado la Comisión Negociadora de la izquierda abertzale (IA) hacía pública su «propuesta de autonomía y del derecho a decidir para una paz definitiva». Los comentarios mayoritarios no le han hecho justicia a la importancia del documento que, ciertamente, la tiene para el medio plazo aunque poca para la coyuntura más inmediata.

No es nuevo el discurso de la autonomía en la IA. Al fin y al cabo, a finales de los 70, en ocasión del debate autonómico ya se contraponían al Estatuto de Gernika propuestas de Estatuto de Autonomía con pasarelas autodeterministas y, en el caso de la IA, diez años después, en 1990, también formuló una propuesta de Estatuto Nacional de Autonomía para Euskadi Sur. Tampoco es nueva la parte relativa al derecho de decisión: un acuerdo multipartito a consultar a la ciudadanía para un nuevo marco de decisión.

En primer lugar, se rescata un discurso abandonado. Recordemos que aquel discurso fue sustituido por la consideración de Euskal Herria como un sujeto político único (incluido Iparralde). Desde el informe «Bateginez» (1999), se propuso la convocatoria de una Asamblea Constituyente de Euskal Herria, preparada por electos de todo tipo (se le quería dar esa función a Udalbiltza) que aunque procedentes de la institucionalización vigente, generarían una nueva legalidad «nacional». Obviamente, era dudoso que fueran a estar ahí los no nacionalistas, y aún más dudoso su grado de representatividad en Navarra y ya no digamos en Iparralde. Un castillo en el aire.

Esa propuesta era radicalmente distinta a la de ahora. Esta se construye como punto de partida desde el suelo democrático vigente («un acuerdo político que partiendo de la actual realidad política e institucional», y ello aunque se la critique porque «no es consecuencia de la voluntad democrática de la ciudadanía»). Es decir desde sus mecanismos y, de nuevo, sólo para Euskadi Sur, legitimando parcialmente unas instituciones consolidadas, aunque sea para cambiar el marco.

Esto que es fácilmente aceptable para otras percepciones (partir necesariamente de una legitimidad para construir otra legitimidad distinta) seguro que generará un debate de principios en la IA. Unos dirán que se legitima el estatutismo y la partición. Y otros les contestarán que la deriva es para cambiar el marco y sin renunciar a ningún principio y, se preguntarán, si visto así, no se legitiman más unas instituciones cuando se ha participado en sus elecciones durante 25 años y no sólo para hacerse un recuento en las urnas sino también para hacer propuestas, críticas o gestiones.

Segunda novedad. Reconoce la legitimidad de cada espacio institucional entendiendo que Navarra es un espacio propio que ha de decidir por su cuenta para ir o no hacia un proyecto colectivo nacional. Hasta ahora se daba por descontado que, en caso de consulta, el espacio contable era el «nacional». Incluso se mencionó en la rueda de prensa la palabra tabú «vasco-navarros» que algunos ya utilizamos ocasionalmente siguiendo la tradición de finales del XIX y del proyecto de Estatuto del 1931.

Tercera novedad. Se puede interpretar que hay un inicio de cambio de metodología estratégica. Parece formularse la propuesta no desde el puro Deseo o desde un mundo imaginado, sino desde el principio de realidad, desde la realidad social (hay no nacionalistas, cómo se ven los navarros) e institucional (hay dos parlamentos, hay dos legitimidades de partida) a cambiar para llevarlas, desde acuerdos y mayorías a conquistar, hacia el Deseo.

No han sido las mejores fechas para plantear este relativamente nuevo discurso. Lo razonable es que se hubiera puesto el año pasado encima de la mesa tripartita (IA, PSE y PNV) y que, precisamente, por los temas de territorialidad y decisión no culminó sus trabajos. El inconveniente de haberlo hecho público ahora es que no parece posible que pueda entrar en la agenda colectiva al menos antes de las elecciones de mayo (es a lo que están los partidos) y antes de la confirmación de una tregua seria de ETA .

Ciertamente lo que hubiera respondido ahora a la agenda temática hubiera sido una declaración sobre el proceso de paz y no sobre el de normalización. Es verdad que ha habido declaraciones estimulantes («no hay paz con bombas») en la línea de Anoeta («sacar el conflicto de las calles») pero ese meritorio y apoyable empeño de la dirección de la IA lo contrarrestan los tercos hechos de una bomba y de una kale borroka que no cesa.

Otro inconveniente es que se confirma el condicionamiento mutuo entre el proceso de paz y el de normalización. Incluso ahora cuando se plantea la nueva propuesta como base para un acuerdo «suficiente» para los temas de territorialidad y decisión, se dice a renglón seguido que «esta propuesta hace la paz», o sea puede llegar a ser para ETA una condición para un cese definitivo. Se siguen sin hacer dos cosas importantes: formular un puro paz por presos y confiar en que los cambios políticos vendrán de las luchas legítimas de una sociedad madura y no tutelada.

Desde luego la propuesta es poco precisa. No se incluyen las mediaciones (el cómo) ni el factor tiempo (fases, y desfases entre procesos) y se deja el tema al debate con otros.

Respecto al cómo las preguntas son múltiples. ¿Dos mesas para dos espacios? Parece lo lógico. ¿Mismas temáticas? Es dudoso. ¿Qué papel de los dos parlamentos? ¿Qué forma adoptaría el derecho de decisión: una pregunta escatológica de modelos de Estado, una pregunta de fondo soberanista, una pregunta metodológica o un proyecto estatutario a consulta?

Respecto al tiempo, hoy Navarra no está para preguntas de las que ya sabemos la respuesta de antemano, mientras no haya un periodo de transición hacia una normalidad relacional con Euskadi para reconstruir los innumerables puentes rotos (por ETA, por el navarrismo conservador y españolista, por el socialismo que se desdijo, por los errores asimilacionistas de todos). Además, se requerirá un Parlamento navarro -¿el próximo?- con una mayoría que dé vía libre a una consulta sobre alguna pregunta que probablemente tendría que ser más elemental (por ejemplo, sobre unos protocolos y/o sobre un Organo de Coordinación) que la deseable.

La IA tiene pendiente profundizar en unas líneas estratégicas válidas para el periodo post-ETA, objetivamente abierto desde hace unos cuantos años, y que ETA retrasa una y otra vez. El imaginario de la IA sigue pegado a la rémora armada que le ha impedido durante 30 años (en 1978 se fijó la Alternativa KAS) pensar en criterios, principios y estrategias políticas propias para una democracia (con todas las limitaciones que se quieran). Ahora mismo, y con diferencia, le falta el rodaje para responder simultáneamente a retos políticos y a nuevas franjas sociales porque tiene pendiente, no un ajuste estratégico, sino una auténtica convulsión de ideario, valores, estrategia, metodología, repaso de la historia... Y eso es imposible con ETA y sin haber hecho su particular Suresnes.

Lograr mayorías en una democracia al uso es muy duro. Es un aprendizaje que Batasuna parece haber empezado.

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