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Mel Gibson: «Abandoné la actuación porque me sentía trasnochado y sin ideas»

Mel Gibson regresa para colocarse ante una cámara de cine con el thriller de Martin Campbell «Al límite», un título que termina con siete años dedicados en exclusiva a la producción y la dirección.

Héctor Llanos Martínez | MADRID

Abandonó la actuación porque se sentía «trasnochado y sin ideas», declaró ayer en Madrid Mel Gibson, en su regreso ante una cámara de cine con el thriller de Martin Campbell «Al límite», que termina con siete años dedicados en exclusiva a la producción y la dirección. Parece desencantado con la industria en la que ha reinado desde hace años. «En Los Ángeles no pasa nada ahora, es muy caro rodar algo allí», se lamentó la estrella estadounidense, quien regresa a la gran pantalla, pistola en mano, como protagonista de «Al límite».

En esta cinta, que llega a las salas españolas el próximo 26, interpreta a un hombre que se toma la justicia por su mano cuando su única hija es asesinada de forma inesperada, con él como único testigo y muchas cuestiones por resolver. El «tipo duro» que Gibson ha retratado incansablemente a lo largo de su carrera es en este caso un policía de naturaleza algo más atormentada de lo habitual, por la necesidad de redención de quien ha sido un padre ausente que apenas conoce las cotidianidades de su hija.

Un thriller y una de vikingos

Lo que es inusual en su filmografía es el extra de emotividad de este thriller, que se hereda de la prestigiosa miniserie de la BBC británica en la que se inspira, rodada en los 80 por el propio Martin Campbell («Casino Royale», «La leyenda del Zorro»). Si la original «Edge of darkness» manifestaba la inquietud social que el uso de energía nuclear despertaba en los años 80, su nueva versión actualiza la trama añadiendo la deshumanización de las grandes corporaciones. La sed de justicia que rezuma el personaje protagonista, víctima de una de ellas, «es un sentimiento humano, aunque llevarlo hasta las últimas consecuencias es algo que sólo debe suceder en la fantasía de un relato», aclaró ante los medios un Mel Gibson de frágil atención, gesto compulsivo y verbo espeso, aquejado de «los efectos del jet-lag».

«Campbell ha sido una de las razones por las que acepté actuar en la película, me hizo sentir confianza saber que él se encargaba de nuevo de la historia», defiende el actor, de nuevo ante la cámara tras su costoso divorcio del pasado año y rodar las ambiciosas «La pasión de Cristo» (2004) y «Apocalyto». Como tiene claro que «dirigir es mucho más placentero que actuar», Gibson ya está centrado en la dirección de su nuevo proyecto, una película de vikingos de la que apenas quiso contar algo: «¿Alguien ha visto una película buena de vikingos? Yo desde luego que no», comentó jocoso el responsable de «Braveheart».

Tras su experiencia en la dirección, Gibson asegura haber aprendido «a tener más empatía como actor y ser más consciente de que un rodaje es un esfuerzo de colaboración. En cambio -apunta entre bromas-, ser director supone ser ladrón sin que te pillen. Estar abierto a todas las ideas posibles y si alguien tiene alguna buena, tomarla sin reparos».

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