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El reloj del cambio político avanza sin cesar hacia un escenario de solución

La izquierda abertzale continúa materializando los pasos que ya se vislumbraban cuando el pasado mes de febrero presentó «Zutik Euskal Herria», el documento, fruto de una concienzuda y enriquecedora reflexión interna, que recoge las líneas maestras de la nueva estrategia de este movimiento político. Esos pasos se están plasmando en acuerdos como el pactado con Eusko Alkartasuna para avanzar hacia la creación de un Estado vasco, o el que suscribieron en Gernika más de treinta agentes políticos, sindicales y sociales comprometidos en alcanzar «un escenario de paz y soluciones democráticas» para Euskal Herria.

Esa misma estrategia, que está teniendo un amplio respaldo tanto en nuestro país como en el ámbito de la comunidad internacional, ha llevado a la izquierda abertzale a presentar ahora las bases ideológicas y organizativas de su nuevo proyecto político. El nuevo partido nacerá, pues, con unos cimientos sólidos y con un horizonte más despejado que el que se podía vaticinar hace apenas un año. Sin duda, el Estado español pondrá nuevos obstáculos a esta iniciativa cuando pronto, como anunciaron en Iruñea, sus promotores llamen a la ventanilla del registro de Partidos Políticos, en Madrid, pero también es indudable que son cada vez más las voces que dan por inevitablemente superada la etapa de la ilegalización. Ayer mismo, algunas de las reacciones a esta iniciativa coincidieron en exigir que se ponga fin a esta vulneración de derechos civiles y políticos, porque conviene destacar que la estrategia de ilegalización está dirigida contra el conjunto de la sociedad de Euskal Herria, ya que son decenas y decenas de miles de personas las que sufren el apartheid político instaurado por PSOE y PP.

A nadie se le escapa que la «legalización» del nuevo partido de la izquierda abertzale no será un mero trámite administrativo, como debería serlo en un Estado de Derecho que respete la defensa de todos los proyectos políticos democráticos en igualdad de condiciones, sino que dependerá, en primera instancia, del impulso político que emane del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No obstante, en último término, será la voluntad de la sociedad vasca la que convalide la última decisión, y tampoco se le escapa a nadie hacia qué lado de la balanza se inclina mayoritariamente la ciudadanía.

Con una fuerte convicción

La determinación de la izquierda abertzale para elaborar unos estatutos acordes con la actual Ley española de Partidos Políticos, sin olvidar la «naturaleza antidemocrática» de esa norma, parte de la convicción expresada por su militancia en que, como se recoge en «Zutik Euskal Herria», tiene que contar con una «formación política legal» no sólo para intentar ser «la referencia de todos los independentistas y socialistas de Euskal Herria en la práctica política, de masas, ideológica e institucional», sino también para impulsar el proceso de resolución del conflicto político.

Ese mensaje ya ha calado en amplios sectores gracias a la constancia de la izquierda abertzale, que paulatinamente está confirmando con hechos sus palabras. Y gracias a ese tesón, cada vez se entiende menos que dirigentes políticos como Iñigo Urkullu sigan difundiendo públicamente la idea de que la izquierda abertzale mantiene unos «discursos jeroglíficos» con los que, según dice, pretendería «enredar» a los demás en «su laberinto». Al margen de que el presidente del EBB del PNV se enreda solo cada vez que hace referencia a la izquierda abertzale -«autodenominada», «ilegalizada», «radical», son algunas de las coletillas que habitualmente utiliza de forma reiterada-, lo cierto es que ya es muy difícil distinguir sus valoraciones sobre cada iniciativa de esta formación política de las que hace el ministro español de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Es previsible que en los próximos días esta nueva iniciativa de la izquierda abertzale sea analizada con mayor detenimiento por los distintos partidos con presencia en Euskal Herria, por lo que habrá que esperar que las valoraciones de algunos de ellos sean más profundas que las que ayer hicieron a bote pronto o, incluso, antes de que se conociera exactamente el documento difundido hacia el mediodía en Iruñea.

También es deseable que el centro del debate no se distorsione colocando un solitario foco sobre lo que ya ha hecho y lo que le falta por hacer a la izquierda abertzale, porque la sociedad vasca está esperando que todas las partes, sin excepciones, avancen hacia un escenario de resolución. Y en esa perspectiva, resulta evidente que algunas formaciones políticas ni siquiera están dando pasos «insuficientes» porque permanecen ancladas en un estéril inmovilismo, sin aclarar hacia dónde quieren dirigirse ni con quiénes quieren compartir la marcha.

El compromiso de la izquierda abertzale con las vías exclusivamente democráticas y políticas no puede entenderse, bajo ningún concepto, como un movimiento táctico, sino como base de la estrategia de acumulación de fuerzas que pretende favorecer los cambios políticos y sociales que necesita Euskal Herria.

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