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Quebec, la hora de reinventar la política

Los comicios legislativos celebrados este lunes en Quebec marcan un hito en la historia electoral del territorio francófono bajo soberanía canadiense. Desde 1878 no se había producido la circunstancia de un gobierno minoritario en una provincia en la que la vida institucional ha discurrido entre mayorías de signo federalista y de vocación soberanista.

La mayoría de los analistas quebequeses interpretaban ayer los resultados en clave de castigo a una forma de hacer política asentada, precisamente, sobre la base de la polarización. A decir de algunos observadores, los ciudadanos habrían mostrado un cierto hartazgo con el empate infinito entre los dos grandes proyectos del país, el que aspira a soltar amarras y el que preconiza el mantenimiento de Quebec en el seno de la federación canadiense. La interpretación se adereza de errores manifiestos en ambos campos políticos. Y es que, a la vista de que el Partido Liberal, encargado de formar gobierno, lo hará tras sufrir los peores resultados de su historia y de que la formación de Jean Cherest se sitúa en tercer lugar en las zonas francófonas, habrá que convenir en que, efectivamente, los electores han castigado rotundamente al partido del primer ministro.

Sin duda, los comicios arrojan un pésimo resultado para el Partido Quebecois y el futuro de su líder, André Boisclair, no parece más halagüeño que el de Cherest. Bien es cierto que en el Gobierno los liberales disponen de mejores resortes para recuperar un liderazgo hoy cuestionado, pero no menos real es que la formación que ha dado la sorpresa, Acción Democrática de Quebec, de corte conservador y autonomista, puede marcar la política del ejecutivo. Ello si no se ve afectada, a su vez, por el mal de altura que amenaza a un partido que pasa de tener cinco escaños a ser segunda fuerza.

Los electores quebequeses han dado un vuelco al mapa electoral, eso es evidente, pero ello no implica que la cuestión de la soberanía haya quedado apeada del debate político. Eso sí, el soberanismo afronta el reto acuciante de reinventar su propuesta política.

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