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CRÓNICA I El genocidio armenio

La diáspora rechaza la reconciliación con Turquía

Como la mayoría de la diáspora repartida en todo el mundo, la comunidad armenia en Líbano rechaza la normalización de relaciones con Turquía. Lucine Berkobeyukian, cuyo abuelo y toda su familia fueron masacrados por los otomanos, no quiere creer que la actual Armenia vaya a dar semejante paso.

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Rana MUSSAUI I

En el corazón de Burj Hammud, bastión armenio en la zona este de Beirut, jóvenes activistas buscan firmas contra el acercamiento entre Ereván y Ankara.

Con ocasión de la visita el pasado martes del presidente armenio, Serge Sarkissian, los comercios de la zona permanecieron cerrados. Hubo incluso una concentración ante el hotel donde se hospedó Sarkissian, quien en un periplo que le llevó a EEUU y al Estado francés y que acabará en Rusia, trata de ganarse el apoyo de la importante diáspora armenia en el mundo. A la vista está el escaso éxito de su iniciativa.

La comunidad armenia en Líbano, cifrada en 140.000 personas, es la más importante en el mundo árabe.

«¿Cómo es posible que tras cien años de lucha por esta causa, el enemigo se haya convertido de repente en amigo?», se pregunta indignado Koko Marashlian, vendedor de mesas.

En los muros se han pegado carteles que muestran las banderas turca y armenia con una palabra en el centro: «protocolo», en referencia a los dos memorandos elaborados por los dos gobiernos a finales de agosto que prevén el establecimiento de relaciones diplomáticas y la reapertura de la frontera.

«Nosotros no olvidamos (a nuestros muertos), nosotros reivindicamos (nuestros derechos) nosotros rechazamos (el protocolo)», se lee en armenio, mientras que en la calle Arax, principal arteria de Burj Hammud, resuenan cánticos patrióticos armenios difundidos por altavoces.

Interés de Ankara

Ankara ha adelantado que ambos países firmarán un acuerdo el sábado en Suiza, una información no confirmada del lado armenio. El acuerdo deberá luego ser ratificado por los parlamentos respectivos.

Pero Keborg Abajian, vendedor de café, se muestra dispuesto «a tomar las armas» para oponerse a esta iniciativa diplomática.«Queremos recuperar nuestras tierras. Mis ancestros tenían muchas tierras en Urfa (Kurdistán Norte, en manos de Ankara), afirma este quincuagenario, que se presenta como un «fanático de la causa armenia». .

Primera Guerra Mundial

Las relaciones turco-armenias están condicionadas por la masacre de armenios por el Ejército otomano durante la Primera Guerra Mundial, que dejó más de millón y medio de muertos según Ereván y de 300.000 a medio millón de acuerdo a las cifras que defiende Ankara, que rechaza categóricamente la noción de genocidio.

«El protocolo será el fin de nuestra causa», insiste Marashlian, que recuerda que «nosotros, los descendientes de los exiliados, somos las víctimas, no los habitantes de Armenia».

La comunidad armenia está bien integrada en Líbano: seis diputados armenios se sientan en el Parlamento y dos ministros forman parte del Gobierno. La comunidad dispone de sus propios partidos políticos, escuelas, universidad y asociaciones culturales y deportivas.

Pero Berkobeyukian está dispuesta a regresar a la tierra de sus ancestros si la ocasión se presenta. «La historia de mi propia familia sólo está en mi imaginación», deplora esta joven vendedora de 28 años. Cuenta que su abuelo materno, que entonces tenía siete años de edad, vio cómo los soldados otomanos mataban a toda su familia. Él resultó herido antes de ser evacuado por los alemanes.

No faltan quienes se muestran más realistas. «El Estado armenio lo ha decidido así. ¿Quién soy yo para decir lo que está bien o mal para su pueblo», señala Haig Asmarian, un joyero de 34 años de edad. «Mi abuelo sigue conservando las escrituras de propiedad, pero es hora de pasar página», añade. «Armenia se beneficiará económicamente de la normalización», sentencia.

Su padre, un octogenario, le mira con aire reprobatorio. «Lo importante es que no se olviden nuestros derechos», le corrige categórico.

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