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Gloria Rekarte ex presa

Distancia

Sensibilizados, preocupados y solidarios, gobierno y oposición, partidos políticos y medios se han volcado en la defensa de los derechos humanos y la situación de los presos políticos. El propio Zapatero ha declarado comprender su sufrimiento y ha exigido, con firmeza, su liberación. De los de Cuba. Si dicen «presos políticos», es que hablan de Cuba. Y es tanta la sensibilización, que el comprensivo presidente del Gobierno español no se libró del rapapolvo por no haber condenado la muerte del preso Orlando Zapata. Claro que tampoco condenó el asesinato de un dirigente palestino a manos de los servicios secretos israelíes y nadie le ha llamado la atención por ello, pero es que el riguroso respeto de los derechos humanos tiene la facultad de ser bastante elástico. Y de la elasticidad de las condenas mejor ni hablamos.

En los demócratas españoles Cuba despierta preocupaciones, inquietudes y el ansia de llenarse la boca con un término que de normal, les da más que dentera: presos políticos. De tales presos, que el gobierno cubano llama delincuentes, Cuba cuenta con 100 según unas fuentes, 200 según otras. De tales presos, que el gobierno español llama también delincuentes, Euskal Herria tiene 750 según todas las fuentes. Cuba tiene once millones y medio de habitantes. Euskal Herria apenas tres. Pero no se les puede acusar de no ver más allá de sus narices, que bien al contrario, son gentes de amplias miras. Cuanta más amplia es la distancia más y mejor miran y se preocupan. Es en las distancias cortas donde todo se desdibuja y se pierde. Los derechos humanos, los presos políticos, su sufrimiento, las huelgas de hambre. Jon Anza también.

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