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Polonia que no quiso Stalin

«Katyn»

Puede que quede como la obra postrera en la carrera del veteranísimo Andrzej Wajda, con la que homenajea a la generación de su padre, caída en los bosques de Katyn por defender el nacionalismo polaco.

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Mikel INSAUSTI |

La última película del octogenario maestro Andrzej Wajda molestará a todos aquellos que abominan de las películas nacionalistas, sin comprender que cada pueblo tiene derecho a contar su historia como le parezca más oportuno, máxime cuando lo que se relata son ataques violentos contra su independencia en forma de genocidios que hay que seguir denunciando, aunque hayan transcurrido setenta años desde los fusilamientos en masa de los bosques de Katyn. El cineasta polaco era entonces un adolescente que fue testigo indirecto de la barbarie, pues una de aquellas aproximadamente veinte mil víctimas fue su padre. Se entenderá, por lo tanto, que ésta haya sido la película que siempre ha querido hacer, y con la que ya puede despedirse del oficio al que ha dedicado más de cinco décadas. Está basada en el libro muy bien documentado de su compatriota y coetáneo Andrzej Mularczyk, quien también perdió a un familiar directo. No lo pudo adaptar antes por problemas políticos, ya que la autoría soviética de la masacre no fue reconocida oficialmente hasta el año 1.990.

El juicio de Nuremberg sirvió al bando aliado para ocultar la verdad sobre el más cruento episodio del holocausto polaco, dejando que la responsabilidad del mismo fuera atribuida a los nazis. El plan fue concebido en realidad por Lavrenti Beria, jefe de la policía secreta soviética, entonces llamada NKVD. Y Stalin redactó la orden para las ejecuciones, con el propósito de acabar con los brotes de lo que consideraba el nacionalismo contrarrevolucionario polaco. De una tacada se cargó a los ideólogos y a su brazo armado, de ahí que la mayoría de los muertos fueran miembros del ejército polaco. Esto lo resalta Wayda en «Katyn», mezclando distintos pasajes temporales en los que se va eliminando la resistencia polaca. El veterano cineasta se mantiene fiel a su estilo, consistente en contar con la complicidad del público de su país, en lugar de ir por el camino fácil del mensaje universal. En el exterior hace falta ser conocedor de su filmografía para comprender muchos de los pasajes de la película, abundando los que remiten a sus primeros largometrajes.

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