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Raimundo Fitero

Matraka Montes

Las relaciones que establecemos con los que nos acompañan muchas horas en el televisor se fundamenta en pequeños detalles que van sedimentando un campo de afectos o desencuentros. Con Andrés Montes intervenían unos factores añadidos para que se instalara en nuestra cotidiana convivencia: su adscripción al deporte, su propia figura y su manera de narrar que engarzaba con la antigüedad de la radio descriptiva y en colores, con la emoción del locutor implicado y formando parte del propio espectáculo en primera persona.

“La vida puede ser maravillosa” era su máxima colocada en el frontispicio, su guía, su pensamiento funcional y operativo. La conexión popular la expresaba a base de encontrar motes, sobrenombres a los jugadores o a las cosas. De él es esa entelequia que se ha convertido casi en un concepto filosófico del propio juego o deporte llamado fútbol: tiki-taka. Decir estas dos palabras es definir un mundo, una idea del propio fútbol, representado por varios jugadores a los que Matraka Montes los iba colocando en un parnaso televisivo futbolero a base de nombrarlos de manera subjetiva pero que componían una descripción casi canónica de los mencionados: “Tócala otra vez, Sam” repetía cuando “Humphrey” Xavi Fernández repartía el balón, o   llamaba “Tiburón” Puyol, al defensa del Barça o “Sweet” Iniesta, al de Fuentealbilla.

Lo conocimos previamente hablando con mucho fundamento de baloncesto en Canal + y en la Sexta, televisión en la que se encumbró y de la que se despidió de manera súbita hace muy pocas semanas justo al terminar de narrar un partido de baloncesto en el que se proclamó campeona de Europa la selección rojigualda.

Con respeto, admiración y con uno de esos dolores sobrevenidos por la pérdida de alguien al que criticamos porque veíamos en ocasiones un exceso de protagonismo y una verborrea caudalosa, lo recordaremos como Matraka Montes, por su verbo narrativo impulsivo que nos transportaba y envolvía  y que hacía a sus compañeros de locución más simpáticos y participativos, o sea, mejores. Ha muerto. Esto no se puede narrar con más pasión que la del silencio recogido. La vida pueda ser maravillosa. Puede.

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