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Sabino Cuadra Lasarte Abogado

Nuevas situaciones, nuevas respuestas

No es de extrañar, sino todo lo contrario, que hayan sido el PNV y Uxue Barkos los que hayan expresado la oposición más firme a la propuesta hecha en Nafarroa por la izquierda abertzale. Tienen sus razones.

Las referencias al programa, bases políticas y espíritu de NaBai son constantes en las valoraciones hechas por aquéllos, presentándose las mismas como obstáculos que impiden posibles acuerdos. Ahora bien, ¿es que no ha cambiado nada en estos años que mueva a pensar que es preciso construir hoy algo que, si bien puede tener aspectos en común con la NaBai original, se acomode a la nueva situación que vivimos hoy en día?

Creo que, como mínimo, existen tres temas sobre los que el tiempo no ha pasado en vano. El primero se refiere la realidad socio-económica. Hace cuatro años la llegada de la crisis ni siquiera se intuía. Desde entonces el paro se ha duplicado en Nafarroa (42.000 personas a día de hoy), así como el número de familias inmersas en la pobreza; cientos de empresas han reducido sus plantillas; los presupuestos de UPN han recortado fuertemente las partidas sociales: educación, asistencia social, salud, cultura, euskera...

Hoy es preciso descender de las bellas palabras a la cruda realidad de los hechos. Y en ésta ha habido quien ha apoyado conceder más de cien mil millones de euros a la banca; quien ha vitoreado el proyecto despilfarrador, innecesario y antiecológico del TAV; quien ha apoyado la reforma laboral; quien ha dado su voto, año tras año, a los antisociales presupuestos del PSOE; quien aplaude ahora la congelación y recorte de las pensiones...

Pues bien, teniendo en cuenta que el PNV y la representante de NaBai en Madrid tienen bastante que ver con todo lo anterior, pregunto: ¿son acordes estas actuaciones con las bases políticas de NaBai? Caso de que sea así, ¿dónde queda el carácter progresista de la coalición? Y, si no son acordes, ¿por qué se consienten vulneraciones tan flagrantes? Por otro lado, ¿por qué se guarda silencio y se mira para otro lado cada vez que se convoca una huelga general -y van tres- contra la política neoliberal del Gobierno?

El segundo aspecto a valorar es la situación política. El programa de cambio de NaBai de 2007 se estrelló ante un PSOE-PSN que prefirió, como siempre lo ha hecho, pactar con la cacicada navarra antes que abrir la más mínima fisura a su proyecto centralista y antivasco. El «agostazo» navarro sería el preludio de lo que luego sucedería en Vascongadas con el acuerdo PSE-PP. Pues bien, después de que el PSOE-PSE-PSN haya dejado más claro que el agua su estrategia, ¿tiene algún sentido apostar en la misma ruleta trucada?

El PNV, a pesar de los agostazos navarros, pucherazos vascongados y contrarreformas sociales, se ha convertido hoy en el más firme apoyo del PSOE. Guardado en el baúl de los recuerdos su Plan Ibarretxe, se impone ahora la política del plato de lentejas aguachadas defendida ayer por Josu Jon Imaz y hoy por Urkullu. Pues bien, cuando NaBai sigue hablando de cambio, ¿se está refiriendo a algo parecido a esta pragmática política?

El tercer elemento a valorar es el interno. Es notorio que el proyecto de Na-Bai despertó notables ilusiones en amplios sectores. La unión de lo diverso, la «poliética»... fueron mensajes que ganaron muchas voluntades. Ahora bien, hasta sus más firmes defensores han criticado duramente su disfuncionamiento interno, descoordinación externa y peleas intestinas de estos últimos años. Los grandes órdagos, las imposiciones unilaterales, las peleas por cuotas de poder y cabezas de lista... han sido el pan nuestro de cada día. La «poliética» ha pinchado, Batzarre se ha ido... Y hoy, a falta de otra cosa, el recurso a las bases y al «espíritu» de los viejos tiempos es el talismán con el cual se pretende exorcizar cualquier tipo de problema organizativo o político.

Junto a ello, también la izquierda abertzale ha evolucionado y cambiado su estrategia. Los parámetros políticos con los cuales se va a escribir la historia de los próximos meses y años están cambiando día a día. El contenido de la Declaración de Altsasu y el Acuerdo de Gernika van más allá de lo que se ha exigido hasta ahora a la izquierda abertzale por NaBai y sus grupos pero, a pesar de ello, esto ya no es suficiente. Se le achaca ahora ser ilegal (¿no estábamos en contra de la Ley de Partidos?) y que su propuesta (perfil neto de izquierda, Acuerdo de Gernika, perspectiva nacional) pretende romper Na-Bai, cuando, hasta la fecha, quienes han puesto en más de un brete la propia existencia de la coalición han sido sus propios componentes.

Si la propuesta de Mariné Pueyo y Shanti Kiroga (Iruñea) hubiera sido hecha desde Hernani por Rufi Etxebarria, habría ardido Troya. Pero cuando es el vascongado Urkullu quien, urbi et orbi, habla sobre NaBai, y además desde Madrid, no pasa nada. Nadie ha levantado su voz protestando por esta ingerencia vascongada en los debates propios de Nafarroa. Nadie rechista al PNV en NaBai. Como nadie tampoco le dice nada cuando clama contra las huelgas generales, aprueba las reformas laborales y de pensiones o da su apoyo a presupuestos reaccionarios. Todo esto no parece afectar para nada a la coalición, ni a su programa, ni a sus bases, ni a su espíritu.

El PNV ha afirmado que su presencia y la de la izquierda abertzale son incompatibles dentro de NaBai. En esto estoy de acuerdo con Urkullu. Por eso la propuesta de la izquierda abertzale va dirigida tan solo a Aralar, EA y al resto de fuerzas sociales abertzales y de izquierda. Estos dos partidos tendrán que optar en última instancia por una u otra opción: o por un PNV supeditado a la banca, al PSOE y a Madrid, o por la izquierda abertzale de Altsasu y Gernika. A la hora de tomar decisiones, las siglas no deben ser lo principal para nadie. Lo importante es definir con claridad por dónde se quiere avanzar.

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